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Cerca de treinta y cinco años después de...

Del número de agosto de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cerca de treinta y cinco años después de haber experimentado una curación en la Ciencia Cristiana, mi primer testimonio apareció en el The Christian Science Journal de septiembre de 1965. Antes y después de esa fecha, la Ciencia Cristiana me ha bendecido de innumerables maneras.

En una ocasión me hallaba jugando al golf con unos amigos, uno era Científico Cristiano y los otros dos, que eran compañeros de trabajo en la oficina, no lo eran. Yo había ejecutado un tiro y la pelota había caído en la maleza y mientras yo salía de ella uno de mi grupo gritó: “¡Cuidado!”. En ese instante una pelota que había sido lanzada desde el punto de saque sin la señal de regla “Cuidado”, me pegó en la clavícula a más o menos tres centímetros de la mandíbula. La fuerza del golpe de la pelota me aturdió y me estremeció, y caí al suelo dos veces antes de que pudiera ponerme en pie. En vez de esperar para reconvenir a la persona que había tirado la pelota, seguí jugando, rechazando todo pensamiento de resentimiento y recriminación, y agradeciendo profundamente a Dios Su bondad y eterno cuidado. A los pocos días los efectos del incidente habían sido olvidados.

Antes de jubilarme, hace de esto unos doce años, y dado que era un empleado administrativo, tenía que someterme anualmente a un examen físico llevado a cabo por el departamento médico de la compañía. El médico que me examinaba solía poner en su informe que yo estaba sufriendo de “un leve caso de hemorroides”, pero el médico-jefe, sabiendo que yo era Científico Cristiano, nunca había hecho recomendación alguna para remediar esta condición. Dado que no me causaba molestia, yo no le había prestado mucha atención.

Hace unos años, no obstante, la condición se hizo más aguda acompañada de dolor y pérdida de sangre. El temor se apoderó de mi pensamiento, así es que llamé a un practicista para que me ayudara. Él me dijo que sabía que yo había estado en la Ciencia Cristiana muchos años, y que estaba al tanto de las verdades acerca de las cuales él me hablaría, pero que yo tendría que trabajar realmente con ellas. Me pidió que afirmara que la Vida es real y la muerte es irreal; que la armonía es real y la discordancia irreal. Se me pidió que en una hoja de papel hiciera dos columnas, una titulada “Realidad” y la otra “Irrealidad”, luego, bajo cada columna debía escribir todo lo que me venía al pensamiento y el opuesto en la correspondiente columna. Pude llenar más de una hoja, teniendo siempre presente la gran verdad de la totalidad de Dios y la unidad del hombre con su fuente divina.

A los pocos días me di cuenta de que ya no sangraba más y que el sufrimiento había cesado. Al mismo tiempo, y aunque no se lo había mencionado al practicista, tenía una herida en la rodilla y me era difícil caminar o doblar la rodilla. De noche sólo podía dormir si ponía la pierna en cierta posición. Al mismo tiempo que la condición de hemorroides fue sanada, todo vestigio de la condición de la rodilla desapareció también.

Por cierto que la ayuda y el alivio físico experimentado en los casos mencionados son causa de mucha gratitud. No obstante, al igual que muchos otros pueden testimoniar, la más preciada bendición es siempre el sentido de realidad más elevado alcanzado, y el entendimiento más claro de la relación del hombre con Dios y de la verdadera substancia que es siempre espiritual.

Me siento humilde y profundamente agradecido a nuestra amada Guía, la Sra. Eddy, por su dádiva a toda la humanidad de la revelación que Dios le diera de la Ciencia del ser que nos ha sido dada en el libro de texto Ciencia y Salud y en sus varios escritos. Abrigo un gran deseo de continuar mi progreso en el conocimiento y la demostración de la Ciencia de manera que pueda seguir fielmente a Cristo Jesús y ser digno del nombre de “Científico Cristiano”.


Es para mí un privilegio y motivo de gran gozo verificar las curaciones experimentadas por mi esposo. Una hermana mía, cuando era un bebé, fue examinada por un especialista de niños e inmediatamente fue operada de mastoiditis. La gran incisión no sanó y el médico tenía que curarla diariamente. En ese tiempo hacía poco que mi esposo y yo habíamos comenzado a interesarnos por la Ciencia Cristiana.. Mi madre dio su consentimiento para que la niña recibiera tratamiento en la Ciencia Cristiana, y como resultado la supuración cesó y la incisión cerró. La curación fue completa.

Esta querida hermana se ha mantenido activa en las actividades de una iglesia filial por muchos años, e incluso ha servido como Segunda Lectora.

Desearía añadir que por medio de su propio estudio y trabajo metafísico, mi madre sanó de una hernia y de paperas.

Me siento profundamente agradecida por las muchas curaciones que he tenido y por la constante prueba del afectuoso cuidado de Dios.

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