En el Manual de La Iglesia Madre, Mary Baker Eddy aconseja a los miembros de la iglesia que manejen sus asuntos con sabiduría, economía y amor fraternal (Art. XXIV, Sec. 5). ¿Cuál será la economía a que ella se refiere? Sin duda alguna la verdadera economía debe ser siempre espiritual y por tanto práctica en el sentido más alto de la palabra. Debe proceder de Dios, el Principio divino, pues de lo contrario no se relacionaría con la Ciencia divina. Procediendo de Dios, no puede acarrear ni un vestigio de materialidad, es decir, ningún proceso o modo de pensar materialista. Debe ser infalible, universal, y estar siempre disponible.
Cristo Jesús, nuestro gran Mostrador del camino, dijo (Juan, 4:35): “¿No decís vosotros que hay todavía cuatro meses, y entonces viene la siega? He aquí, os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, que ya están blancos para la siega.” Con esta declaración Jesús trató de despertar a sus discípulos de la apatía en que se hallaban en cuanto a su concepto de la actividad. La actividad humana es siempre limitada y difiere toda realización; cree en procesos, en el tiempo y en los éxitos personales mediante una mente personal, en tanto que el Maestro trató de demostrar que la cosecha, o realización del bien, es alcanzada solamente a medida que la naturaleza espiritual de la existencia es comprendida. El sabía que Dios es la sola causa de la existencia, y que esta causa y su manifestación, el hombre y el universo, son enteramente buenos ahora mismo.
La economía, según el concepto humano, se refiere al prudente manejo ya sea de una casa, de un estado, de los asuntos de una iglesia o de la producción y distribución de las riquezas materiales. Se refiere además al ahorro de tiempo, dinero u otros recursos. De modo que se describe a cierta persona o a una cierta acción como económica o antieconómica. La economía humana se ha convertido en un problema mundial que cada año se complica más. En su nombre, se presentan como soluciones las nuevas ideologías, las cuales aparecen y desaparecen como las modas.
La naturaleza económica del gobierno del Espíritu estriba en su eterna presencia. El Espíritu, uno de los siete sinónimos de Dios dados por Mrs. Eddy en el libro de texto de la Christian Science “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”, es el Todo y único. En el grado en que la totalidad y la unidad de la Mente, el Espíritu, son percibidos individualmente, la tediosa experiencia de los procesos y demoras materiales se elimina, ya que estos emanan del falso concepto de que existe un universo material y que hay limitaciones de tiempo. La materia y el tiempo son fases de la creencia de la divisibilidad, o sea la existencia de más de una Mente.
Los cismas, la pluralidad, divisibilidad y dualidad son todos conceptos erróneos de la mente mortal, el supuesto contrario de la unidad del ser, la cual es un punto fundamental en las enseñanzas de la Christian Science. La substancia que constituye el Espíritu, la Mente y el Amor, jamás se separa de sí misma. En la economía divina, el Espíritu permanece inalterable. No se convierte en algo distinto para así suplir la necesidad humana. Esta necesidad es satisfecha a medida que el sentido humano cede al hecho divino de que el Espíritu lo es todo.
En Ciencia y Salud Mrs. Eddy define así al hombre (pág. 591): “La idea compuesta del Espíritu infinito; la imagen y semejanza espiritual de Dios; la representación completa de la Mente.” Luego, genéricamente el hombre, “la representación completa de la Mente”, incluye todas las ideas correctas de la Mente. Esta inclusión de ideas correctas es un estado subjetivo de la existencia que es completamente espiritual, y constituye la riqueza natural e indestructible del hombre, la que está siempre a mano y que nunca está sujeta a los procesos humanos. Constituye asimismo la salud del hombre. Esta totalidad del hombre verdadero, reflejo de la Mente única, excluye la posibilidad de toda invasión, ya sea en forma de germén de enfermedad ya en forma de accidente. También excluye la posibilidad de la competencia o del choque de voluntades.
En la unidad y totalidad del ser, una persona no puede restarle nada a otra ni tampoco darle algo. Lo que parece ser la repartición del bien entre los hombres es la realización en cierto grado de la ininterrumpida unidad e infinitud del ser; de la propia plenitud individual y espiritual que Dios ha conferido al hombre; de la naturaleza imparcial y espiritual del Amor divino. En el milagro de los panes y los peces quedó demostrada la suficiencia del Espíritu. Cuando Jesús multiplicó los cinco panes y dos peces y alimentó a la multitud, se llenaron doce cestos de los fragmentos que sobraron, prueba ésta de que la Verdad no es jamás inadecuada, sino siempre suficiente para suplir en todo momento las necesidades del hombre.
Lo que aparece como la abundancia inmediata, la curación instantánea o el repentino cambio favorable de fortuna, cuando se logra mediante la comprensión de la presencia del Espíritu, la Mente, y su gobierno y aprovisionamiento del hombre, es la manifestación humana del bien que está siempre presente.
El progreso desde el punto de vista humano implica obstáculos salvados y el reconocimiento de éxitos personales. Pero la Christian Science enseña que el progreso verdadero proviene de la operación de la ley de Dios en la consciencia humana, la cual corrige el limitado concepto humano del éxito, revelando la verdad de que el hombre expresa el desenvolvimiento infinito de la Mente omniactiva.
Sólo viviendo la Ciencia del Cristo y demostrando cada vez más en la vida diaria la omnipotencia y unidad del Espíritu, conseguimos mejorar el limitado concepto humano de la economía planeada, con todos sus procesos, demoras y sugestiones derivadas de la materia. Lo que la humanidad realmente desea es una solución verdadera y práctica para sus dificultades económicas, y puesto que la Christian Science puede señalar el camino hacia esta meta, los estudiantes de esta Ciencia tienen una oportunidad y responsabilidad muy grande para con la humanidad. Deben reconocer que les incumbe comprender con creciente claridad que Dios es el Padre-Madre de todos, y ejemplificar la fraternidad de los hombres, amando al prójimo como a sí mismos.
El hombre verdadero es la idea perfecta del Amor, de valor incomparable. Dios le ha dotado de sabiduría e inteligencia. Es gobernado por la economía del Espíritu pues refleja la Mente indivisa. En la Mente no existen los caprichos de la creencia humana, ni personas materiales y obstructivas, por la sencilla razón de que en el universo de Dios no existen los mortales, los sentidos personales ni las dificultades de toda especie que les son inherentes. La Mente es Una y el Todo, y es por naturaleza todo inclusiva. Este hecho elimina la posibilidad de la existencia de una mente humana que maneja, o de algo que debe ser manejado.
La actividad de la economía verdadera es inherente a la reflexión. Cuando uno acepta el hecho espiritual de que su individualidad verdadera es el reflejo de Dios, y que Dios origina tal reflexión, es beneficiado espontáneamente por la economía divina.
En la proporción en que uno refleje el Espíritu, se manifestarán en su vida la derechura y la claridad. Su pensamiento y sus acciones serán boyantes, espontáneos, llenos de júbilo, sobreponiéndose a las incertidumbres de los anhelos y planes materiales, y estarán libres de la improbidad, de la hipocresía, los celos, la parcialidad, la injusticia y las opiniones mezquinas. Al evaluar su utilidad actual para la humanidad, no considerará los errores cometidos en el pasado, sino que reconocerá que en realidad su valor, como hijo de Dios, supera en mucho la evaluación de la mente mortal.
Una de las falsas creencias de la materia, y por tanto de la economía humana, es la creencia en la necesidad de un médium: la creencia de que el hombre necesita algo que esté fuera de sí mismo para salvarle y hacer que esté satisfecho y completo. Tal necesidad podría presentarse como la carencia de recursos, de atención médica, de un protector, de alguna persona de ánimo espiritual que le aconseje y ayude o de alguien que le asegure que es amado. Desde el punto de vista de la Verdad, el hombre verdadero ya está salvado, es decir, ya se halla completo y satisfecho.
Para este hombre espiritual y verdadero y que es la manifestación de la Mente divina, que todo lo abarca, no existe un mundo exterior que el hombre tenga que componer, cambiar o mejorar. El reino de los cielos está dentro de él; se halla en la comprensión de la perfección actual del hombre como la manifestación de Dios, el bien, completamente separado de las creencias de tiempo, del sentido personal y de lugar, es decir, en su propia comprensión espiritual de su actual perfección como hijo de Dios.
En la economía del Espíritu, los valores verdaderos son establecidos por el Amor, el Principio divino, y no varían jamás. Los valores del Espíritu ignoran todo cuanto se refiere al ajuste de precios o las variables leyes de la oferta y la demanda, a la distribución igual o desigual del dinero o de los artículos de consumo, a las opiniones y evaluaciones humanas.
En la economía del Espíritu, es el Amor divino el que todo lo avalúa. El único requisito en la economía divina es amar, y las imparciales y universales dádivas de Dios constituyen la única distribución. Esta comprensión es en verdad sabiduría, un tesoro tan dinámico, tan precioso, que nadie lo puede retener para sí mismo. Pertenece a toda la humanidad.