Las amistades buenas y perdurables no ocurren porque sí. Debemos granjeárnoslas, cuidarlas y, a veces, orar por ellas, si deseamos mantenerlas afectuosas y satisfactorias. Debemos aprender cómo hacer nuestra parte para mantenerlas puras y activas — no debemos ser egoístas y esperar que nuestros amigos siempre hagan algo bueno por nosotros sin hacer nosotros nada bueno por ellos. La amistad es una calle de tránsito doble, donde el mismo amor circula en ambas direcciones.
En primer lugar, ¿cómo podemos hacer amigos apropiados si nos encontramos sin ninguno?
La ley de Dios cuida de ello. Dios, el Amor divino, es el Padre de todos; y Él ama a todos Sus hijos, derramando sobre ellos y por medio de ellos, todas las cualidades que caracterizan un compañerismo satisfactorio, afectuoso y saludable. Nadie necesita sentirse solitario ni hambriento de cariño. Todos podemos expresar las maravillosas, afectuosas y bondadosas cualidades de Dios — no solamente hacia la familia y amistades sino hacia todo el mundo. Alguien que conoció a la Sra. Eddy y la cordialidad de ese amor suyo que lo abarcaba todo, dijo una vez que era como si ella amara todo — hasta una brizna de hierba.We Knew Mary Baker Eddy, Primera Serie (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1943), pág. 75;
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