Hace algunos años me hallaba sufriendo los severos ataques de una enfermedad crónica que el médico opinaba pasarían con el tiempo o de los cuales continuaría padeciendo toda mi vida. Esta perspectiva no me hacía sentir muy bien. En esa época no era estudiante de la Ciencia Cristiana, pero sí la conocía.
Una mañana en que me sentía bien y feliz, me dirigía hacia la ciudad para ir de compras cuando de pronto la enfermedad retornó y sentí un gran malestar. Estaba aprendiendo un poco sobre la manera de orar como nos lo enseña la Ciencia Cristiana y al momento me puse a orar; como resultado me encontré conque estaba bajando del ómnibus calmadamente y abriendo la puerta de una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Una mujer vino a mi encuentro, me tomó las manos y me invitó a sentarme en la sala de estudio. Me senté y me quedé dormida momentáneamente. Durante esos momentos de sueño sentí que algo estaba ocurriendo y al despertarme percibí que había sanado. Mi alivio fue tan grande que tuve ganas de gritar de alegría. Los ataques nunca volvieron a repetirse.
Deseo mencionar otra curación, la de una dificultad en los pies. Hace unos veinte años padecía de intensos dolores en los pies cuando hacía frío. Hice grandes esfuerzos por obtener un claro entendimiento de mi identidad real y espiritual como hija de Dios, que no conoce el sufrimiento, y aunque sentí algún alivio no fue permanente. Luego el estado empeoró y mi marido pensó que debía consultar a un médico. Seguí su consejo y el doctor me informó que tendría que usar soportes en los zapatos durante toda mi vida. Los usé constantemente, pero mi estado estaba peor que nunca y entonces fue cuando me di cuenta de que mi tarea era la de orar más, y conocerme a mí misma como hija perfecta de Dios.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!