Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

[Original en español]

Quiero iniciar este testimonio con unos...

Del número de agosto de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quiero iniciar este testimonio con unos versículos del Salmo 23 (1, 2): “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará”.

En cierta época de mi vida, me sentía tan fatigada y mi respiración se hacía tan pesada que me era imposible hacerme cargo de los más elementales quehaceres del hogar. Entonces resolví sentarme y meditar en el hecho de que éste no era mi estado natural ya que indicaba que yo no estaba reflejando a mi Hacedor.

En ese instante de meditación me vino a la mente el caso expuesto en Ciencia y Salud de la mujer cuya respiración se hacía difícil si el viento soplaba del este. La Sra. Eddy relata que después de sentarse unos instantes a su lado, la mujer comenzó a respirar tranquilamente y su estado se normalizó. La Sra. Eddy dice (ibid., págs. 184–185): “Le pedí entonces que mirara la veleta. Miró y vio que señalaba exactamente hacia el este. El viento no había cambiado, pero sí su pensamiento acerca del viento, y por lo tanto su dificultad en la respiración había desaparecido. El viento no había producido el sufrimiento. Mi tratamiento metafísico cambió la acción de su creencia respecto a los pulmones, y jamás volvió a sufrir a causa de los vientos del este, sino que recobró su salud”.

Estaba pensando acerca de esto cuando me di cuenta de que en realidad yo estaba perfectamente bien, que la sensación de fatiga no era más que un error de la mente mortal, y que todo es el Espíritu, Dios, y Su semejanza espiritual, el hombre. Yo no tenía una dolencia física. Entonces, después de este razonamiento, producto de la oración, mi respiración volvió a la normalidad y sané de la fatiga.

Esto me probó que no hay mente en la materia. Este error jamás me ha vuelto a aprisionar.

Hace casi diez años sufrí la fractura de un hueso y fui sanada en un mes. Una semana después fui al consultorio de la practicista, sola, sin otra ayuda que la de Dios. En otra ocasión sufrí una torcedura al caerme. Solicité tratamiento, y a los pocos días estaba completamente bien.

Sólo tenemos que volvernos de la materia al Espíritu y entonces veremos todo y a todos perfectos como el Padre, armoniosos, felices.

Me siento feliz por haber comprendido todo esto y poder compartirlo con otros.

No me queda más que dar gracias a Dios por la practicista y por los miembros de la iglesia que me han ayudado a comprender el valor de la Ciencia Cristiana.


Yo también estoy agradecido a Dios por una demostración de Su poder sanador. Me di un profundo tajo en la mano. Sangraba mucho. Aquellos que estaban conmigo me quisieron llevar al sanatorio. Me negué y pedí tratamiento en la Ciencia Cristiana, y mientras hablaba por teléfono con la practicista noté que la hemorragia disminuía. Me preguntó la practicista si había consentido en ir a ver a un médico. Le contesté que no y que no lo haría porque tenía confianza en que Dios me cuidaba, e inmediatamente noté que la hemorragia se detuvo totalmente. Ésta fue una rápida curación.

Por esta demostración del efecto de la oración y por muchas otras curaciones, doy gracias a Dios por la Ciencia Cristiana, por Su Hijo, Cristo Jesús, por la Sra. Eddy y por los practicistas que están listos para ayudar cuando recurrimos a ellos.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 1974

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.