Para abordar las grandes necesidades de la humanidad, claramente se necesitará algo más fuerte y profundo que cualquier cosa que la mente humana pueda concebir. Desde la violencia hasta las enfermedades y el cambio climático, la humanidad no está resolviendo suficientemente el problema esencial de ser humano, aparentemente sujeto a límites materiales e interminables conflictos. Pero es aquí donde la Navidad responde a la necesidad. Nos señala a Dios, el Espíritu, no solo como un pensamiento hermoso, sino como un poder siempre presente que saca a la luz la verdadera idea de la Vida para que podamos enfrentar lo que está mal en el mundo y sanarlo.
Más que regalos y un árbol decorado, la Navidad es una celebración de cómo Cristo Jesús entró en el mundo a través del poder amoroso de Dios. Más allá de eso, es una celebración de lo que este poder hizo en la vida de Jesús y lo que hace en la nuestra. A este poder lo llamamos el Cristo, y está revelando por siempre una idea más espiritual del ser, cuya esencia son las cualidades de Dios, tales como la inteligencia, la gracia y el propósito.
El Cristo, la idea espiritual de la Vida, siempre está trabajando en la conciencia humana, y nos transporta a vidas más seguras y basadas en la espiritualidad, marcadas por la armonía divina y el amor valiente. Valiente porque allí mismo ante la perspectiva limitante y basada en la materia de todas las cosas, nos sentimos inspirados a aferrarnos a una convicción y devoción al Espíritu, Dios, incluida la esperanza de ver la bondad de Dios obrando al impulsar los cambios que se necesitan con tanta urgencia en el mundo.
La historia de la Navidad está llena de evidencias del valor espiritual que necesitamos. María tenía la fortaleza silenciosa que la mantenía dedicada a servir a Dios, dedicada a un sentido de vida más espiritual que el que ofrecía el mundo. Estaba dispuesta a creer y prepararse para algo revolucionario —concebir y dar a luz al bebé de Belén como una virgen— lo que iba totalmente en contra del razonamiento humano y las “leyes” materiales. José encontró la voluntad de apoyar esta idea correcta, y más tarde, de prestar atención a la advertencia de un ángel de huir de Herodes para proteger al bebé.
Todo esto posibilitó el advenimiento de Jesús de Nazaret, que bendijo y cambió el mundo. Hoy necesitamos construir sobre esos cambios teniendo también el valor de ir en contra del pensamiento mundano y servir a Dios, reconociendo que el Espíritu divino es el origen y la Vida de todos. Esto da como resultado vidas más llenas de las buenas cualidades de Dios y la curación que estas cualidades producen en nuestros cuerpos y en toda nuestra experiencia.
Esta disposición de ir en contra de la corriente del pensamiento general me ha salvado en más de un par de ocasiones. Hace unos años, resultó ser clave para sanar los dolores en el pecho que había experimentado durante algún tiempo. Como había hecho por muchos años, busqué que la oración se hiciera cargo de este problema.
Siempre oro desde la base de Dios, el Amor infinito, como la esencia de nuestras vidas. Esta base para pensar y orar puede ser reconfortante y sanadora. Pero considero que necesita seguir expandiéndose, que pensemos acerca de ella detenidamente para que nos siga sanando, empoderando.
Al considerar esta base espiritual más a fondo y en profundidad, vi claramente que, debido a que Dios es tanto Vida como Amor, nuestras vidas deben ser una abnegada expresión del Amor. Al considerarlo de esta manera, no pensamos en términos de simplemente querer una experiencia cómoda y placentera para nosotros mismos, sino más bien de tener el propósito en la vida de ayudar a manifestar la naturaleza espiritual de la Vida, y por lo tanto, contribuir a un progreso mayor y más amplio para todos. Al hacer esto, abrazamos y vivimos la esencia misma de la Navidad.
Mientras oraba, sentí que mi corazón tiene en su totalidad el propósito de latir por el progreso espiritual de la humanidad. Mi “motor” metafórico no está destinado a perseguir y permitir solo lo que es bueno para mí. Ese es un modelo mortal que pierde la fuerza del Amor que sustenta el universo. Nuestro “motor” es de Dios. Así que tiene el propósito de mantenernos en movimiento de acuerdo con Él. Sentí que, si quería que mi corazón latiera con fuerza, necesitaba ver más de nuestra fortaleza espiritual innata que nos permite hacer más hoy por Dios, el bien, de lo que hicimos ayer. Realmente, estaba obteniendo un mayor sentido del Amor, el Espíritu divino de nuestras vidas.
Todo esto cambió mi consciencia, y mejoró mi salud y fortaleza. Dejé de tener esos dolores en el pecho. Y desde entonces, he dado aún más prioridad a esforzarme por comprender a Dios y expresar Su amor. Con esto me refiero a no buscar lo fácil y agradable, sino a enfrentar situaciones difíciles con la intención de verlas redimidas, sanadas, a fin de magnificar a Dios. Este es el profundo valor navideño que el mundo necesita, y que individual y colectivamente nos salvará de nuestros problemas.
Si queremos más fortaleza y salud para nosotros y para la humanidad, debemos seguir encontrando más de nuestro valor innato, lo que significa no simplemente querer el bien para nosotros mismos, sino querer un cambio radical para el mundo. Es un valor que mantiene nuestro enfoque en la luz que estamos trayendo a la habitación en la que estamos, como testigos de la idea espiritual que siempre está en la consciencia. Es la confianza en que todo se soluciona en nuestros esfuerzos por amar realmente, por dar verdaderamente testimonio del Cristo, la idea espiritual de Dios. Es el valor de ver que esta idea, en lugar del estado del mundo o cualquier condición física que enfrentemos, nos define individual y colectivamente. Como resultado, ayudamos a cambiar el mundo, a sanar el mundo.
La consciencia del Amor, que nos impulsa a expresar el Amor, es nuestra verdadera consciencia propia del Cristo. Por lo tanto, debemos dedicarnos a evidenciar más a Dios en nuestras vidas, dejando atrás los pensamientos opresivos que sugieren que solo la materia lo determina todo; que sugieren que nos quedamos meramente compitiendo por un rincón agradable para pasar el rato.
Las cualidades de Dios, incluido el evidente valor en la historia de la natividad, son las que nos hacen avanzar. Y a medida que este valor más profundo y propio del Cristo se comprende y vive más ampliamente, nos lleva a la consciencia espiritual que tiene soluciones para todo y ayudará a asegurar la salud de la humanidad, resistir con firmeza las guerras y liberarnos del trauma del cambio climático.
Esto es algo profundamente bíblico. Es el predominio del bien supremo sobre todo mal. Es la hermosa verdad espiritual revelada en la natividad de Cristo Jesús, que gana fuerza en nuestro pensamiento y vence la fea mentira de que el hombre depende de la materia. Jesús dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada” (Mateo 10:34). ¿No es esta espada la comprensión espiritual que nos libera del pensamiento material, una comprensión que requiere en gran medida el valor de defender la Verdad que nos da el mensaje de Navidad?
Mary Baker Eddy escribe: “Después que las estrellas cantaron juntas y todo era una prístina armonía, la mentira material hizo guerra a la idea espiritual; pero esto sólo impulsó la idea a remontarse al cenit de la demostración, destruyendo el pecado, la enfermedad y la muerte, y a ser arrebatada hacia Dios, —para ser hallada en su Principio divino—” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 565).
Vemos la idea espiritual más plenamente representada, al surgir en la demostración, por medio de la vida de Cristo Jesús. Es esta idea más elevada de la Vida la que celebramos en Navidad. Y cada día podemos verla más plenamente representada en nuestra propia vida y en la de los demás.
