Las amistades buenas y perdurables no ocurren porque sí. Debemos granjeárnoslas, cuidarlas y, a veces, orar por ellas, si deseamos mantenerlas afectuosas y satisfactorias. Debemos aprender cómo hacer nuestra parte para mantenerlas puras y activas — no debemos ser egoístas y esperar que nuestros amigos siempre hagan algo bueno por nosotros sin hacer nosotros nada bueno por ellos. La amistad es una calle de tránsito doble, donde el mismo amor circula en ambas direcciones.
En primer lugar, ¿cómo podemos hacer amigos apropiados si nos encontramos sin ninguno?
La ley de Dios cuida de ello. Dios, el Amor divino, es el Padre de todos; y Él ama a todos Sus hijos, derramando sobre ellos y por medio de ellos, todas las cualidades que caracterizan un compañerismo satisfactorio, afectuoso y saludable. Nadie necesita sentirse solitario ni hambriento de cariño. Todos podemos expresar las maravillosas, afectuosas y bondadosas cualidades de Dios — no solamente hacia la familia y amistades sino hacia todo el mundo. Alguien que conoció a la Sra. Eddy y la cordialidad de ese amor suyo que lo abarcaba todo, dijo una vez que era como si ella amara todo — hasta una brizna de hierba.We Knew Mary Baker Eddy, Primera Serie (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1943), pág. 75;
Todos podemos amar así porque Dios está derramando Su amor, en todo momento, a través de nosotros. Y cuando lo hacemos, llegamos a ser buenos amigos, y otros que desean el mismo bien espiritual que nosotros, reconocen esto y responden.
Nuestras amistades no deberían ser tratadas casualmente. Si han de perdurar, deberían ser alimentadas y renovadas día a día mediante la expresión de las cualidades del Amor divino que son su origen. La Biblia dice: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo”. Prov. 18:24; Y en el Manual de La Iglesia Madre la Sra. Eddy nos demuestra cómo podemos serlo siempre.
El Manual contiene un consejo inapreciable para asegurar que las amistades sean dulces y buenas —“Una Regla para móviles y actos”. Es “un deber” para los miembros de la Iglesia de Cristo, Científico, y una bendición para todo aquel que la obedece. “Ni la animadversión ni el mero afecto personal deben impulsar los móviles o actos de los miembros de La Iglesia Madre. En la Ciencia, sólo el Amor divino gobierna al hombre, y el Científico Cristiano refleja la dulce amenidad del Amor al reprender el pecado, al expresar verdadera confraternidad, caridad y perdón. Los miembros de esta Iglesia deben velar y orar diariamente para ser liberados de todo mal, de profetizar, juzgar, condenar, aconsejar, influir o ser influidos erróneamente”.Man., Art. VIII, Sec. 1;
Cualquiera que siga esta Regla seguramente será amigable en todo momento. Expresará consecuentemente las cualidades del amor, y será amable, paciente, benigno, siempre listo para escuchar, y permanecerá fiel a un amigo, aun cuando las cosas no le vayan del todo bien.
Pero la lealtad no significa aprobar siempre lo que un amigo piense o haga, especialmente si ese amigo está pensando y haciendo cosas que son incorrectas. En este caso podemos expresar “la dulce amenidad del Amor”, reprendiendo el pecado con fraternal amor. Podemos separar y condenar mentalmente el pecado, en tanto vemos a nuestro amigo como el hijo de Dios, ayudándole a expresar la Verdad y el Amor de acuerdo con la ley de Dios. Ayudándole lealmente de esta manera, lo fortalecemos en los esfuerzos que hace por pensar y obrar correctamente. O bien, si nuestro amigo no es receptivo a la reprensión que procede de nuestra clara postura por lo que es correcto, puede que surja una separación, y eso es sólo para nuestra protección.
Si damos preferencia a nuestra amistad con Dios, el Amor divino, sobre nuestra amistad con las personas, la elección de amistades se hará sabiamente. Entonces ellas podrán ser el conducto mediante el cual seremos consolados por Dios en nuestros momentos de debilidad. Nuestros amigos estarán a nuestro lado, dispuestos a sacrificarse para ayudarnos, si es lo que más nos conviene. Cristo Jesús hasta llegó a decir: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. Juan 15:13.
No siempre se nos hace una exigencia tan extrema, pero se necesita un elevado grado de abnegación para ser un amigo y retener amistades. En primer lugar, necesitamos saber cómo dominar nuestro genio y nuestra lengua. Muchas amistades se han quebrantado por la crítica apresurada, una observación mordaz, una acción impulsiva, hecha sin pensar y sin tacto.
A veces se dice que antes de hablar deberíamos contar hasta diez cuando sentimos que estamos perdiendo la paciencia, o cuando los pensamientos obstinados o de desamor, nos envían sus señales de advertencia a traves de la mente y el cuerpo. Los impulsos de la mente mortal, si permitimos que nos influyan, destruyen nuestras relaciones. Las amistades son demasiado valiosas para perderlas en un momento de descuido por una palabra impulsiva. De modo que es prudente aprender a dominar estos impulsos a una edad temprana.
La Ciencia Cristiana nos ayuda a hacer esto porque explica que somos verdaderamente el linaje del Amor divino y por eso nos es natural ser siempre afectuosos. Estamos motivados y gobernados por la Mente divina, de modo que no es natural ser gobernados por pensamientos destructivos. La oración y la vigilancia para mantener esta natural expresión del amor asegurarán que uno siempre “ha de mostrarse amigo” y siempre tendrá buenos amigos.