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La Christian Science* me ha ayudado y me sigue ayudando de tal...

Del número de julio de 1948 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Christian ScienceEl nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la "Ciencia Cristiana." me ha ayudado y me sigue ayudando de tal manera que me siento impelido a ofrecer este testimonio. Cuando por primera vez me interesé por la Christian Science, gracias al buen ejemplo y el cariñoso aliento que recibí de un hermano mío, me hallaba muy enfermo y descorazonado.

Aunque me había criado con todas las ventajas que ofrece la religión cristiana, por padres cariñosos y amantes de Dios, siempre pensaba en Dios como si estuviera muy lejano y sentía que, por alguna razón desconocida, me estaba castigando continuamente. Durante muchos años había estado en manos de los médicos, teniendo que ingresar en varios hospitales. Poco me alentaron las palabras de un ministro que trató de consolarme, hablándome de la voluntad de Dios acerca de mi enfermedad. La Biblia sí me daba alguna esperanza, aunque poco la podía comprender. Me agradaba tanto pensar en Jesús como el pastor, pero siempre creía que yo era una de las ovejas perdidas.

Recuerdo con gran alegría y profunda gratitud la primera reunión de los miércoles por la noche a que asistí. El primer himno que se cantó fué el de Mary Baker Eddy titulado "Apacienta mis ovejas" (Himnario, N.0304). No encuentro las palabras para expresar el consuelo y la alegría que experimenté al cantar éste himno. Al terminarse la reunión, me retiré sintiéndome libre de todo temor. Regresé a mi casa repitiendo durante todo el camino las pocas palabras que me quedaron grabadas en la memoria:

"La colina, di Pastor,
como he de escalar".

Aunque el progreso que hice fué lento, jamás vacilé en el nuevo entendimiento que había adquirido acerca de Dios, y desde el principio sentí mucho amor y profunda gratitud hacia nuestra venerada Guía, Mrs. Eddy, por habernos revelado en nuestra época la verdad que sana y salva. Por medio de un estudio aplicado de la Christian Science, me he podido sanar de resfriados, dolores de oído, resentimiento, obstinación y un vanidoso deseo de ganar los aplausos de mis amigos. Además he encontrado un empleo satisfactorio.

Unos años atrás, mientras estaba de visita con unos amigos que vivían en el estado de Massachusetts, de repente sufrí un colapso. El amigo que me hospedaba inmediatamente llamó a un especialista, quien diagnosticó el caso como la tuberculosis, agregando con toda franqueza que la medicina en nada me podría ayudar. Sin embargo recomendó me hiciera operar inmediatamente, a fin de prolongarme un poco la vida. En esos momentos yo le conté algo acerca de las muchas curaciones que había tenido en la Christian Science y le dije que me iba a comunicar enseguida con un practicista en la ciudad de Nueva York. El médico no se opuso a esta decisión mía, a pesar de no creer que la Christian Science me podría curar. Convenimos en que yo le volvería a ver dentro de cinco semanas para que me hiciera otro examen.

Notificado de mi condición, el practicista me aseguró que apreciaba mucho la oportunidad de comprobar una vez más el gran poder curativo de la Christian Science. Me recordó de las palabras tan alentadoras de nuestra Guía que aparecen en su obra Ciencia y Salud (pág. 380): "La Verdad es siempre victoriosa", y me recomendó que estudiase fielmente la Biblia, el Manual de La Iglesia Madre y los demás escritos de Mrs. Eddy.

Cinco semanas después, cumpliendo con fidelidad mi promesa, fuí a visitar de nuevo al especialista. Mientras me examinaba, se mostró a la vez contentísimo y asombrado, diciéndome que los pulmones estaban casi sanos. Luego me pidió que le volviera a ver dentro de unas cuantas semanas más, y así lo hice. Esta vez lo encontré realmente lleno de alegría y me aseguró que yo estaba completamente bien. Mi gratitud hacia Dios no conocía límites. El médico me dijo francamente que la curación de debía de un todo a la Christian Science y a lo que él llamó el esfuerzo mío. Como era natural, me apresuré a contarle al practicista las buenas noticias. Este dijo que estaba muy contento y agradecido pero que no le causaba sorpresa alguna.

Hace poco tiempo, cuando decidí enrolarme en el servicio de mi país, tuve que someterme a unos exámenes físicos muy rígidos. Me alegro de poder decir que no se encontraron indicios algunos de la enfermedad.

Siento profunda gratitud por la oportunidad que se me ofrece de serle útil a nuestra Causa, y por las muchas veces que he podido alcanzar un concepto más alto de lo que realmente significa el ser útil. También siento mucha gratitud por el trabajo del practicista que me sanó y que me alentó en el camino.—

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