Cristo Jesús estaba hablando de algo mucho más grande que del consuelo humano cuando dijo: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”. Mateo 5:4; Y prometió: “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Juan 14:26;
El sentido material de consuelo es engañoso. Nos hace creer que la vida material satisface, que la substancia material nos da seguridad y que las circunstancias materiales son esenciales para la felicidad y el afecto. Pero la creencia en la materia es un error que nunca proporciona satisfacción, seguridad o alegría verdaderas. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras Mary Baker Eddy escribe: “El malestar bajo el error es preferible al bienestar”.Ciencia y Salud, pág. 101; Y dice: “La pérdida de esperanzas y placeres terrenales ilumina la senda ascendente de muchos corazones. Los dolores de los sentidos no tardan en informarnos que los placeres de los sentidos son mortales y que la alegría es espiritual”.ibid., pág. 265. Si perdemos algo que forma parte de nuestro concepto material de la vida, nos lamentamos por ello hasta que de alguna manera somos consolados. Pero las pérdidas que experimentamos se transforman en ganancias cuando nos impulsan a buscar como nuestra meta una comprensión de la vida, la substancia y el ser espirituales. Dios, el Espíritu, es la única Vida verdadera, la única substancia, la úncia Verdad. El hombre es el reflejo de Dios. La comprensión que la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. nos trae, nos da consuelo en la Verdad.
Puesto que el hombre refleja a Dios, coexiste con Él en la Vida inmortal. El ser del hombre es tan eterno como el Espíritu y la Verdad. Lo que vemos como el venir e irse de los mortales es el falso concepto del hombre. Los individuos que vemos no se originan por sí mismos, ni son originados por otros mortales; son, en realidad, ideas de la Mente divina. Pero somos engañados a ver estas ideas como mortales que tienen un momento determinado para nacer y un momento determinado para morir. El falso concepto no es simplemente el concepto de un individuo, sino toda la falsedad de la materia como vida, substancia y ser. El individuo que vemos temporalmente no es, realmente, un individuo temporal, pero en la medid en que nuestro concepto del ser es temporal, vemos y conocemos a cada individuo bajo un concepto temporal.
Por lo tanto, cuando parece que perdemos a alguien, estamos experimentando un hecho bajo nuestro propio falso concepto del ser. Recibimos consuelo cuando obtenemos una comprensión de la Vida divina y del hombre inmortal y espiritual. Comenzamos a ver a través de lo falso, y empezamos realmente a experimentar el sentido espiritual de los individuos que conocemos.
Este sentido espiritual es mucho más que el ver a nuestro ser querido como inmortal. Aunque es un consuelo pensar que aquel que nos dejó va a alguna otra parte, es mucho mayor el consuelo sanador que nos trae el reconocer algo de la identidad espiritual de cada individuo, incluyéndonos a nosotros mismos. Entonces empezamos a ver que sólo hemos perdido un falso concepto de un ser querido, y que ante nosotros se encuentra el glorioso trabajo de obtener el concepto verdadero.
En otras palabras, el ser querido que pensamos haber perdido, es una idea individual de Dios que no conocíamos muy bien. Si lo hubiéramos conocido como realmente es, nunca hubiéramos creído que podíamos perderlo, ni que lo perdimos. Y si lo hubiéramos conocido como es, también habríamos conocido a todos los individuos como son. Hubiéramos visto a ideas de Dios, no a mortales, en todas partes; y todos viviendo donde viven realmente: en el Espíritu infinito. Su substancia sería indestructible. Todo ser sería armonioso, hermoso y reflejaría el Amor. Y nunca experimentaríamos el estar separados de aquellos que realmente conocemos.
Todavía tenemos que alcanzar una consciencia espiritual del ser. Pero un deseo honesto de alcanzarla hace de cada experiencia humana una oportunidad para progresar hacia la meta final. Si nuestro deseo es lo suficientemente grande, no esperamos hasta sufrir una pérdida para empezar a trabajar hacia la meta de la consciencia inmortal y espiritual. Trabajamos diariamente para liberarnos de condiciones falsas, materiales, y de nuestra creencia en personalidades materiales. Nos esforzamos diariamente por ver más de la substancia y del ser espirituales, y para identificar a los individuos como reflejos de la Vida divina. Entonces, cuando parece que perdemos algo o a alguien, reconocemos la aparente pérdida como un aspecto de nuestra experiencia en el que tenemos la oportunidad de crecer intensamente en comprensión espiritual.
El consuelo que sentimos como resultado de esto, es el consuelo del Espíritu Santo, la Ciencia divina. Este Consolador nos alcanza al nivel en que nos encontramos humanamente. Primero, nos calma. Nos da la habilidad de pensar serenamente, con claridad, con inteligencia. Nos da valor para seguir adelante, fuerza para hacer a un lado la pena, nos da inspiración para actuar con serenidad, con amor, hasta con alegría.
Si no podemos comprender bien la verdad fundamental de nuestra propia identidad inmortal y la de los demás, el Consolador nos capacita para comprender lo suficiente para que sepamos que todo está bien — y nos da la sabiduría que necesitamos para ayudar a otros a que también sepan que todo está bien — aunque ni ellos puedan explicarlo ni nosotros. Todos pueden sentir la presencia de la Vida infinita. Y por el consuelo que obtenemos — consuelo que está mucho más allá de lo que el sentido mortal hubiera creído posible — sabemos que un día comprenderemos. Entonces nos conoceremos unos a otros como Dios, el Espíritu, nos conoce, y la creencia de que venimos y nos vamos desaparecerá para siempre.
