Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens., responde a la pregunta “¿Qué son el cuerpo y el Alma?” con una definición que nos hace reflexionar. Dice: “La identidad es el reflejo del Espíritu, el reflejo en formas múltiples y variadas del Principio viviente, el Amor. El Alma es la substancia, Vida e inteligencia del hombre, que está individualizada, pero no en la materia”. Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 477;
¿Cuál es, entonces, la relación entre la identidad espiritual del hombre y su cuerpo humano visible? ¿Cómo sana y regenera la comprensión de la identidad espiritual el cuerpo físico? ¿Cómo puede la demostración progresiva de nuestra identidad espiritual sanar y reformar nuestra vida entera? La Ciencia Cristiana da la respuesta a estas preguntas.
El hombre, la imagen y semejanza de Dios, es la idea compuesta de la Mente divina. Por medio del reflejo divino, cada uno manifiesta, en una combinación única, la gama sin fin de las cualidades del único creador, Dios. Esta expresión individual de las cualidades divinas, la incorporación de los atributos de la Mente, constituye nuestra identidad espiritual, nuestro cuerpo verdadero.
El pensamiento humano está tan acostumbrado a pensar del “cuerpo” en términos de fisicalidad y personalidad que parece difícil divorciar el concepto de cuerpo de la forma material. Mas la identidad espiritual del hombre, su único y verdadero cuerpo, no es material, sin embargo, tiene forma, contorno, distinción, substancialidad.
La respuesta de Mrs. Eddy a otra pregunta esclarece la relación entre la identidad espiritual de un individuo y su cuerpo visible y material. A la pregunta: “Si la mente mortal y el cuerpo son mitos, ¿cuál es la conexión entre ellos y la identidad real, y por qué hay tantas identidades como cuerpos mortales ?” ella dice: “Toda creencia material indica la existencia de la realidad espiritual; y si los mortales son instruidos en cosas espirituales, se verá que la creencia material, en todas sus manifestaciones, invertida, se la encontrará el tipo y el representante de verdades inapreciables y eternas, y justo a mano”. Miscellaneous Writings, pp. 60, 61;
El hombre no tiene dos cuerpos, uno espiritual y el otro material. El método espiritualmente científico de superar el concepto limitado y material acerca del cuerpo, es aumentar nuestra comprensión acerca de nuestra identidad espiritual presente.
Por medio del estudio minucioso de la Biblia y de los escritos de Mrs. Eddy, uno aumenta su comprensión espiritual acerca de su naturaleza verdadera. Aprende a invertir las creencias de vida e inteligencia en la materia y a discernir más claramente la contraparte espiritual a la cual alude la apariencia material.
Una creciente percepción de la naturaleza espiritual de función, audición, belleza, forma y otros atributos, hace que éstas aparezcan como condiciones armoniosas presentes de nuestra creciente percepción consciente acerca de nuestro ser verdadero, nuestra identidad individual. Jamás están en la materia, sino que existen eternamente; y pueden ser evidenciadas precisamente donde la creencia mortal parece usurpar la identidad gloriosa y perfecta del hombre como la compuesta idea de Dios.
Podemos progresar constantemente al enterarnos de que estamos libres de toda clase de pensamientos materiales — de la pretensión del mal de que tiene el poder y la sabiduría del bien. La limitada mente de los mortales sugiere muchas creencias sobre su concepto equivocado acerca del hombre. Tales creencias van desde la mentira de que el hombre mortal es un creador, y que por lo tanto transmite rasgos negativos de antepasados mortales, hasta infinidad de otras creencias limitativas de tiempo, la supuesta realidad de la materia, y la sujeción a un ambiente mortal y normas emocionales.
La aceptación de la falsedad de la mortalidad y de la separación de Dios lleva a la humanidad a creencias de temor, ira, desilusión, ansiedad, pecado, enfermedad, muerte. Tal manera de pensar equivocada, se incorpora en cuerpos materiales cansados, envejecidos y enfermos. El volvernos por medio de la oración de tales errores hacia la Mente divina, el único creador, para saber de la unidad espiritual y eterna del hombre con Dios, elimina progresivamente las creencias materiales y simultáneamente libera al cuerpo de los efectos de tales conceptos equivocados.
A medida que los conceptos correctos acerca del hombre como la imagen de Dios reemplazan las creencias de mortalidad, la armonía y salud reemplazan la discordia y la enfermedad. El comprender más claramente la naturaleza de la identidad espiritual del hombre, elimina la sujeción a un sentido corporal del cuerpo y trae a nuestra vida presente un reconocimiento más claro de nuestro ser real.
Es necesario reemplazar también otros conceptos equivocados del pensamiento mortal con ideas espirituales. Un sentimiento de amor sincero hacia nuestro prójimo, por ejemplo, clarifica la identidad espiritual del hombre y tiene el correspondiente efecto sanador. El cuerpo responde constructivamente ante pensamientos bondadosos y compasivos, pero lo hace discordante ante el resentimiento, la falta de bondad, la envidia y la crítica. Progresivamente gobernamos armoniosamente nuestro cuerpo a medida que nuestros pensamientos expresan consecuente y constantemente las cualidades de paciencia, compasión, misericordia y dominio.
La mente mortal o el limitado pensamiento material, ve el cuerpo humano como un poder vacío en el cual no está presente Dios porque está presente la fisicalidad. Pero Dios es omnipresente aun donde parece estar la materia, y un conocimiento creciente de Su omnipresencia, aniquila la creencia falsa de Su ausencia, y nos trae un discernimiento de verdadera substancia, salud, armonía y perennidad, como la realidad presente de nuestro ser, de nuestro cuerpo verdadero, nuestra identidad, aquí y ahora.
Cristo Jesús, que demostró tan maravillosamente el concepto práctico y sanador de la verdadera identidad del hombre, dijo: “La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas”. Lucas 11:34; Cuanto más bondadosa sea nuestra percepción espiritual que nos hace estar conscientes de nuestra verdadera identidad como linaje de Dios, tanto más manifestaremos las cualidades de nuestra individualidad verdadera.
Cuando Jesús se encontró con un hombre que había nacido ciego, la comprensión de Jesús acerca de Dios y de la filiación espiritual del hombre con Dios era tan verdadera que sanó al hombre, quien pudo entonces ver claramente. Esta curación no fue un proceso de espiritualización de los ojos materiales del hombre. La oración científica de Jesús y su habilidad de ver la actual perfección del hombre como hijo de Dios, reveló la perfecta visión espiritual del hombre. La verdadera identidad del hombre incluye una visión perfecta; la creencia en la materia nunca toca la verdadera visión del hombre; la materia ni le imparte ni le impide la visión al hombre. La comprensión de la realidad de la visión espiritual nos revela la expresión de esta facultad derivada de Dios aquí y ahora.
Comprender el ser verdadero nos libera de la necesidad de circunscribir nuestra identidad dentro de las limitaciones del nacimiento mortal, la educación, la casualidad y las oportunidades perdidas. Al aprender que la fuente de nuestra verdadera naturaleza es el Espíritu, Dios, encontramos ideas correctas de provisión, compañerismo y la oportunidad de expresar nuestros talentos y habilidades. Las circunstancias mortales ni nos proveen ni nos privan de la gama infinita de las ideas divinas. Estas ideas espirituales sanan y amplían nuestra vida presente.
Pablo escribió a los romanos cristianos: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Rom. 12:1, 2.
A medida que cada uno esté dispuesto a dejar que Dios, la Verdad divina, renueve su pensamiento — a medida que esté dispuesto a dejar de conformarse a la creencia mortal — irá experimentando en mayor medida no sólo libertad de la atracción rastrera del materialismo, sino también la renovación y abundancia de toda su vida. Se encontrará así en su identidad espiritual como el reflejo del Alma, Dios.