¿Por qué ir a la iglesia? Si es usted joven, probablemente se ha hecho esta pregunta, o se la ha hecho a sus padres o a sus amigos. Si es usted adulto, ¿se ha preguntado por qué la gente joven objeta la tradicional concurrencia a la iglesia?
Quizás cada uno de nosotros debiera preguntarse cuál es su propósito de ir a la iglesia. ¿Se va simplemente por seguir la tradición religiosa que supone que el concurrir a los cultos dominicales es la manera de practicar la religión? Probablemente estaríamos de acuerdo en que la gente, en su mayor parte, va a la iglesia con el deseo de obtener ayuda e inspiración divinas. También estaríamos de acuerdo en que muchos otros van porque lo consideran un deber, o en búsqueda de compañía, o para ser aceptados por la comunidad.
¿Es realmente suficiente cualquiera de estas razones — aun el deseo de ayuda divina? Después de todo, cada una de ellas tiende a ser, en cierta medida, egoísta, motivada por necesidades y deseos propios.
Con la honestidad propia de la juventud, muchos jóvenes no están de acuerdo en que éstas sean las razones para concurrir a la iglesia. Aparentemente infieren íntimamente que la religión no debe estar basada en una búsqueda egoísta sino en el simple amor a Dios y en un deseo sincero de servirlo a Él y a la humanidad.
¡Cuánto impulso le da a la curación y a la regeneración de la comunidad una iglesia que esté dispuesta a hacer simplemente esto — a elevarse por encima de la búsqueda egoísta en su culto y a aceptar la motivación del Cristo! ¿Existe una iglesia así? Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, la Fundadora de la Iglesia de Cristo, Científico, ordenó a los miembros de esta iglesia que concurrieran a los cultos con un deseo completamente desinteresado de sanar y bendecir a todos los que asisten a sus servicios.
En el Manual de La Iglesia Madre, la Sra. Eddy establece la siguiente exigencia: “Las oraciones en las iglesias de la Ciencia Cristiana deberán ser ofrecidas colectiva y exclusivamente en pro de las congregaciones”.Man., Art. VIII, Sec. 5;
Éste es un concepto revolucionario sobre la razón de concurrir a la iglesia. Exige un motivo realmente desinteresado: dejar de lado las propias necesidades y anhelos y hacer un sincero esfuerzo por sanar y bendecir a los demás. En la medida en que los Científicos Cristianos sean obedientes a estas exigencias, aumentarán el efecto sanador de sus cultos y atraerán nuevos concurrentes a sus iglesias. La gente joven también se sentirá atraída inevitablemente por este sincero deseo de bendecir a los demás.
Pero, ¿qué decir de las necesidades individuales de quien asiste regularmente a la iglesia? ¿No deberían los servicios satisfacerlas? Se podría encontrar una respuesta en la experiencia de una Científica Cristiana cuyo pensamiento estaba perturbado en extremo un domingo por la mañana cuando se dirigía a la iglesia.
Uno de sus hijos había estado enfermo desde el día en que volvió de la universidad a pasar las vacaciones de verano en casa. Lo que más la desalentaba era la actitud de su hijo que a ella le parecía negativa — aunque sentía que esto probablemente estaba tanto en su propio pensamiento como en el de su hijo — y nada podía hacer para hacerse entender por él. Su esposo se había ausentado en viaje de negocios; sus otros hijos decían que estaban muy cansados para levantarse temprano e ir a la iglesia con ella; se sentía muy sola y con una pesada carga.
Mientras escuchaba el preludio de órgano esa mañana se sintió tentada o orar para la solución de sus propios problemas. Pero con toda firmeza dedicó su pensamiento a la exigencia de expresar amor desinteresado por toda la congregación. Dejando resueltamente de lado sus propias preocupaciones, agradeció a Dios por Su bondad para con Sus hijos. Se regocijó en Su amor y protección por cada miembro de la congregación. Sabía que, como ideas espirituales, ellos eran receptivos a ese amor.
En cada detalle del culto, a medida que se iba desarrollando, hizo un esfuerzo por aplicar las verdades sanadoras para bendecir a todos y a cada uno. Al terminar el culto salió de la iglesia con renovada inspiración y la convicción de que podía compartir esta alegría con su familia.
Cuando llegó a su casa, pidió a sus hijos, incluyendo al que estaba enfermo en cama, que fueran a la sala y se unieran a ella en oración. Leyó en voz alta dos de los pasajes de la Lección-Sermón en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana; que tanto significado habían tenido para ella esa mañana. Después todos oraron juntos. Al finalizar el día la curación del muchacho había empezado. A la mañana siguiente estaba bien, y la armonía de la familia estaba también restablecida.
El requisito de nuestro motivo desinteresado al asistir a la iglesia tiene una clara base en la Biblia ya que, desde los más antiguos relatos de la comunión de los hombres con Dios, se requería una ofrenda. En el culto primitivo ésta se realizaba sacrificando un cordero o trayendo las “primicias” del campo o de la viña. En algunas ocasiones se requería ayunar.
A medida que el pensamiento de los hombres se fue desarrollando hacia la comprensión de las verdaderas ofrendas que estos sacrificios y ayunos simbolizaban, se hicieron muchas exhortaciones acerca de las cualidades de pensamiento que se exigían. A menudo se mencionaba la gratitud entre estas cualidades, y una voluntad entregada por completo al servicio de Dios.
Isaías representa a Dios como diciendo: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?” Isa. 58:6;
El culto dominical de la Ciencia Cristiana es una maravilla en su planeamiento, conteniendo una Lección-Sermón que expone en forma impersonal la Palabra pura de Dios. La Nota Explicativa que se lee antes de la lección establece en el pensamiento de la congregación su autorización divina y, al ser leída desde el púlpito, se encomienda a la oración devota de cada miembro de la congregación.
Hasta los anuncios ofrecen la oportunidad de meditar sobre el hecho de que los servicios, las Salas de Lectura y las conferencias que se mencionan, contienen las verdades sanadoras de Dios, ofreciendo una bendición a toda la congregación.
Nadie es demasiado joven en la iglesia para que no pueda contribuir a la atmósfera sanadora. Un pequeño y desobediente alumno de la Escuela Dominical aprendió a ser más obediente y a compartir verdades simples con sus compañeros de clase después que su maestro lo alentó a pensar, durante la oración silenciosa, sobre la forma en que Dios amaba y gobernaba toda la Escuela Dominical.
En otra ocasión, la superintendente de la Escuela Dominical que había llegado a la iglesia con fuertes síntomas de gripe, se encontró de pronto bien al pararse frente a los alumnos y maestros para comenzar las clases, y oró para verlos a todos como hijos receptivos de Dios abrazados por Su amor.
En la medida en que cada concurrente, en cada detalle del culto, contribuya con sus oraciones desinteresadas por la congregación, las Iglesias de Cristo, Científico, reflejarán en forma más sanadora la descripción dada por la Sra. Eddy en el Glosario de Ciencia y Salud: “Iglesia. La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él.
“La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza humana, despertando el entendimiento dormido de sus creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y a la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 583.
¡Quién no elegiría hacer su parte en una iglesia así!