Al padre de Bárbara lo transfirieron de Boston a París, Francia, así que toda la familia se cambió a esa bellísima ciudad. Pero Bárbara no se sentía feliz. Se creía sin amigos, su maestra era muy estricta, y se sentía sola.
Un día, al regresar de la escuela, se lo dijo a su mamá. Ésta la escuchó y luego le preguntó algo un poco raro: "¿Recuerdas ese abrigo viejo que está detrás de la puerta?" Era un abrigo que se usaba para sacudir la escoba y sacar la basura, y que en francés se le llama "le manteau de misère" — el abrigo de la miseria. Su mamá le dijo: "Estás dejando que un sentimiento de lástima entre en tu pensamiento, te estás poniendo el abrigo de la miseria".
Su mamá se sentó con Bárbara y le habló de la verdad que ella había aprendido en el hogar y en la Escuela Dominical. La maestra que Bárbara tenía en la Escuela Dominical le había dicho antes de su partida que recordara que su verdadera identidad era el perfecto hombre espiritual (y no había otro hombre).
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