El verdadero mensaje de Navidad es el relato de la misericordia y compasión de Dios, de Su perfecta naturaleza, de Su amor universal e imparcial, que todo lo incluye y todo lo abarca, como también el relato de Su sabiduría infalible, de Su comprensión paciente e inmaculada.
A los Científicos Cristianos les gusta relatar esto mediante testimonios y alabanzas, por medio de contactos personales, conferencias, cultos religiosos o publicaciones periódicas.
Tengo una razón muy buena para hacer yo misma este relato. De niña nunca me vi favorecida. Mi hermano mayor, perfecto en todo, tenía muy buenas calificaciones. Yo hacía dibujos, andaba por bosques y campos, escribía versos, patinaba, patinaba, patinaba, pero ninguna de estas actividades mejoraba mis calificaciones.
En esa época había reuniones de renacimiento religioso. Año tras año mi hermano demostraba públicamente su fervor hacia Dios, mientras que yo me sonrojaba y estaba siempre distraída. Aunque iba a la iglesia y colaboraba en lo que podía, siempre era con la profunda convicción de que Dios no tenía nada que ver conmigo y que si lo viera cara a cara, siendo yo como un publicano, me las iba a ver duras. La Navidad, según yo pensaba, era el momento de dar y recibir regalos. ¿El Cristo? Un nombre para Jesús — a veces su primer nombre, a veces su apellido.
El tiempo pasó. Llegó la hora del infortunio. Cuando estaba experimentando los resultados devastadores de experimentos médicos, un día, por casualidad, tomé un pequeño libro escrito por un hombre que relataba cómo había aprendido a hablar con Dios tal como un amigo habla con un amigo, y cómo Dios le hablaba de la misma manera.
“Oh Dios, si es que hay un Dios, Tú sabes que esto es todo lo que deseo”. Ésta fue mi primera oración sincera, y fue tan espontánea que no pude contenerla.
Dentro de una semana estaba recibiendo ayuda de la Ciencia Cristiana. Poco tiempo después, mi curación, que ni yo ni mi familia ni mis amigos esperábamos, fue completa. La puerta que estaba tan firmemente cerrada al Cristo, se abrió mediante la persuasión tierna, misericordiosa y compasiva de la Ciencia Cristiana. Aprendí que Dios me amaba y, por mi parte, mi adoración a Él fue genuina. Ésta fue mi primera Navidad verdadera.
Sin adoración, la Navidad no sería Navidad. La antigua frase “Venid, adorémosle” encuadra perfectamente en el espíritu de la Navidad, tanto en esta época como cuando el concepto humano de la Navidad se limitaba al nacimiento del niño Jesús en una remota aldea de Judea.
La revelación viene acompañada de adoración. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, lo demostró. Los que saben lo que logró en su vida y conocen sus obras, no dudan que adoró a Dios y a Su Cristo. Cuando profundizamos en sus graneros espirituales, Ciencia y Salud y sus otras obras, y lo hacemos conjuntamente con la Biblia, nos ponemos en contacto con la universalidad de Dios y de Su Cristo. Aprendemos acerca del hombre verdadero, completo y espiritual, hecho a la imagen del Espíritu perfecto. Descubrimos el significado verdadero de la Navidad.
El Cristo fue la identidad eterna, incorpórea y espiritual de Jesús que lo identificó auténticamente como Hijo de Dios. Jesús se refirió al Cristo cuando dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy”; Juan 8:58; esto sorprendió a los que lo escuchaban.
Como el representante humano del Cristo, la Verdad, Jesús era el hijo del hombre. Desde su juventud mereció sin medida el título de Cristo porque predicó el evangelio, sanó a los enfermos, regeneró a los pecadores y resucitó a los muertos. Aunque sabía que el Cristo era su ser verdadero, no lo monopolizó ni pretendió monopolizarlo. Comprendió que el Cristo había venido, continúa viniendo y siempre vendrá. Vendrá en silencio a los corazones serenos que se mantienen en paz en medio del disturbio y el caos de los problemas mortales. Este continuo venir es la verdadera Navidad.
Hoy en día, el Cristo, mediante las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, comparte sus dones de buenas nuevas — buenas nuevas del Principio divino, Dios.
La humildad es fundamental en nuestra búsqueda del Cristo. El corazón receptivo o humilde es la puerta abierta al Cristo. Hay que desatar hasta la última cuerdecilla del cerrojo. La resistencia humana debe ceder a la persuasión divina, el corazón más tímido debe lanzarse a recibirla.
“El Principio del Cristo”, nos dice Mrs. Eddy, “es el Amor divino, la Vida y el Amor irresistibles. Por tanto, la Ciencia del Principio tiene que ser a la manera del Cristo, o Ciencia Cristiana. Más que regia es la majestad de la mansedumbre del principio del Cristo; y su poder es el sempiterno flujo y reflujo de la Verdad que abarca el universo, lo crea y lo gobierna; y sus radiantes caudales de conocimiento son los misterios del ser inagotable. Búscalos hasta que hagas tuyos sus tesoros”. The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 149.
Cuando la humanidad se haya apropiado de estos tesoros mediante el estudio de Ciencia Cristiana, la celebración de la verdadera Navidad — que miles y miles ya están disfrutando — será universal en su alcance, significado y majestuosidad.
La celebración de la verdadera Navidad en todo el mundo no es un sueño imposible. Se acerca el día en que toda la humanidad dará una bienvenida sincera al Cristo, la Verdad.
