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2025

Mientras escuchaba para recibir los pensamientos de Dios, este mensaje angelical me llegó calladamente: “… Vida es sólo Amor” (Mary Baker Eddy, Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 30). Estas palabras llenaron mi consciencia. No solo capté intelectualmente esta idea; sabía, sin duda, que Dios, el Amor todopoderoso, me rodeaba a mí y al mundo entero.

El Cristo mismo que estaba con esos tres hombres en el horno todavía está presente para salvar a la humanidad de la enfermedad, el pecado y la muerte.

La certeza espiritual de la seguridad y protección de Dios permaneció conmigo todo ese verano.

Seguí orando, aunque fui tentada a sentir que estaba caminando por la cuerda floja sin una red de seguridad. Pero el mensaje divino llegó rápidamente: “Dios jamás nos deja sin una red de seguridad”. Todo el temor desapareció. Estaba a salvo y sabía que podía confiar en ese hecho espiritual, a pesar de no saber cómo se manifestaría.

Cada vez que me comunico con mis amigos de Sudán del Sur, les digo que la única forma de sanar ese país es admitir el poder del amor. El amor que tiene su fuente en Dios —de quien la Biblia nos dice que es el Amor mismo— es el poder más asombroso de la tierra.

Cuando me levanté a la mañana siguiente, rengueaba un poco, pero pude ir a mi negocio y trabajar todo el día. Oré para ver que mi fuerza y capacidad como hijo de Dios estuvieran intactas para siempre.

Jesús nos proporcionó dos de las mejores y más esclarecedoras presentaciones de “mostrar y contar”: la alimentación de miles de personas con una pequeña cantidad de comida.

Mi amiga me dijo que a la familia de esta chica le habían dado la oportunidad de salir de Gaza.

Podemos esforzarnos por ser reformadores a través de nuestras oraciones por el mundo, viendo más allá de la aparente división la naturaleza espiritual de todos —nuestra verdadera identidad— y despertando a nuestra unidad con Dios y con los demás, más allá de cualquier frontera.

Cuando su jefe regresó, nos dimos la mano y me fui. Mientras caminaba hacia mi auto, la mujer salió corriendo del edificio, me tendió las manos y me preguntó si podía orar con ella. Tomé sus manos y luego, en el estacionamiento, compartimos juntos un momento muy especial de oración.

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

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