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Un punto fundamental en la curación

Del número de enero de 1950 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Comprendiendo que la muerte es imposible en el reino de la Vida eterna, divina y siempre presente, Jesús de Nazaret pudo salir del sepulcro y presentarse a sus discípulos. Esta misma comprensión de que la vida del hombre y su actividad normal y continua dependen de Dios, y no del cuerpo material, facultó a Jesús para sanar a los enfermos y resucitar a los muertos.

En la página 75 de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”, Mary Baker Eddy explica el modo de pensar que capacitó a Jesús para levantar a Lázaro de la tumba, a pesar de que hacía cuatro días que sus amigos lo tenían por muerto. Ella escribe: “Jesús resucitó a Lázaro por el entendimiento de que Lázaro nunca había muerto, no por la admisión de que su cuerpo había muerto y que después volvió a vivir.” Luego para mejor explicar este punto fundamental de la Ciencia de la curación cristiana, agrega: “Si Jesús hubiera creído que Lázaro había vivido o muerto en su cuerpo, el Maestro hubiera estado en el mismo plano de creencia como aquellos que enterraron su cuerpo, y no hubiera podido resucitarlo.”

La trascendental revelación que le permitió a Mrs. Eddy explicar de tal modo el método de curación empleado por Jesús, le había demostrado claramente que el hombre verdadero no vive en un cuerpo material, y por tanto no puede morir en él. Mrs. Eddy había aprendido a hacer una clara distinción entre el concepto humano o mortal del hombre y el hombre espiritual, que es la eterna imagen y semejanza de Dios. Jesús despertó a Lázaro por la comprensión de que su verdadera entidad era tan permanente y perfecta como Dios, su creador. El hombre espiritual no enferma para luego sanar. No muere para poder ascender a vida eterna. El hombre de Dios es por siempre uno con el Espíritu, y no puede en realidad vivir en un cuerpo material o por medio de él. La materia no crea la vida y no la puede quitar.

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