Quiero iniciar este testimonio con unos versículos del Salmo 23 (1, 2): “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará”.
En cierta época de mi vida, me sentía tan fatigada y mi respiración se hacía tan pesada que me era imposible hacerme cargo de los más elementales quehaceres del hogar. Entonces resolví sentarme y meditar en el hecho de que éste no era mi estado natural ya que indicaba que yo no estaba reflejando a mi Hacedor.
En ese instante de meditación me vino a la mente el caso expuesto en Ciencia y Salud de la mujer cuya respiración se hacía difícil si el viento soplaba del este. La Sra. Eddy relata que después de sentarse unos instantes a su lado, la mujer comenzó a respirar tranquilamente y su estado se normalizó. La Sra. Eddy dice (ibid., págs. 184–185): “Le pedí entonces que mirara la veleta. Miró y vio que señalaba exactamente hacia el este. El viento no había cambiado, pero sí su pensamiento acerca del viento, y por lo tanto su dificultad en la respiración había desaparecido. El viento no había producido el sufrimiento. Mi tratamiento metafísico cambió la acción de su creencia respecto a los pulmones, y jamás volvió a sufrir a causa de los vientos del este, sino que recobró su salud”.
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