Varios años antes del verano de 1907 yo me ocupaba de negocios de hoteles, salas de apuestas y mesas de billar, en cierta región de los Estados Unidos. Trabajaba largas horas entre cuatro paredes y terminé por enfermarme de los nervios. Consulté a un médico y éste prometió darme una medicina que me habría de curar y convertir en un hombre nuevo. Durante seis u ocho meses tomé esta medicina con mucha regularidad pero sin sentirme mejor. Volví a consultar al médico, diciéndole que no había mejorado, y su respuesta fué como sigue: "La medicina ya no tiene poder sobre usted. Le aconsejo que deje sus negocios y que salga a viajar." Le pregunté si California me asentaría y me contestó: "Precisamente, le asentaría muy bien."
Al llegar a la ciudad de Los Angeles fuí a visitar a una tía que por varios años había estado muy delicada. La encontré bien de salud y muy contenta, y me enteré de que ella y todos los miembros de su familia se habían dedicado al estudio de la Christian Science. Todos recibieron algún provecho, y mi tía sanó después que los médicos le habían fallado. Ella me dijo que la Christian Science podía curar a cualquiera que la estudiase y la practicase.
Me decidí a estudiarla, pidiendo prestado por unos cuantos días un ejemplar de "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras" por Mary Baker Eddy. El día que se lo devolví, mi tía me dió la dirección de una sala de lectura y la de una practicista. Durante una semana acudí a la sala de lectura y luego le hice una visita a la practicista. Cuando ella se enteró de que yo estaba tomando medicina me dijo que una practicista nunca le da tratamientos en la Christian Science a una persona que está tomando medicina, y me pidió que dejase de tomarla. Esto me causó tanta sorpresa que no le pude contestar, a lo que me volvió a preguntar: "¿Va usted a dejar de tomar medicinas?" Yo le contesté: "Las dejaré si usted me da algo mejor", a lo cual ella respondió: "Si, le daré un tratamiento de la Christian Science."
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