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El nuevo vecino

Del número de agosto de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La familia de Jaimito se había cambiado a otra parte del país. Él no tenía siquiera un compañero con quien jugar. Entonces, en una brillante mañana de sol miró por su ventana y vio todos los maravillosos juguetes que la niñita que vivía al lado de su casa tenía para jugar al aire libre. Su nombre era Judit, y Jaimito anhelaba jugar con ella. Pero cuando salió a jugar con ella, la abuela de Judit, que era quien la cuidaba le dijo a Jaimito que se fuera para su casa. Y cuando Judit vino al patio de la casa de Jaimito para jugar con él en su columpio y subibaja, su abuela le exigió que volviera en seguida a casa.

Esta situación continuó por varios días, y ambos niños trataron de no impacientarse. Pero un día Jaimito entró de repente en la cocina de su nuevo hogar y gritó: “¡Aborrezco a la abuela de Judit! ¡Nunca nos deja jugar juntos!”

La madre de Jaimito le respondió con calma diciéndole que se sentaran a la mesa donde desayunaban y que hablaran sobre el asunto. Necesitaban sanar este problema. Y ellos sabían que Dios tenía la respuesta.

Decidieron que no bastaba con ir a la casa de la abuela de Judit y simplemente hablar. Se necesitaba algo más — un buen trabajo de oración. Primero, debían cambiar su manera de pensar. Tenían que ver las cosas a la manera de Dios.

Jaimito estaba aprendiendo los Diez Mandamientos en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. De manera que su madre dijo: “Estemos muy quietos por un momento, mientras pensamos en los Diez Mandamientos. Uno de ellos puede que nos diga exactamente lo que necesitamos saber”.

Ambos estuvieron quietos por algún tiempo, y de pronto Jaimito exclamó: “¡Ya sé! Es el que dice: ‘No hablarás contra tu prójimo falso testimonio’ ”. Éx. 20:16; Éste es el noveno mandamiento, y Jaimito vio cómo podía ayudarlo a sanar su propio pensamiento acerca de la abuela de Judit. “He estado pensando sobre ella como una vieja desconsiderada, pero no puede serlo en realidad. Ella es la afectuosa hija de Dios porque Dios la hizo”. Jaimito estaba aprendiendo algo de lo que Cristo Jesús enseñó: a amar a tu prójimo como a ti mismo.

Jaimito y su madre decidieron que cada mañana dedicarían una parte especial de su tiempo para ver a la abuela de Judit como la hija del Amor, Su idea afectuosa. Acordaron también, que cada vez que pensaran en ella o la vieran, tratarían afectuosamente de verla como Dios la había creado — Su propia hija perfecta. Hicieron esto durante varios días. Y Jaimito tenía mucho cuidado de no molestar a la abuela de Judit yendo a jugar al patio de ellas.

Varios días después, mientras Jaimito estaba jugando en el césped en frente de su casa, pasó la abuela de Judit, paseando a su lustroso perrito negro, e invitó a Jaimito a ir con ella a dar un paseo. A medida que caminaban hablaron de perros, libros, pájaros, música, árboles, y de otras cosas interesantes.

Pocos días después sonó el timbre de llamada, y la madre de Jaimito abrió la puerta, y he aquí que era ¡la abuela de Judit!

Se le pidió que entrara, y le dijo a la madre de Jaimito: “He venido a pedir disculpas por la manera en que he tratado a Jaimito. Hace unos días fuimos a dar un largo paseo juntos y he descubierto un niñito que me agrada mucho. Siempre había pensado que todos los niños son destructivos, y por eso sencillamente no quería yo tenerlo cerca. Pero”, continuó diciendo, “ahora quiero que usted sepa que Jaimito puede venir a nuestra casa cuando él lo desee”.

A Jaimito y su madre los alegró mucho todo esto. Fue para ellos una prueba más de lo que dice la Sra. Eddy: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.Ciencia y Salud, pág. 494.

La obra del Amor también trajo felicidad a otros niños. Había tres niños que vivían en el mismo vecindario que se habían hecho amigos de Jaimito. Ahora, por primera vez, se les invitó a que fueran a jugar al patio de la casa de Judit. ¡Todos estaban felices!

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