Hace tres años, caí casi dos metros en un canal de evacuación de agua construido con hormigón armado. El dolor era intenso. A pedido de la familia, preocupada, un médico me examinó la pierna. Según la radiografía, mi rodilla izquierda estaba fracturada y había un problema con algunos fragmentos de hueso. El médico me dijo que debía someterme a una cirugía o quedaría discapacitado por el resto de mi vida.
Estaba muy preocupado. Pero sabía que la oración nos despierta y nos ayuda a comprender nuestra verdadera naturaleza como hijos de Dios. Esta naturaleza espiritual no puede ser corrompida o destruida. Volvernos más conscientes de nuestra identidad como imagen y semejanza de Dios —el gran Yo Soy, el Espíritu, la Vida, la Verdad y el Amor— resuelve los problemas.
Envié un mensaje a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara a través de la oración. Ella estuvo de acuerdo y me recordó que Dios, el Amor infinito y omnipresente, nos eleva y cuida de nosotros a cada momento.
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