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Quitándose el abrigo de la miseria

Del número de noviembre de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al padre de Bárbara lo transfirieron de Boston a París, Francia, así que toda la familia se cambió a esa bellísima ciudad. Pero Bárbara no se sentía feliz. Se creía sin amigos, su maestra era muy estricta, y se sentía sola.

Un día, al regresar de la escuela, se lo dijo a su mamá. Ésta la escuchó y luego le preguntó algo un poco raro: "¿Recuerdas ese abrigo viejo que está detrás de la puerta?" Era un abrigo que se usaba para sacudir la escoba y sacar la basura, y que en francés se le llama "le manteau de misère" — el abrigo de la miseria. Su mamá le dijo: "Estás dejando que un sentimiento de lástima entre en tu pensamiento, te estás poniendo el abrigo de la miseria".

Su mamá se sentó con Bárbara y le habló de la verdad que ella había aprendido en el hogar y en la Escuela Dominical. La maestra que Bárbara tenía en la Escuela Dominical le había dicho antes de su partida que recordara que su verdadera identidad era el perfecto hombre espiritual (y no había otro hombre).

La comprensión de la identidad espiritual era como un pasaporte. Ninguna barrera podía dejarla afuera si usaba este pasaporte para ir al reino de Dios. Y Cristo Jesús dijo: "El reino de Dios está entre vosotros". Lucas 17:21; Si ella usaba su pasaporte adecuadamente encontraría el reino feliz de Dios dondequiera que ella fuera.

Bárbara decidió ir al hermoso parque que quedaba cerca de su casa para pensar sobre esto. Por el camino iba cantando este himno de Mrs. Eddy que tanto le gustaba:

La colina, di Pastor
cómo he de escalar ... El Himnario de la Christian Science, Núm. 304;

Decidió seguir "con gozo por la tempestad"Traducido del inglés. y escuchar la voz de Dios en vez de tenerse lástima, y a encontrar a alguien en el parque a quien ella pudiera ayudar. Mientras estaba sentada en un banco del parque, recordó las palabras de otro himno de Mrs. Eddy:

Es mi oración hacer el bien,
Por Ti, Señor;
de amor ofrenda pura es,
do guía Dios. Núm. 253.

Casi enseguida Bárbara vio cerca a una niñita que parecía tener dificultades para caminar y que no podía participar de los juegos con los otros niños. Se dio cuenta de que el mejor regalo que ella podía darle a esta niñita era verla como realmente era — la hija perfecta de Dios. Fue hacia ella y le ofreció enseñarle juegos malabares que había aprendido en Boston. Bárbara le sonrió mientras le ofrecía su pelota — la niñita también tenía otra. Bárbara empezó a jugar y su nueva amiga se reía a carcajadas porque era muy divertido. Pasaron un buen rato juntas, como dos viejas amigas. De ahí en adelante Bárbara y su amiga se encontraban todos los días después de la escuela. El idioma no las podía separar porque no habían barreras linguísticas. El Amor le había enseñado a Bárbara el camino. Y nunca jamás volvió a ponerse el abrigo de la miseria.

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