¿Que se pensaría de un estudiante de matemáticas que tratara de procurarse un libro de texto que, para facilitar su estudio, cambiara las reglas establecidas? ¿Lo haría en realidad más fácil? ¿No le apartaría más bien de la verdad que estaba buscando, impidiéndole así resolver los problemas de matemáticas y trayéndole finalmente como resultado la confusión y la desilusión? ¿Atentaría acaso alguien aprender un idioma extranjero con la ayuda de un libro que, profesando simplificar la gramática, cambiara, digamos, los verbos irregulares, convirtiéndolos en verbos regulares, o que por pura ignorancia omitiera una regla importante, quizá añadiendo algo que fuera completamente incorrecto? ¿Podría uno de esa manera hablar el idioma correctamente? En fin ¿llamaría uno gramática a esa clase de libro? La respuesta a todas estas preguntas es sin duda obvia.
Pero ¿no está por cierto en la misma situación todo aquel que trata de estudiar la Christian Science con la ayuda de libros que cambian ciertos hechos fundamentales con el objeto de hacerlos más agradables para el lector, o que hacen declaraciones incorrectas mientras profesan ofrecer una presentación más clara de la Verdad que la suministrada en la literatura autorizada de la Christian Science? Tal literatura quizá aparezca simplificada, sin embargo siempre resulta más complicada. La Verdad es realmente muy simple; lo erróneo es siempre lo complicado. Si la Christian Science, tal como nos la dió nuestra Guía, Mary Baker Eddy, no fuera tan simple, no podría ser puesta en práctica por los niños, sin embargo esto es precisamente lo que ellos están haciendo continuamente.
La literatura que atenta simplificar la Christian Science se aparta de la naturaleza simple de la Verdad — señal segura de que el intelecto humano ha entrado en acción. Este intelecto se introduce furtivamente en la literatura y así esta se complica. Cuando Jesús, maestro de la metafísica y el mejor amigo del hombre, enseñó a la humanidad a orar con las siguientes palabras (Mateo, 6:11): “Danos hoy nuestro pan de cada día”, no pensaba ciertamente en lo que pudiera ofrecer el intelecto humano. Sólo lo espiritual es capaz de satisfacer la petición: “Danos gracia para hoy; alimenta los afectos hambrientos,” según la interpretación espiritual que de esta petición nos da nuestra Guía (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 17). Todo aquello que no es de origen espiritual es material, y tales escritos espurios tienen sus raíces en el panteísmo.
La Christian Science es una revelación divina, la completa revelación de la Verdad. Su origen es divino. Dios se estaría contradiciendo a Sí mismo, o tratando de mejorar lo que ya reveló a Mrs. Eddy, si fuera necesaria una nueva revelación. Esta revelación, tal como la palabra lo indica, sacó a luz la realidad divina, la creación espiritual en toda su integridad. Esta realidad ha existido siempre. No podemos cambiarla, sino que debemos aceptarla tal cual es. Sería vano el tratar de añadirle o sustraerle algo para que fuera mejor comprendida. ¿Trataríamos acaso de añadirle algo a un círculo para que su forma apareciera más clara a los ojos del alumno?
Mrs. Eddy estaba plenamente consciente de la trampa que puede significar la literatura incorrecta. Con ternura y amor ella advierte al estudiante acerca de este peligro, en el Artículo VIII, Sec. 11, del Manual de la Iglesia bajo el título de “La literatura incorrecta está prohibida.” La primera frase de esta Sección dice lo siguiente: “Un miembro de esta iglesia no debe comprar, vender o poner en circulación literatura sobre la Christian Science que no exponga correctamente el Principio divino, las reglas y la demostración de la Christian Science.” Mrs. Eddy daba tanta importancia a esto que concluyó el párrafo con estas palabras significativas: “Apartarse del espíritu o la letra de este Estatuto implica cismas en nuestra iglesia y la posible pérdida de la Christian Science, al menos por un tiempo.” ¡Ningún estudiante sincero de la Christian Science se prestaría a un fin tan perjudicial para la humanidad! De manera que en esta insistencia en que se lea solamente la literatura autorizada de la Christian Science no se trata de la coerción sino que es más bien una protección para aquel que desea participar de la revelación de Mrs. Eddy.
Por cierto que en escritos que no son de la Christian Science también se han anunciado hermosas verdades acerca de Dios, y esta Ciencia no pretende tener el monopolio de todo lo que se dice acerca de Dios. Pero la Christian Science revela lo divino en toda su integridad, no habiendo atajo en el camino hacia la Verdad que pueda excluir las verdades que le son inherentes.
Existe además un tipo de literatura que a veces parece asemejarse mucho a la Christian Science. Pero la Christian Science es Ciencia. De manera que es exacta, y su Principio no puede ser cambiado para acomodar a persona alguna; tampoco puede haber la menor desviación en cuanto a sus reglas. Estas reglas pueden ser probadas, con lo cual se atestigua su veracidad.
Hay otras obras sobre la curación efectuada por medio de la oración además de las de Mrs. Eddy. Pero al Científico Cristiano le convendría hacer una comparación sobre el concepto que de la oración se da en estos libros con la definición de Mrs. Eddy, que dice (Ciencia y Salud, pág. 1): “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que para Dios todas las cosas son posibles,— un entendimiento espiritual de El, un amor abnegado.” Si tal concepto de la oración no correspondiera con esta definición, aunque fuera tan solo en uno de sus aspectos, no debiera ser aceptado por el Científico Cristiano. También han sido escritos tratados acerca de la curación de la enfermedad por medio de procesos mentales. Pero estos métodos no son los de la Christian Science, en la cual la curación es efectuada por el Cristo. Refiriéndose al Cristo, Jesús declaró (Juan, 10:9): “Yo soy la puerta: por mí si alguno entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.”
Podría añadirse una palabra acerca de las copias a máquina que se dicen haber tomado de artículos aparecidos en la literatura de la Christian Science. De no poderse establecer su autenticidad, este material carece de valor y es además peligroso.
La Biblia, las obras de Mrs. Eddy y la demás literatura autorizada de la Christian Science ofrecen material suficiente de estudio para cualquier estudiante de la Christian Science. En vez de emplear su tiempo leyendo literatura espuria de la clase descrita, sería mucho más útil para el estudiante que se dedicara con mayor ahinco al estudio de las obras de Mrs. Eddy. Esto implica estudiarlas en su idioma original. Si así lo hiciera, descubriría incomparables riquezas y tesoros inesperados, tales como los que se hallan en los diversos significados de las palabras que Mrs. Eddy emplea, la posición que les da, y la asombroso exactitud de su exposición de la Verdad. Esto de por sí será su suficiente recompensa y le rendirá abundantes frutos.
