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"La aventura divina" del Amor

Del número de julio de 1948 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (pág. 158), Mary Baker Eddy declara: "Vivimos en una época de la aventura divina, en la que el Amor se demuestra ser Todo-en-todo." Estas palabras fueron escritas en momentos en que la resistencia obstinada de la materialidad acosaba abiertamente los pasos progresivos del movimiento de la Christian Science, en una época en que faltaban pocos años para que estallara la primera guerra mundial; cuando la rapidez y la eficacia de los inventos materiales estaban eliminando barreras ya consagradas por el tiempo: cuando la humanidad se iba deshaciendo de lo anticuado y buscaba un nuevo orden social, y cuando existía cierto ambiente de inquietud y descontento. Sin embargo esta profetisa, inspirada por Dios, pudo ver y proclamar claramente la omnipotencia del Amor.

La totalidad de Dios significa la totalidad del Amor, y por tanto la universalidad del Amor. El Amor no puede confinarse dentro de fronteras ni limitarse a nación alguna; su sagrada unidad no conoce límites físicos, raciales ni doctrinales. El Amor, el Principio divino del ser, radiante en su propia aventura de ser Todo-en-todo, es tierno, imparcial y afluente; abraza dentro de la universalidad de su calor todas la identidades. Dentro de su propia infinitud, el Amor se refleja a sí mismo. Hace muchos siglos que el Salmista exclamó (Salmos, 139:7–10): "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿y a dónde huiré de tu presencia? ¡Si subiere a los cielos, allí estás tú! ¡si tendiere mi cama en el infierno, hete allí! Si tomare las alas del alba, y habitare en las partes más lejanas del mar, aun allí me guiará tu mano, y me tendrá asido tu diestra."

¡Qué interesante es la palabra "aventura"! Nos hace recordar de nuestra infancia y de las cosas maravillosas que esperábamos encontrar en esferas inexploradas. ¡La aventura del Amor! Ni las flaquezas de los esfuerzos humanos, ni la falta de habilidad adecuada, ni las estrecheces de la necesidad, ni la virulencia del odio puede impedir o retardar la grandiosa aventura del Amor.

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