En períodos de desaliento quizás pensemos que realmente no comprendemos a Dios y no podemos sentir Su amor. Sin embargo, aun cuando creemos que no Le comprendemos, Dios siempre nos comprende.
Nuestro ser verdadero, inseparable del Amor, es Su amado reflejo espiritual. Con la misma certeza con que sabemos que cuando el cielo se nubla el sol sigue brillando detrás de las nubes y que volverá a asomarse donde podamos percibirle, podemos saber que el amor de Dios para nosotros es permanente. Dios puede, ciertamente, hacernos sentir este amor de manera tangible y real en nuestra experiencia humana.
En una época de profunda depresión emocional, una estudiante de la Ciencia Cristiana salió una tarde a caminar por la playa. Horas antes se había desencadenado una fuerte tempestad y el mar y las nubes se veían grises y sombríos. Esta Científica Cristiana había estado contendiendo por varias semanas con un sentimiento de total desesperación. Hasta el canto y contracanto de los pájaros parecía aumentar su desesperación y la sensación de que estaba excluida de esa felicidad. Sin embargo, al ir caminando, vio repentinamente unos rayos de luz rosada que tocaban un faro distante, el campanario de una iglesia y una ventana, con un brillo resplandeciente en la fugaz aparición del sol poniente. Aunque las nubes volvieron a ocultar el sol, nuestra estudiante había vislumbrado un símbolo de promesa en esta cálida luz. Sintió que la curación de su pesar había comenzado en su consciencia.
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