¿Con qué frecuencia nos encontramos condenando mentalmente a alguien por una opinión o acción con la que no estamos de acuerdo?
En una ocasión, un grupo de líderes religiosos se acercó a Cristo Jesús, quienes trajeron consigo a una mujer a la que habían condenado por adulterio (véase Juan 8:1-11). Estaban dispuestos a matarla a pedradas. Cuando le preguntaron a Jesús qué pensaba que debía hacerse, él respondió: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Con eso, uno a uno abandonó la idea de tirar piedras y se fue.
¿Qué hizo que los hombres abandonaran su mentalidad de arrojar piedras? La respuesta tajante de Jesús parece haber hecho que cada uno examinara su propia vida. Este consejo de la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, puede describir ampliamente algo de lo que sucedió: “En paciente obediencia a un Dios paciente, laboremos por disolver con el solvente universal del Amor el adamante del error —la voluntad propia, la justificación propia y el amor propio— que lucha contra la espiritualidad y es la ley del pecado y la muerte” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 242).
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