Las muchas bendiciones que he recibido gracias a mis estudios y la creciente comprensión que voy obteniendo de la Christian Science, son demasiado numerosas para que me sea posible contarlas todas en detalle, pero deseo expresar mi gratitud a Dios por todas ellas, en la esperanza de que el bien que yo he experimentado pueda ayudar a otros a obtener un vislumbre de la verdad sanadora.
Hace más de siete años que yo quedé completamente ciega. Permanecí en estas condiciones varias semanas, pero me alegro de poder decir que durante todo ese tiempo jamás tuve la menor duda de que la verdad me habría de sanar. Mis hijas, que no son adeptas de la Christian Science, me rogaban que me sometiera a un examen de los ojos, y por fin convení en hacerlo, a condición de que después de ello me dejaran libre para hacer mi propia demostración. Cuatro facultativos, uno de ellos especialista, me visitaron, todos diciéndome que jamás recuperaría la vista, debido a que el nervio estaba muerto, lo que interrumpía la circulación de la sangre. Pero mi confianza en nada fué alterada por este diagnóstico, ya que advertí claramente que no estaba de acuerdo con la ley de Dios. Al poco tiempo me fué posible distinguir entre el día y la noche, y seguí orando para recibir más luz espiritual.
Para este tiempo ya hacía como dieciocho meses desde que yo me había interesado por la Christian Science; los males que me habían impelido a su estudio habiendo sido de carácter físico y financiero. Cierto día después de colocar un anuncio en el diario The Christian Science Monitor, me sentí con deseos de asistir a los cultos de una iglesia de la Christian Science, y gracias al aliento que recibí de uno de los Científicos Cristianos que ahí encontré, me dediqué a leer las obras de nuestra querida Guía, Mary Baker Eddy.
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