A lo largo de la historia, las personas han luchado con problemas relacionados con la vida y la muerte. La Biblia está llena de ejemplos y, en definitiva, Cristo Jesús desafió la noción de que la muerte es inevitable. Su logro supremo, su resurrección y ascensión, proporcionaron una prueba irrefutable de la supremacía de la Vida divina —de Dios— sobre la muerte.
La Ciencia Cristiana señala el ejemplo de Jesús como el camino para vencer el pecado, la enfermedad y la muerte. Los estudiantes de esta Ciencia pueden a veces poner mayor énfasis en tratar con los dos primeros de esta tríada. Pero la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, enfatiza a lo largo de sus escritos que seremos más eficaces en la curación del pecado y la enfermedad si comprendemos mejor la irrealidad de la muerte (véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 426, por ejemplo).
Como ilustra su diálogo entre el bien y el mal en La unidad del bien (véase págs. 21-26), un coloquio proporciona una forma única de aclarar el pensamiento; en este caso al distinguir lo real de lo irreal. Ella explica: “Si examinamos nuestros procesos mentales, veremos que argüimos continuamente con nosotros mismos; sin embargo, cada mortal es una persona y no dos”.
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