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En el camino hacia la Verdad no hay atajo

[Artículo original en alemán]

Del número de enero de 1950 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Que se pensaría de un estudiante de matemáticas que tratara de procurarse un libro de texto que, para facilitar su estudio, cambiara las reglas establecidas? ¿Lo haría en realidad más fácil? ¿No le apartaría más bien de la verdad que estaba buscando, impidiéndole así resolver los problemas de matemáticas y trayéndole finalmente como resultado la confusión y la desilusión? ¿Atentaría acaso alguien aprender un idioma extranjero con la ayuda de un libro que, profesando simplificar la gramática, cambiara, digamos, los verbos irregulares, convirtiéndolos en verbos regulares, o que por pura ignorancia omitiera una regla importante, quizá añadiendo algo que fuera completamente incorrecto? ¿Podría uno de esa manera hablar el idioma correctamente? En fin ¿llamaría uno gramática a esa clase de libro? La respuesta a todas estas preguntas es sin duda obvia.

Pero ¿no está por cierto en la misma situación todo aquel que trata de estudiar la Christian Science con la ayuda de libros que cambian ciertos hechos fundamentales con el objeto de hacerlos más agradables para el lector, o que hacen declaraciones incorrectas mientras profesan ofrecer una presentación más clara de la Verdad que la suministrada en la literatura autorizada de la Christian Science? Tal literatura quizá aparezca simplificada, sin embargo siempre resulta más complicada. La Verdad es realmente muy simple; lo erróneo es siempre lo complicado. Si la Christian Science, tal como nos la dió nuestra Guía, Mary Baker Eddy, no fuera tan simple, no podría ser puesta en práctica por los niños, sin embargo esto es precisamente lo que ellos están haciendo continuamente.

La literatura que atenta simplificar la Christian Science se aparta de la naturaleza simple de la Verdad — señal segura de que el intelecto humano ha entrado en acción. Este intelecto se introduce furtivamente en la literatura y así esta se complica. Cuando Jesús, maestro de la metafísica y el mejor amigo del hombre, enseñó a la humanidad a orar con las siguientes palabras (Mateo, 6:11): “Danos hoy nuestro pan de cada día”, no pensaba ciertamente en lo que pudiera ofrecer el intelecto humano. Sólo lo espiritual es capaz de satisfacer la petición: “Danos gracia para hoy; alimenta los afectos hambrientos,” según la interpretación espiritual que de esta petición nos da nuestra Guía (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 17). Todo aquello que no es de origen espiritual es material, y tales escritos espurios tienen sus raíces en el panteísmo.

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