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"Confiaré y no tendré temor"

Del número de julio de 1948 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quien pone su entera confianza en Dios se ve inmediatamente capacitado para lograr cuanto sea necesario para su bienestar. La conciencia que confía completamente en Dios no da cabida a pensamientos erróneos, y así llega a percibir y comprobar que el bien está siempre presente y es en todos momentos asequible.

La mayoría de las personas creen que si tuvieran suficiente fe en Dios les sería posible llevar a cabo cualquier propósito bueno, pero que el problema consiste en no saber cómo hallar esta fe. Como ocurre en la consecución de todo lo que es bueno, la fe se obtiene partiendo de una premisa correcta. Cuando uno llega a comprender que el hombre es en cierto grado tan perfecto como su creador, que permanece inseparable de El y que refleja todas sus cualidades, percibe que la fe es un don que ya le pertenece. Pero debe reconocerla como perteneciéndole y en seguida emplearla para destruir cualquier sugestión del mal que se le pudiera presentar.

Una Científica Cristiana que recientemente se había mudado a una casa nueva, cierto día oyó un gran ruido. Asomándose a la ventana, observó que un obrero que había estado limpiando los vidrios se había caído desde un piso más alto hasta el pavimento. Estaba sola en la casa y por unos instantes un temor muy grande se apoderó de ella y tuvo la tentación de pedir auxilio, ya que el hombre parecía estar sin vida.

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