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La inteligencia considerada como el conocimiento de sí mismo

Del número de enero de 1950 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La inteligencia está relacionada directamente con el conocimiento correcto de sí mismo. Cualquiera que reflexione sobre esto difícilmente lo disputará. “Dios es inteligencia” declara Mary Baker Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 2). Y ella expone claramente que esta inteligencia, la Mente infinita, Dios, tiene una cualidad primaria y eterna que ella denomina también inteligencia.

Moisés oyó la voz de Dios, la inteligencia, que se hacía conocer por aquella maravillosa autodescripción: “YO SOY EL QUE SOY” (Ex., 3:14). Y Cristo Jesús, testificando con su propia naturaleza a la naturaleza de la Mente que le concibió, dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan, 14:6). Estas palabras podrían significar: Nadie conoce a Dios a menos que sepa que incluye en sí mismo aquella cualidad primaria y eterna de Dios que expresa o refleja la infinita habilidad de conocerse a sí mismo, poseída por su fuente divina.

Mrs. Eddy ha puesto énfasis sobre el hecho de que Dios se conoce a Sí mismo, y fué guiada a emplear la palabra “inteligencia” como término indicativo del creador. Tenemos un ejemplo de esto en su libro Unity of Good (pág. 27), donde después de describir al mal como “egotista,— jactancioso, pero que huye al amanecer como una sombra”, ella afirma que Dios es “egoísta, no conociendo más que la totalidad de Su propia presencia, sabiduría y poder.” También subraya el poder del conocimiento propio con esta amonestación que aparece en el libro de texto de la Christian ScienceEl nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la “Ciencia Cristiana”. (Ciencia y Salud, pág. 571): “Conócete a ti mismo, y Dios proveerá la sabiduría y la ocasión para la victoria sobre el mal.”

¿No estriba acaso la eficacia de este conocimiento espiritual propio en su exactitud o verdad, la cual al establecerse en la consciencia pone de manifiesto la divina cualidad — inteligencia? ¿No se manifiesta esta verdad como inteligencia por el hecho de que aquel que la expresa sabe lo suficiente para mantenerse sano, activo, sabio, afectuoso e inmortal? ¿O, dicho de otra manera, sabe demasiado para estar enfermo, o aburrido, para ser odioso o estar sujeto a la muerte? ¿No es verdad que Cristo Jesús y la Christian Science, el Consolador prometido por el Maestro, han revelado el medio por el cual se habrá de satisfacer la eterna búsqueda de la inteligencia? “La Verdad está revelada,” dice Mrs. Eddy (ib., pág. 174). “Sólo es menester practicarla.”

Todo esfuerzo intelectual tiende a facilitar al hombre la comprensión de sí mismo y del universo. Sin embargo, no hay intelectualidad ni vía de aproximación a la realidad a través de la materia o el razonamiento material que revele al hombre como capaz de gobernarse a sí mismo mediante su dominio sobre el mal. A pesar de los esfuerzos sobrehumanos que se hacen en las llamadas investigaciones científicas basadas en un concepto material del hombre, el hombre es todavía “lo desconocido”, según lo ha designado un conocido autor moderno. Y desconociéndose a sí mismo ¿no será carente de inteligencia este tal llamado hombre?

Pero el hombre verdadero ¿acaso se desconoce a sí mismo? ¿No es verdad que merced al ministerio de Cristo Jesús y la eficacia de la Christian Science, cada individuo puede conocer el origen divino del hombre y por consiguiente conocerse a sí mismo como la imagen y semejanza de ese su origen? A pesar de que casi todos los conocimientos exactos de cualquier cosa son alcanzados mediante el conocimiento de su origen — conociéndose así el producto por la naturaleza de su autor — los procesos materialmente intelectuales se dedican casi exclusivamente a las investigaciones de lo que se consideran los efectos, y no de la causa. Por este método la intelectualidad forma sus conclusiones acerca de tales efectos y denomina a estas conclusiones, conocimientos. El sentido material no pretende poseer conocimientos exactos de aquello que a menudo denomina “la gran Causa Primera”, frase — aceptable en sí— con la cual el intelecto material se refiere a lo que designa como el “dios no conocido” (Hechos, 17:23). De modo que el sentido material ignora los efectos de la gran Causa Primera. De ahí que el sentido material esté a la merced de opiniones y conclusiones que deben ser contempladas aun por él mismo al menos como inciertas. En efecto, tales opiniones y conclusiones no pueden ser sometidas a prueba de validez, identificándoselas, ya sea por su calidad o naturaleza, con la gran Causa Primera, de la cual por supuesto no provienen.

Cristo Jesús reveló que el origen del hombre es Dios, el Espíritu divino que él llamaba Padre. La Christian Science ha revelado al mismo Espíritu divino como Padre-Madre, Principio incorpóreo, la Mente creadora que concibe al hombre. Así, el cristianismo con su promesa cumplida, la Christian Science, es la perla de gran precio pues nos ha presentado el conocimiento exacto lo que es la causa. Su enorme contribución al desarrollo del pensamiento de los siglos es patente. Ha revelado el único medio por el cual el hombre puede conocerse a sí mismo con certeza infalible, como completo, perfecto y eterno, por ser la imagen y semejanza de su causa divina, del gran YO SOY, que se conoce a Sí mismo, y a quien el hombre conoce íntimamente y por siempre. La Christian Science, aceptando el criterio del cristiano por excelencia, apela a la humanidad a que acepte también esta prueba: “Así que por sus frutos los conoceréis.”

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