Hace años, un famoso actor y su familia salieron a cenar con su pequeño hijo. Al entrar al restaurante, el actor fue reconocido rápidamente. El niño se dio cuenta de que la gente los miraba y preguntó: “¿Por qué todos nos miran?”. Su padre se inclinó y respondió en voz baja: “Tal vez sea porque saben quiénes somos”. El hijo lo pensó por un momento y luego preguntó: “Bueno, ¿quiénes somos?”.
Esa es una gran pregunta. ¿Quiénes somos? Al pensar en la identidad, me gusta considerar las preguntas estrechamente relacionadas: “¿Quiénes somos en relación con Dios?” y “¿Cómo nos identificamos?”.
A través de las enseñanzas de la Biblia, tal como las ilumina la Ciencia Cristiana, he aprendido que cada uno de nosotros es la imagen y semejanza de Dios, el hijo del único Padre-Madre Dios. Esta comprensión me ha ayudado en tiempos difíciles en los que ha parecido que la personalidad humana y la mortalidad son lo real y lo único. Y he descubierto que reconocer mi identidad espiritual no solo responde a la pregunta “¿Quién soy?”, sino que también trae curación.
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