En su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (pág. 158), Mary Baker Eddy declara: "Vivimos en una época de la aventura divina, en la que el Amor se demuestra ser Todo-en-todo." Estas palabras fueron escritas en momentos en que la resistencia obstinada de la materialidad acosaba abiertamente los pasos progresivos del movimiento de la Christian Science, en una época en que faltaban pocos años para que estallara la primera guerra mundial; cuando la rapidez y la eficacia de los inventos materiales estaban eliminando barreras ya consagradas por el tiempo: cuando la humanidad se iba deshaciendo de lo anticuado y buscaba un nuevo orden social, y cuando existía cierto ambiente de inquietud y descontento. Sin embargo esta profetisa, inspirada por Dios, pudo ver y proclamar claramente la omnipotencia del Amor.
La totalidad de Dios significa la totalidad del Amor, y por tanto la universalidad del Amor. El Amor no puede confinarse dentro de fronteras ni limitarse a nación alguna; su sagrada unidad no conoce límites físicos, raciales ni doctrinales. El Amor, el Principio divino del ser, radiante en su propia aventura de ser Todo-en-todo, es tierno, imparcial y afluente; abraza dentro de la universalidad de su calor todas la identidades. Dentro de su propia infinitud, el Amor se refleja a sí mismo. Hace muchos siglos que el Salmista exclamó (Salmos, 139:7–10): "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿y a dónde huiré de tu presencia? ¡Si subiere a los cielos, allí estás tú! ¡si tendiere mi cama en el infierno, hete allí! Si tomare las alas del alba, y habitare en las partes más lejanas del mar, aun allí me guiará tu mano, y me tendrá asido tu diestra."
¡Qué interesante es la palabra "aventura"! Nos hace recordar de nuestra infancia y de las cosas maravillosas que esperábamos encontrar en esferas inexploradas. ¡La aventura del Amor! Ni las flaquezas de los esfuerzos humanos, ni la falta de habilidad adecuada, ni las estrecheces de la necesidad, ni la virulencia del odio puede impedir o retardar la grandiosa aventura del Amor.
Puesto que el Amor es Verdad, la eterna aventura divina del Amor, de ser Todo-en-todo, es la revelación de la Verdad, conocida en esta época por el nombre de Christian Science. Esta Ciencia divina es en verdad el Consolador prometido que, según nos dijo el Maestro, estará con nosotros para siempre (Juan, 14:16). Mrs. Eddy, Descubridora y Fundadora de esta Ciencia, no reclamaba gloria alguna para sí. Se consideraba una escriba quien, bajo órdenes divinas, transcribía en su obra "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras" el mensaje que le fué dado por Dios. Ella mejor que nadie sabía que la aventura del Amor originó la revelación. Por eso pudo proclamar su invulnerabilidad (Ciencia y Salud, 110:17–24); también trató sobre el tema en términos pujantes y precisos en un artículo titulado "El libro de texto de la Christian Science", que empieza en la página 109 de Miscellany. Virtualmente ella pudo decir con el Maestro (Mateo, 24:35): "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán", porque estas palabras no eran suyas sino de Dios.
Fué de esta misma relevación, por la acción del Amor y bajo la dirección del Principio divino, que surgió el movimiento de la Christian Science, cuya influencia se hace sentir hoy en día en todas partes del mundo. Este movimiento no puede ser apreciado cabalmente sino sobre la base del Principio divino. Comprender que nuestro movimiento representa el aparecimiento humano de la idea divina en nuestros tiempos, y reconocerlo como el cumplimiento de la aventura divina, en la que el Amor se demuestra ser Todo-en-todo, es percatarse de su significado y comprender su esencia. La idea divina no está compitiendo con ningún sistema humano. Es única en su género, divinamente ordenada, dirigida y sostenida. Comprender espiritualmente el movimiento de la Christian Science es comprender la importancia espiritual de la intrépida Guía de una Causa invencible.
La Iglesia Madre y sus filiales simbolizan la presencia siempre activa de la idea divina, unida a su Principio. Para comprender la ternura de su carácter maternal, hay que elevar los pensamientos más allá del símbolo y fijarlos en la idea que representa. Desde este punto de vista se aprecia que su origen es divino; su base es la Verdad; su substancia es el Espíritu; su poder, el Amor; su sabiduría, la Mente; su gobierno, el del Principio; su permanencia, la de la Vida misma; su belleza, la belleza del Alma; su existencia en y de Dios; su destino, infinito. Su número creciente de miembros es la demostración progresiva de la idea espiritual, impelida por la Mente. De ahí que podemos decir con nuestra Guía, quien previó mejor que nadie el significado espiritual del movimiento que ella tan valerosamente fundó y dirigió (Miscellany, pág. 127): "Damos gracias al Dador de todo lo bueno por la maravillosa velocidad de la carroza de la Verdad, y por la firme y serena coherencia existente en las filas de la Christian Science."
Que todo aquel que se sienta oprimido y fatigado por tareas humanas reflexione un momento sobre "la maravillosa velocidad de la carroza de la Verdad", y la aventura divina del Amor le quitará sus cargas y hará aparecer en su vida las posibilidades y capacidades ilimitadas del Amor. Puesto que el Amor es Vida, "la aventura divina, en la que el Amor se demuestra ser Todo-en-todo" aparece a la humanidad como la actividad del Amor, expresándose en la curación espiritual de la enfermedad y la restauración abundante de la vida. Puesto que el Amor es Alma, la aventura divina del Amor se refleja en las bellezas de la tierra, el cielo y las flores, en la alegría, el color, la forma y la variedad. Y porque el Amor es Espíritu, su aventura divina se manifiesta en la substancia imperecedera, que no puede invertirse, deteriorarse ni obscurecerse.
En medio de la actual inquietud humana concerniente la futuro, nos viene esta esperanza: Vivimos en el amanecer de una nueva era. Los mortales perciben la aurora; el mismo sol se deleita en el esplendor de un día sin fin. Merced a los auxilios benignos de la Christian Science, el pensamiento humano va aceptando los hechos espirituales del ser, y el Amor, en su plena aventura divina, transforma los aspectos tristes de la experiencia humana, disipando el temor, satisfaciendo toda necesidad y demostrando que el Amor es Todo-en-todo.
En un artículo titulado "La siega" (ib., pág. 269), Mrs. Eddy declara: "Dios ha lanzado la hoz, y El está separando la cizaña del trigo. La presente hora se está fundiendo en la fornalla del Alma. El canto de la siega abraza el mundo entero, es conocido por todos y es tan grande como el mundo. La viña rinde sus frutos; los rayos de la justicia traen luz y curación. Por las ventanas del cielo se derrama la realidad—aun la Christian Science, devolviendo bendición por maldición, y repitiendo: 'Reprenderé por vuestra causa el insecto devorador, y no os destruirá los frutos del suelo.' 'Probadme, si queréis, en esto, dice Jehová de los Ejércitos; y veréis si no os abro las ventanas del cielo, y os derramo una bendición tal que no haya donde quepa.'"
Jehová abre los ojos de los ciegos; Jehová levanta a los agobiados; Jehová ama a los justos. ... ¡Reinará Jehová para siempre; tu Dios, oh Sión, de siglo en siglo!—Salmos, 146:8, 10.
