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En mi adolescencia me di a la bebida.

Del número de diciembre de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En mi adolescencia me di a la bebida. Pasé de una experiencia desenfrenada a otra, sin sentir el más mínimo respeto por la ley y el orden. Cuando estaba bajo la influencia del alcohol me ponía provocativo y hacía lo que quería, sin importarme lo que sintieran mis parientes o amigos. No tenía propósito en la vida y pensaba que podía escapar de todos mis problemas. Nada me importaba.

Mis erróneos deseos me pusieron en muchos aprietos con la ley. Las autoridades emplearon toda clase de métodos correctivos, hasta que finalmente la violencia fue enfrentada con la violencia. Mi amargo odio por la ley y la autoridad fue en aumento.

Una noche, en un arranque de furia y ebriedad tomé una hoja de afeitar e intenté suicidarme. Cuando ví la terrible cosa que había hecho, desperté a mi madre, que era una consagrada Científica Cristiana, y ella me atendió. Yo sólo recurría a mi madre en ocasiones como éstas. Mi madre no tenía miedo de mí, ni siquiera cuando me ponía violento y sumamente peligroso. Ella veía la perfección espiritual allí mismo donde parecía existir esta imagen errónea. Ahora sé que la oración de mi madre fue muy eficaz.

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