Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Todos los días tengo motivos para estar...

Del número de diciembre de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todos los días tengo motivos para estar agradecida a la Ciencia Cristiana; estoy agradecida, también, porque mi padre y mi madre la han aceptado y demostrado desde que yo era una niña pequeña. Cuando crecí, mi búsqueda de la verdad me guió a aceptar la Ciencia Cristiana por mí misma. Mediante su estudio he tenido innumerables bendiciones y ejemplos de la protección divina y muchas curaciones, algunas de ellas instantáneas.

Ahora entiendo la clase especial de gratitud que proviene de una curación largamente esperada. Hace alrededor de cinco años tuve una curación que demoró casi dieciocho meses. Me siento sumamente agradecida por todas las lecciones que aprendí.

Mi condición causó gran preocupación a mi esposo y a nuestros amigos. Afectaba el aspecto de uno de mis ojos. Mis manos temblaban e iba perdiendo peso rápidamente. Debido a la ansiedad de mi esposo, le pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que me diera tratamiento y, como resultado, pronto dejé de perder peso y mis manos se afirmaron. Me sentí especialmente agradecida por esto, ya que una mano temblorosa había hecho mi trabajo como pintora y profesora de arte, muy difícil.

El practicista atrajo mi atención a las palabras de Mary Baker Eddy en La idea que los hombres tienen acerca de Dios (pág. 8): “La Mente, que gobierna el universo, gobierna cada acción del cuerpo tan directamente como mueve un planeta e impele los músculos del brazo”. El practicista se fue al exterior, de modo que continué trabajando por mi cuenta. La condición del ojo parecía no mejorar.

Cuando estuvimos en casa de mi tía, ella y mi esposo insistieron en que fuera a un especialista para que diagnosticara mi caso. Después de un minucioso examen, el doctor me preguntó cuánto hacía que había ido al médico por última vez. Le contesté que nunca iba al médico, explicándole que era una estudiante de Ciencia Cristiana. Entonces me preguntó que haría yo, suponiendo que estuviera muy enferma en ese momento. Me escuché decirle que obtendría la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana y sanaría. Fue entonces cuando me dijo que estaba padeciendo de tirotoxicosis y que empeoraría y afectaría ambos ojos. Se mostró muy comprensivo. Me escribió una carta de presentación para un especialista de mi ciudad, quien, él creía, me recetaría inyecciones. Por su parte, me dio un sedante para que me ayudara a superar la situación hasta que pudiera someterme a este tratamiento.

Al dejar la casa del doctor me sentí atrapada. Mi esposo me preguntó: “¿Y ahora qué?” Para mi gran alivio me escuché decirle: “Llamaré a un practicista”.

Esa noche me puse en contacto con otra practicista, y su sencillo rechazo del diagnóstico que sonaba tan impresionante, me dio mucho ánimo. No tomé ninguna medicina, y agradezco el poder decir que mi familia no volvió a tocar el tema. Pasamos nuestras vacaciones fuera del país como habíamos planeado, y no transcurrió mucho tiempo antes que mi esposo notara una leve mejoría en la apariencia de mi ojo. Esto me alentó enormemente. A sugerencia de la practicista, estudié la definición de “templo” en el Glosario de Ciencia y Salud (pág. 595) que dice en parte: “El cuerpo; la idea de la Vida, substancia e inteligencia; el edificio de la Verdad; el santuario del Amor”.

Esforzándome por expresar las cualidades que venían a mi pensamiento a medida que meditaba sobre esta definición, tales como fortaleza y afecto desinteresado, obtuve una comprensión más espiritual acerca del cuerpo. Llegué al punto de sentir que había aprendido tanto, que sabía que la curación se efectuaría, porque estaba confiando por completo en Dios.

Me comuniqué con la practicista sólo por teléfono y por carta y la ayuda que se me dio no tiene límites. El punto decisivo se produjo cuando ella me aclaró que era importante que yo verdaderamente pensara: “Hágase tu voluntad” (Mateo 6:10) cuando oraba, y que no tuviera ninguna reserva respecto a que la voluntad de Dios coincidiera con lo que yo quería que se hiciera. La practicista y yo sentimos que podía continuar trabajando por mi cuenta y dejó de darme tratamiento.

Un día, cuando caminaba por una hermosa colina, me encontré repitiendo estas palabras: “Henchido de Tu gloria está el ancho y puro cielo azul”. Inmediatamente me di cuenta de su contexto en el Himno de Comunión (Himno No. 1 del Christian Science Hymnal — Himnario de la Ciencia Cristiana):

Enaltecido seas, Tú,
oh Dios de amor y de bondad;
henchido de Tu gloria está
el ancho y puro cielo azul.

Despliega pues, Señor, también
Tu gloria en suelo terrenal,
que sepa hoy y aquí el mortal
Tu santo imperio obedecer.

Comprendí, allí en ese momento, que sólo podía querer la voluntad de Dios, porque solamente ella podía ser totalmente buena. Después me regocijé en un amor más grande a Dios, en una confianza en Él que iba aumentando y en una mejor comprensión de la obediencia verdadera. No demoré mucho en darme cuenta que mi ojo estaba normal.

Después de esto me enteré que el especialista le confió a otro miembro de la familia que no estaba muy seguro de que el tratamiento médico me curaría.

Uno de los pasos más valiosos que he sido guiada a dar, ha sido el de tomar clase de instrucción con un inspirado maestro. También estoy agradecida a los practicistas que me han ayudado a mí y a mi familia, y por todo lo que he aprendido al hacerme miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial.

Estoy sinceramente agradecida por el ejemplo dejado por nuestro Maestro, Cristo Jesús, en su vida y obras desinteresadas, y por Mrs. Eddy, quien nos ha dado el verdadero conocimiento de Dios y de esta gran Ciencia del Cristianismo.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / diciembre de 1973

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.