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ESCUELA DOMINICAL Descubrimientos en la Enseñanza

[Este artículo de la serie “Sunday School — Discoveries in Teaching” fue publicado originalmente en el The Christian Science Journal de diciembre de 1972.]

“Es sumamente apropiado que los Científicos Cristianos memoricen la natividad de Jesús”.

(Miscellaneous Writings — Escritos Misceláneos por Mrs. Eddy, pág. 374)

Del número de diciembre de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A veces es preciso estar particularmente alerta para que, durante el ajetreo de las fiestas, se mantenga el predominio de la actividad espiritual. Cuando los maestros de la Escuela Dominical hacen este esfuerzo, abunda la inspiración para la enseñanza. Al estudiar o volver a estudiar la narración bíblica de la natividad, bien podemos formularnos estas preguntas:

— ¿Qué significa para mí la Navidad?

— ¿Qué hay en la narración de la Navidad que pueda ser útil a mis alumnos?

— ¿Qué significa para ellos la Navidad?

— ¿Qué habría ocurrido si nunca hubiera habido una Navidad?

Sólo Mateo y Lucas nos dan detalles de la vida de Jesús anterior a su bautismo y ministerio público. El relato de estos evangelistas es, por cierto, bastante breve, aunque va desde el día en que María recibió el mensaje angelical de que, si bien era aún virgen, daría a luz un hijo, hasta el incidente en la vida de Jesús, cuando éste tenía trece años, cuando su madre lo encontró en el templo hablando con los doctores de la ley.

Mateo 1:18–25, Lucas 2:6–20 y Mateo 2:1–11 son la porción central de las “narraciones del nacimiento” — menos de 50 versículos y de 1000 palabras — sin embargo, esta breve, pintoresca y emotiva historia ha pasado a formar parte de la cultura del mundo occidental y constituye un colorido fondo de todo el pensamiento cristiano.

Exploremos juntos los elementos culturales e históricos de la narración navideña, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para poder discernir aquello que en la historia de la Navidad satisfará las necesidades específicas de nuestros alumnos. El conocimiento de los aspectos culturales de la época bíblica contribuye a preparar el pensamiento para un entendimiento más profundo de los significados espirituales. De este modo, la investigación bíblica, subordinada a la significación espiritual, puede enriquecer nuestro medio y, por ende, constituirse en un útil instrumento didáctico. Como nuestra Guía, Mary Baker Eddy, lo señala con tantísima frecuencia, la percepción espiritual de las Escrituras requiere la atención perdurable del Científico Cristiano.

[Preparado por la Sección Escuela Dominical de la División de la Juventud, Departamento de Filiales y Practicistas]

Si Ud. fuera periodista y debiera enterarse de los detalles de esa historia, tendría que averiguar lo que realmente ocurrió formulándose preguntas específicas. Las obras de consulta a las que Ud. puede recurrir comprenden la Biblia, los diccionarios y comentarios bíblicos y las concordancias de las obras de Mrs. Eddy. Sus alumnos — especialmente los intermedios y mayores — disfrutarán, descubriendo con Ud. la respuesta a estos interrogantes: quién, qué, dónde, cuándo, por qué y cómo. Estos aspectos externos son ahora, como antaño, resultado de lo espiritual. (Véase Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, pág. 254.)

¿Quién?

María.

Su prometido, José, de la tribu de Judá.

Unos pocos pastores de los campos cercanos a la aldea de Belén.

Un gran número de personas en el mesón.

Y, más tarde, los magos, que habían visto una estrella de brillo excepcional y que, inspirados por una voz interior, la siguieron a través de los desiertos hasta Judea, en lo que ahora es la Palestina, en busca del Mesías prometido en la profecía.

¿Qué?

El nacimiento de un niño judío en una pequeña aldea de Judea.

La llegada de Jesús, “el heraldo humano del Cristo, la Verdad, quien había de aclarar al entendimiento obscurecido el camino de la salvación mediante Cristo Jesús, hasta que a través de una noche de error alborearan los rayos de la mañana y brillara la estrella guiadora de la existencia” (Ciencia y Salud, Pref., pág. vii).

La aparición del “más alto concepto humano y corporal de la idea divina, que reprende y destruye el error y saca a luz la inmortalidad del hombre” (Ciencia y Salud, pág. 589).

¿Dónde?

Jesús nació en Belén, en la provincia de Judea, a aproximadamente nueve kilómetros al sur de la ciudad de Jerusalén. El pueblo natal de José era Nazaret de Galilea y allí fue donde Jesús pasó su infancia. No se conoce con certeza la razón exacta por la cual María y José se encontraban en Belén, y no en Nazaret, al tiempo del nacimiento. Lucas dice que fueron a Belén por causa de un censo romano.

¿Cuándo?

Es difícil determinar la fecha con exactitud. Sin embargo, la evidencia interna — del texto mismo — nos da estos indicios:

Ocurrió durante el reinado de Herodes el Grande, que reinó en Palestina del 37 a. C. hasta el año de su muerte en 4 a. C.

Durante el reinado de César Augusto hubo un censo romano (27 a. C. – 14 d. C.)

En el Oriente se observó una estrella brillante. Los astrónomos saben ahora que, en tres oportunidades, en el año 7 a. C. hubo una conjunción de los planetas Júpiter y Saturno.

¿Por qué?

El pensamiento de la humanidad estaba siendo preparado para recibir la inevitable venida del Mesías y los profetas fueron los primeros en tener vislumbres de esta verdad.

“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis” (Deut. 18:15).

“El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos... Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isa. 9:2, 6).

“Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío” (Isa. 11:1–4).

La venida de Jesús demostró la verdad de la perfecta creación de Dios, incluyendo el hombre.

“Ciencia y Salud demuestra a todos los Científicos Cristianos que la masculinidad y feminidad de Dios ya han sido revelados, en cierta medida, a través de Cristo Jesús y la Ciencia Cristiana, los dos testigos de Dios” (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany — La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea por Mrs. Eddy, págs. 346 y 347).

Jesús mismo predijo el advenimiento del segundo testigo, el Consolador (véase Juan, capítulos 14–16).

“Jesús demostró el Cristo; probó que el Cristo es la divina idea de Dios — el Espíritu Santo o Consolador, que revela el Principio divino, el Amor, y conduce a toda la verdad” (Ciencia y Salud, pág. 332).

¿Cómo?

“Jesús era hijo de una virgen. Fué designado para dar expresión a la palabra de Dios, y para aparecer a los mortales en una forma de humanidad que ellos pudieran entender tanto como percibir. María le concibió espiritualmente, porque sólo la pureza podía reflejar la Verdad y el Amor, que estaban tan evidentemente encarnados en el bueno y puro Cristo Jesús. El expresó el tipo más elevado de la divinidad que forma corpórea alguna podía expresar en aquella época” (Ciencia y Salud, pág. 332).

“Jesús procedió de la comunión consciente de María con Dios. De ahí que él podía dar una idea más espiritual de la vida que otros hombres y demostrar la Ciencia del Amor — su Padre o Principio divino” (Ciencia y Salud, págs. 29 y 30).

¿Qué habríamos visto si hubiéramos estado allí? ¿En qué mundo nació Jesús, hace casi 2000 años?

Roma gobernaba todo el mundo occidental civilizado. En su jurisdicción había libertad de movimiento y paz general, aunque algunos de los pueblos vasallos estaban intranquilos. Además del idioma nativo, en casi todos los países se hablaba el griego. Los judíos, con sus fuertes vínculos familiares, su Antiguo Testamento y sus sinagogas, estaban distribuidos por todas partes. Las circunstancias eran, en otras palabras, favorables a la eventual difusión de un mensaje importante. El mensaje vino en la vida de Jesús de Nazaret, quien enseñó y demostró el Cristo; Pablo y los demás apóstoles y seguidores de Jesús llevaron el mensaje a toda la zona del Mediterráneo y al Asia Menor.

“No había lugar para ellos en el mesón”. La imaginación del hombre occidental le hace pensar en un edificio bien construido, con un establo y un mesonero que da la bienvenida a los huéspedes en la puerta principal. ¿Cómo era realmente el lugar donde nació Jesús? Era un khan oriental, un caravasar o alojamiento de viajeros, en la forma de un recinto abierto y amurallado. Estos khans solían estar ubicados encima de una cueva o un grupo de cuevas. En ellos los viajeros y sus asnos, las caravanas de camellos, etc., estaban protegidos contra ataques y robos. En el caso de enfermedad o mal tiempo, los viajeros y sus animales podían refugiarse bajo tierra. La cueva tenía una entrada o pesebre para el forraje de los animales. Muchos de estos recintos tenían habitaciones de alguna clase a lo largo de las paredes, acaso una pequeña construcción en una esquina, para las personas más importantes.

“Y dio a luz a su hijo primogénito, ... y lo acostó en un pesebre”. Si el lugar hubiera sido una cueva, al menos habría sido más tranquilo y habría habido menos gente. Al no tener un sentido espiritual altamente desarrollado, quienes estaban al frente del establecimiento no tenían modo alguno de saber que lo que estaba ocurriendo era un acontecimiento que transformaría al mundo. Para ellos se trataba tan sólo de una afanosa noche más de muchedumbres y comercio. Acaso nadie siquiera advirtió la presencia de un pequeño grupo de pastores pobremente vestidos que se acercaron hasta la pequeña familia. Quizás pocos prestaron mucha atención a la brillante estrella que resplandecía en el firmamento entre todos los millones de estrellas que ya daban su luz. Sin embargo, el pensamiento humano fue sacudido, para todos los tiempos, por la sencilla, divinamente natural, y profundamente significativa aparición del niño de Belén.

Cuando Herodes expidió el cruel decreto de matar a todos los niños del lugar menores de dos años, José, como sabemos, llevó a su familia a Egipto, avisado por un pensamiento angelical. Después de la muerte de Herodes, obedeciendo otra vez la orientación divina, José estableció a su familia en Nazaret, donde Jesús llegó a la mayoría de edad y probablemente siguió los pasos de José en el oficio de carpintero.

Regocíjese en este devoto pensar acerca de este acontecimiento maravilloso. Ud. sabrá y cómo compartir con su clase sus propios descubrimientos, adaptados, naturalmente, a la capacidad de comprensión de sus alumnos y siempre encaminados a las verdades espirituales. Al examinar la historia de la Navidad con su clase, las preguntas siguientes u otras similares acaso se adapten a sus alumnos y tengan por efecto dar comienzo a un intercambio de inspiradora aplicación práctica.

— ¿Qué otro personaje (aparte de Jesús) querrías tú haber sido?

— ¿Qué dones espirituales podrías tú traer al pesebre?

— ¿Haces tú siempre lugar al Cristo en tu consciencia? ¿Qué es lo que parece echar fuera los pensamientos a la manera del Cristo? ¿De qué manera podemos, constantemente, hacer lugar al bien en nuestro pensamiento?

— ¿Eres tú un buen mesonero?

— ¿Cómo podemos seguir mejor a Jesús?

— ¿Es Dios el Padre perfecto? ¿Por qué? ¿Cómo puede esto servirte? ¿De qué modo te ayudará a honrar a tu padre y a tu madre?

— ¿Por qué la Navidad no terminó con la primera Navidad?

— ¿Cómo celebramos verdaderamente la Navidad?

— ¿Podemos tener la inspiración de la Navidad durante todo el año?

— ¿Por qué era necesario que Jesús viniera?

— ¿Sabes tú a qué se refiere Mrs. Eddy cuando dice: “Esta es la criatura que hemos de amar”? (Miscellaneous Writings, pág. 370).

La promesa espiritual de la historia de la Navidad — que por medio de Cristo Jesús se ha mostrado a la humanidad un Salvador impersonal y eterno, el Cristo, “la idea verdadera, proclamando el bien, el mensaje divino, que viene de Dios a los hombres, hablando a la consciencia humana” (Ciencia y Salud, pág. 332) — es universal. Aprender todo lo que podamos acerca del Jesús humano y acerca del cómo y el porqué él pudo demostrar plenamente el Cristo como el poder sanador de la Verdad, ayudará a miembros de la iglesia, maestros, alumnos y padres a seguir los pasos de Jesús. Éste es el grande y constante gozo de la Navidad a la luz de la Ciencia Cristiana.

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