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Veamos la evidencia del Cristo en los demás

Del número de noviembre de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los individuos son llevados a estudiar Ciencia Cristiana y a hacerse miembros de la Iglesia de Cristo, Científico, a través de una gran variedad de experiencias humanas. No debemos, pues, inquietarnos o desalentarnos al observar que hay muchos estados distintos de pensamiento en la organización de la iglesia. Debemos, sí, recordar que el elemento espiritual, o impecable, en el pensamiento humano ha congregado y unido a los miembros de la iglesia. Esta espiritualidad es la evidencia del Cristo, la manifestación de Dios, o la Verdad.

En su poema Christ and Christmas Mrs. Eddy dice:

Girando velozmente de zona en zona,
— Brillante y bendita, —
En lejanía, sobre la desolada noche del caos,
Brilló una estrella, valiente y solitaria. Chr., pág. 7;

Es inspirador saber que esta “estrella, valiente y solitaria”, representante de la idea-Cristo, que señala el Camino de la Verdad y el Amor vivientes, está presente, en alguna medida, en todos los niveles de la consciencia humana. Una vislumbre del Cristo ha guiado a cada miembro a afiliarse a la iglesia. La idea verdadera de la eterna relación del hombre con Dios, como la propia imagen y semejanza de Dios fue demostrada plenamente por Cristo Jesús, y es patrimonio de todos los hombres. La santidad une a los miembros de la iglesia en un único núcleo de actividad y en un solo objetivo firme y santo.

No se espera que los estudiantes de la Ciencia Cristiana hayan vencido todo error antes de unirse a este núcleo de actividad; si así fuera, la iglesia no tendría razón de ser en nuestra actual experiencia humana. Pero la iglesia sí tiene razón de ser y es esencial ahora para todos nosotros. La actividad organizada de la iglesia es ahora necesaria e indispensable para superar efectivamente los errores de la mente mortal humana. Trabajando y orando de consuno por el bienestar de la humanidad, aprendemos a percibir el bien en cada miembro, como expresión individual del Cristo, y también a impersonalizar y, luego, a destruir el error.

¿Cómo impersonalizamos los errores que creemos observar en nosotros o en los otros miembros de la iglesia? Debemos comenzar por comprender que el mal, en cualquier forma que se presente, nunca forma parte del ser verdadero de ningún individuo. El mal es únicamente la creencia mortal, o la mente carnal, que sólo es el opuesto imaginario, o ausencia, de Dios, el bien.

Cada ser humano parece ser una combinación de bien y mal, pero, como Jesús demostró en su parábola de la cizaña y el trigo, la cizaña, o el mal, nunca forma realmente parte del trigo, o el bien. En la época de la siega, o demostración, la cizaña será separada del trigo; se harán evidentes la realidad del bien y la consecuente irrealidad del mal. El “padre de familia” dirá entonces a los segadores: “Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. Mateo 13:30;

Podemos abrigar la certeza de que el bien en cada miembro de la iglesia es superior a cualquier error aún no superado. En su obra Message to The Mother Church for 1900, Mrs. Eddy menciona algunas ciudades del mundo donde la Ciencia Cristiana contaba entonces con adeptos, y agrega: “Las iglesias de esta denominación están prosperando en las ciudades antes mencionadas y, gracias a Dios, la gente más interesada en este antiguo y nuevo tema del Amor redentor es la mejor gente de la tierra y el cielo”. OO., pág. 2;

Cada miembro aprende a apreciar la verdad de que aquellos con quienes trabaja “es la mejor gente de la tierra y el cielo”, y comprende que le cabe el privilegio de orar para obtener una percepción más espiritual de ellos.

Una Científica Cristiana, que estudiaba en oración el verso del poema de Mrs. Eddy citado al comienzo de este artículo, tuvo una percepción espiritual de esa índole. Percibió la “estrella, valiente y solitaria”, símbolo del Cristo, o la Verdad, brillando con el glorioso esplendor del bien divino, sobre una vasta multitud que representaba a todos los miembros de la Iglesia de Cristo, Científico. Inmediatamente percibió que todo lo que había de verdadero en cada miembro se elevaba y se unía a la estrella, y que lo que quedaba — que para ella representaba un sentido falso y personal de los miembros — se disolvía y desaparecía en la nada.

¡Es maravilloso saber que todo lo real en la naturaleza humana de cada miembro es evidencia del Cristo único, la manifestación indivisible y eterna de Dios, el bien, no entorpecida por el pecado, la enfermedad o sentido personal de ninguna clase! Mrs. Eddy dice: “Cuanto más comprendo la verdadera naturaleza humana, tanto más percibo que es impecable, — tan ignorante del pecado como lo es el Hacedor perfecto”. Unidad del Bien, pág. 49.

Los miembros de la iglesia deben sentirse en libertad de progresar en el camino que Dios les revele, sin interferencia personal ni crítica de otras personas. No quiere decir esto que no podamos alentarnos mutuamente a adherirnos al Principio divino, obedeciendo el Manual de La Iglesia Madre escrito por Mrs. Eddy. Pero nuestra mejor ayuda a los demás es nuestro propio ejemplo de progreso espiritual a través del servicio abnegado a Dios y a Su Iglesia.

Mrs. Eddy fundó la Iglesia de Cristo, Científico, por la percepción del Cristo siempre presente. A medida que dejemos que la paciencia, la humildad y el amor del Cristo encuentren cabal expresión en nosotros, percibiremos y agradeceremos su presencia en los otros miembros. Los individuos de nuestras comunidades serán atraídos por la luz del Cristo e impulsados a unirse a la Iglesia de Cristo, Científico, y a apoyarla con gozo. Eventualmente toda la humanidad responderá a “este antiguo y nuevo tema del Amor redentor” y comprenderá que forma parte de “la mejor gente de la tierra y el cielo”.

Así alumbre vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras buenas obras,
y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Mateo 5:16

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