Algunas personas creen que no pueden vivir sin el tabaco, el alcohol o los llamados estimulantes de la mente o drogas tranquilizantes. Esta esclavitud crónica causa mucho sufrimiento.
Un Científico Cristiano escrupuloso se rehusa a ceder a la tentación de usar drogas en razón de que lucha por depender cada vez menos de la materia para su propia satisfacción. Esto no sólo lo hace en beneficio propio, sino que está convencido que en su esfuerzo puede ayudar a aquellos que padezcan del vicio del tabaco, del alcohol o de las drogas.
Al negarse a compartir estos hábitos no es siempre necesario dar una explicación extensa. En una reunión en la que participaban gente prominente y altos jefes de la empresa en que trabajaba, se me invitó a tomar por lo menos medio vaso de vino para brindar por la firma en que me ganaba la vida. Simplemente me rehusé. Mediante mi estudio y aplicación de la Ciencia Cristiana, ya había aprendido que la adhesión a sus exigencias trae bendiciones. Esto me dio el valor para actuar como lo hice. En una reuión posterior comprobé que ofrecían bebidas sin alcohol y que varias personas las aceptaban.
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