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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[El primero de una serie de artículos que muestran el desarrollo progresivo del Cristo, la Verdad, en toda la Biblia]

La Santa Biblia

Del número de noviembre de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Lo que apropiadamente se denomina la Santa Biblia puede considerarse de significado universal, y el hecho de que sea el libro que más ampliamente se ha distribuido en el mundo, más que cualquier otro, es un tributo a la creciente comprensión de los hombres. Entre los lectores de habla inglesa es más conocida en la Versión Autorizada o King James, publicada por primera vez en 1611. Dicha Versión refleja la belleza sublime del lenguage de la era Isabelina. Las muchas traducciones inglesas más recientes de este libro incomparable, demuestran el ahinco con que trabajan eruditos y legos por igual para discernir más profundamente su significado.

¿Qué es lo que da a la Biblia tal atracción universal cuando es estudiada con penetración y discernimiento por gente de todas las razas, nacionalidades o credos? ¿Cuál es su propósito? ¿Cuáles son sus resultados? Tales preguntas no pueden contestarse pronta o completamente, pero ciertos puntos básicos son evidentes. Las enseñanzas de la Biblia sobre los valores morales y espirituales han encontrado aceptación en los gobiernos y tribunales; han transformado las vidas de gran parte de la humanidad, llevándolas de costumbres primitivas y paganas a sociedades cristianas.

Por sobre todo, la Biblia es un libro acerca de Dios, como lo señalan las primeras palabras citadas en nuestra versión: "En el principio creó Dios..." (Génesis 1:1). Si bien algunos pasajes parecen tener poca relación con este tema fundamental, repetidamente Dios es dado a conocer como el Padre, el Hacedor y creador, el Gobernador del hombre y del universo y el Legislador supremo. No sólo es Dios todo esto, sino que permanece también como la inspiración inagotable y es el tema de toda la Biblia, que ha traído a la luz el valor y la dignidad del hombre individual.

En razón de que la Biblia es también un libro que habla acerca de los hombres, tiene una atracción igualmente universal en este aspecto, pues registra los esfuerzos de la humanidad por acercarse a Dios y comprenderlo. Al mismo tiempo, expone francamente las dificultades que encuentran los hombres cuando fracasan en su búsqueda, o cuando resisten o desobedecen las justas exigencias de su Hacedor, que a menudo se relatan en este Libro de Libros.

Las Sagradas Escrituras son divinas en sus claros mensajes e ideales espirituales, sus esperanzas y promesas, en su exposición de la verdadera naturaleza de Dios y del hombre; pero también son profundamente humanitarias y están al día al presentar los problemas y necesidades de la humanidad como también las gloriosas posibilidades y certeza de su solución.

La Biblia alcanza su clímax en las enseñanzas y curaciones de Cristo Jesús, quien fue llamado el Hijo de Dios, el Mesías, en razón de su íntimo parentesco con su Padre celestial y la comprensión que de Él tenía, mientras que, como Hijo de la Virgen madre, conocía los problemas de los hombres con claridad y compasión. Por eso estaba en una posición única de ser el Salvador y Mostrador del Camino, la guía siempre necesaria y siempre disponible, para ayudar a los hombres en sus esfuerzos por lograr una comprensión de Dios.

La Biblia tiene una trascendencia sin igual, especialmente en razón de que el tema tratado cubre muchos siglos. Consta de sesenta y seis libros, escritos durante un período de casi nueve siglos, de los cuales se necesitaron ocho para la recopilación de los libros del Antiguo Testamento y algo menos de un siglo para los libros del Nuevo Testamento. Por ello puede considerarse como una biblioteca más bien que como un solo volumen, biblioteca que merece estudio constante.

El propósito de los artículos que seguirán a éste, será el de presentar aspectos de la practicabilidad y vitalidad que tiene la Biblia. En ellos se subraya la tesis de que no es prudente considerar sus relatos y mensajes como fragmentos sin relación, sino, más bien, que deben presentarse como una continuidad de pensamiento que contribuye consecuentemente al cumplimiento del inspirado propósito de las Escrituras.


Procura con diligencia presentarte a Dios
aprobado, como obrero que no tiene de qué
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.
Porque el siervo del Señor no debe ser
contencioso, sino amable para con todos,
apto para enseñar, sufrido; que con
mansedumbre corrija a los que se oponen.

2 Timoteo 2:15, 24, 25

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