A Un Primer Lector que hacía poco desempeñaba su cargo en una iglesia muy concurrida de la Christian ScienceEl nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la "Ciencia Cristiana"., se le preguntó si encontraba muy grande su tarea. "¿Grande?" replicó él, "en verdad que sí; me encuentro con el Amor divino cada vez que subo al púlpito." Esta respuesta dará que pensar a todas aquellas personas que tiendan a abrigar temores supersticiosos en cuanto a las penas que se incurren al aceptarse un puesto público en una de las causas más sagradas existentes.
¿No nos demuestran las Escrituras que cuando la Verdad divina comisionaba a un mensajero en tiempos antiguos, invariablemente le prometía la dirección, protección y sostén divinos? Todos los que son llamados a servir la Iglesia Científica de Cristo, en un puesto de confianza, debieran observar estrictamente el consejo dado por David a su hijo Salomón (I. Crón., 28:20): "!Ten confianza y buen ánimo; y manos a la obra! no temas, ni desmayes, porque el Dios Jehová, Dios mío, es contigo; no te dejará, ni te desamparará, hasta que se acabe toda la obra para el servicio de la Casa de Jehová."
Después de todo, ¿qué se puede temer, cuando la Christian Science nos enseña la totalidad de Dios, el bien? El temor y la ignorancia son inseparables; el aparecimiento del uno indica la presencia del otro. La humanidad siente temor sólo porque desconoce la omnipotencia y omnipresencia del Principio, el Amor, la Mente, y equivocadamente atribuye poder al opuesto o la ausencia de Dios—llamado el mal.
En su obra Miscellaneous Writings (pág. 8), Mrs. Eddy hace la siguiente pregunta: "¿Puedes ver un enemigo sin primero formarte un concepto de él, y luego contemplar el objeto de tu propia creación mental? ¿Qué es lo que te hace mal? Puede lo alto, o lo bajo, o cosa cualquiera creada, separarte del Amor que es el bien omnipresente—que bendice infinitamente a todos por igual? Aquí alguien puede decir: "Yo no me daba cuenta de que estaba creando un enemigo mentalmente, pero el error pareció atacarme de repente. ¿Soy acaso responsable de esto?"
Nuestra Guía, Mrs. Eddy, contesta esta pregunta con su inimitable franqueza y precisión. En todos sus escritos ella jamás abandona la premisa que le fué divinamente revelada: la totalidad de Dios, del bien infinito, y la impotencia e irrealidad del mal. Dios ciertamente no admite Su opuesto, al igual que la luz no conoce ni permite la obscuridad.
¿De dónde, entonces, proviene el poder y la presencia que aparenta tener el error? ¿De dónde sino de un concepto equivocado de las cosas? Escucha estas palabras iluminadoras (Miscellaneous Writings, pág. 83): "Nadie puede aceptar la creencia de otro, a no ser con el consentimiento de su propia creencia. Si el error que llama a la puerta de tu pensamiento originó en la mente de otro, tienes plena libertad moral para rechazar o aceptar este error; por tanto tu eres el árbitro de tu propio destino, y el pecado es el autor del pecado."
Nosotros somos los árbitros de nuestros propios destinos. ¡Qué palabras confortantes y animadoras! Cuando la Biblia declara que Dios confirió dominio al hombre, lo hizo sin reservas. Si debido a la ignorancia o el temor los mortales en lugar de reclamar este dominio han atribuído poder a la mala práctica mental—es decir, a los pensamientos erróneos—entonces ellos mismos se han entregado a la mala práctica mental. En una entrevista con un practicista de la Christian Science, cierta señora se quejó de que aparentaba ser víctima de la mala práctica mental. El practicista le preguntó si acaso ella sabía de donde provenía el error. La paciente le contestó que no estaba segura pero que sospechaba mucho de la señora fulana de tal. A lo que el practicista le respondió: "¿Quiere tener la bondad de pasar al espejo y mirarse bien? Ahí verá usted, mi buena señora, la única persona que puede perjudicarla con su mala práctica.
Mas, quizá interponga algún estudiante de buena fe, hay que admitir que en el pensamiento humano parecen haber errores tales como la malicia, la envidia, el odio a la Verdad y cosas por el estilo. ¿Me querrá usted decir que el Científico Cristiano debiera hacer caso omiso a estas sugestiones del mal? Es claro que no. Eso no es lo que enseña la Christian Science. Pero el Científico Cristiano nunca debiera combatir el error como si fuera una realidad. Cuando éste se presenta impúdicamente a la puerta de su conciencia, exigiendo entrada como una realidad, el Científico Cristiano debiera hacerle frente con calma y confianza, y reducirlo a la nada. Jamás debiera olvidar que "tiene plena libertad moral para rechazar o aceptar" el error. Si no abriga en la conciencia temor, egotismo ni obstinación, que arme al intruso o lo convide para que entre, éste volverá a su nada original, su impotencia y completa irrealidad.
En su obra "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras" (pág. 234), nuestra Guía hace la siguiente importante declaración: "Los pensamientos y propósitos malos no tienen más alcance ni hacen más daño, de lo que la creencia de uno permita. Los malos pensamientos, las concupiscencias y los propósitos malévolos no pueden ir, como polen errante, de una mente humana a otra, encontrando alojamiento inesperado, si la virtud y la verdad construyen una fuerte defensa." De manera que cuando el buen discípulo de la Christian Science es llamado por Dios para servir nuestra gran Causa redentora, puede aceptar gozosamente y sin temor. Sabiamente se revistirá ante todo de la armadura de Dios. ¿Se evidencian en su conducta y conversación diaria las virtudes cristianas? ¿Es la humildad una característica sobresaliente suya? ¿Predominan en él la honestidad, la pureza de pensamiento y palabra? ¿Demuestra a todos por igual su amor a Dios y a los hijos de Dios? Es así como la virtud construye una fuerte defensa.
La próxima cualidad a considerarse es la verdad—la verdad acerca de Dios, el hombre y el universo—que hará invencibles los muros de la protección. ¿Cuál será el Científico Cristiano que no se regocija al meditar sobre la totalidad del Amor, al sentirse cada vez más seguro de que no hay nada que temer cuando uno comprenda que la sugestión mental agresiva no tiene realidad alguna? "Porque", según nos dicen las Escrituras "ha sido derribado el acusador de nuestros hermanos, que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche" (Apoc., 12:10). Entonces es cuando oímos "una gran voz en el cielo que dice: "¡Ahora han venido la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios, y la soberanía de su Cristo!"
Las palabras del siguiente bien conocido himno asumen un nuevo significado cuando, al caminar con Dios, vemos que la virtud y la verdad construyen una fuerte defensa:
"Con el Cristo me refugio
del Padre en el santo plan,
y en la pura unión eterna
veo al hombre en perfección.
El pecado es impotente
contra el santo y gran poder
que del mal nos da dominio:
Con el Cristo estoy en Dios."
    