Una sensación de enfermedad en el cuerpo puede demostrarse que es una ilusión. En realidad es discordancia mental exteriorizada, y puede ser destruida por la inspiración del sentido espiritual. La vívida comprensión de que el hombre es la imagen reflejada de Dios, el Todo-Mente perfecto, llena el pensamiento de paz y de armonía. Destruye todo malestar.
Porque Dios es Todo, Él sólo conoce y siente la bondad y concordia de Su propia substancia e inteligencia espiritual. El sempiterno, el siempre consciente Yo Soy, individualiza el bienestar de la verdadera sensación — Su amor, paz y gozo — en todos los hombres, en todas partes.
Esta unidad científica de Dios y el hombre es la base sobre la cual podemos afirmarnos y destruir las sensaciones de impaciencia, resentimiento, malicia, melancolía. Estos son enemigos mentales — pensamientos enfermizos — que son barridos a medida que sentimos y expresamos las cualidades relacionadas con el amor, como la gratitud, humildad, compasión y desinterés. Éstas nos elevan a la atmósfera de la Mente divina, hacia la vislumbre sanadora de la bendición de la sensación espiritual.
Mrs. Eddy nos dice: “Lo que véis, oís, y palpáis es un modo de consciencia, y no puede tener otra realidad que el concepto que tenéis de ello”. La Unidad del Bien, pág. 8. Si nos sentimos atacados por un dolor agudo, tenemos que recordar que digan lo que digan los sentidos el dolor no está físicamente localizado. La sensación es “un modo de consciencia” — una ilusión hipnótica que nos está imponiendo la falsa creencia mortal. Se origina en el engaño de que el hombre es un ser físico que siente por medio de una red de nervios. Pero el hombre es la incorporación de cualidades espirituales. Siente sólo la sensación del Amor divino.
La comprensión clara y decisiva de lo que el hombre siente como idea del Amor, acalla el dolor y restablece la armonía.