Hace algunos años mi familia y yo tuvimos la oportunidad de ir a pasar un fin de semana que incluía un día feriado, a una isla privada, accesible sólo por lancha. Al atardecer del segundo día de nuestra llegada, me estaba trepando a un árbol cuando de repente la rama sobre la cual me apoyaba completamente, se rompió y caí desde una altura de aproximadamente tres metros. Cuando intenté levantarme, noté que tres clavos oxidados que estaban en una tabla sobre el suelo se me habían incrustado en una pierna.
Mi primer pensamiento fue: “No hay vida, verdad, inteligencia ni substancia en la materia” — la primera línea de “la declaración científica del ser” que se encuentra en la página 468 de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Cuando niño había aprendido de memoria en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana esta declaración completa. Con la ayuda de otra persona pude levantarme e ir cojeando hasta la zona principal de las cabañas. Comencé a orar para reconocer mi perfección como hijo de Dios, pero me acometió el temor de que se produjese una infección que me causase la muerte. Repetí una y otra vez: “Dios es mi Vida”.
Poco después trajeron una lancha y un amigo ofreció llevarnos de regreso a la ciudad. A pesar de mis oraciones todavía sentía temor, de manera que nos detuvimos en el camino para llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana en una ciudad distante. La pierna se me había puesto rígida y me costaba moverla. A pesar de que era la una de la mañana cuando llamé por teléfono al practicista, su tranquila paciencia y su bondad me tranquilizaron.
El practicista me indicó que leyera en Ciencia y Salud estas palabras de la Sra. Eddy (pág. 151): “El miedo jamás ha detenido el ser y su acción”. Mientras conversábamos, el miedo desapareció y logré tranquilizarme. Hablamos sobre el hecho de que el tétanos no es nada más que una palabra para una creencia temporal y que no tenía ningún poder sobre mí, sino que la Mente, Dios, lo gobierna todo.
Cuando llegamos a casa esa noche, las heridas fueron lavadas y vendadas. No se usó ninguna medicación. Pude dormir apaciblemente el resto de la noche. A la mañana siguiente pude caminar sin dificultad, por la noche ya estaba completamente libre y durante los siguientes cinco días pude realizar una serie de arduos trabajos y actividades personales.
Estoy agradecido por el privilegio de ser Científico Cristiano, y particularmente por la fortaleza y el valor que esto le da a uno como padre. Nuestra familia está especialmente agradecida por una rápida curación que experimentó nuestra hija de tres años al ser mordida por un perro en la mejilla cuando lo besaba, y por una rápida curación de lo que parecía ser pulmonía, aunque nunca fue diagnosticada por un médico. Estas últimas curaciones ocurrieron cuando mi esposa y yo verdaderamente comprendimos que esta niñita era hija de Dios y que Él la amaba y la protegía mejor de lo que nosotros jamás podríamos hacerlo como sus padres humanos.
Littleton, Colorado, E. U. A.
Siendo la esposa y la madre a la cual se hace referencia en el testimonio que precede, deseo corroborar lo dicho por mi esposo. En los tres casos citados se vio muy claramente que tan pronto como dejamos de sentir miedo y confiamos a la niña y a mi esposo enteramente al cuidado de Dios, las curaciones se manifestaron muy pronto. La curación de pulmonía ocurrió cuando nuestra hija tenía alrededor de ocho meses de edad. Estábamos muy temerosos y comencé a preguntarme si no deberíamos llevarla a un médico. Pensando en mis amigos que consultaban médicos pedíatras, yo sabía que quería el mejor médico. Mientras reflexionaba sobre esto, claramente me vino el pensamiento de que Dios es el mejor médico. Después de esta experiencia tomamos instrucción primaria en clase de la Ciencia Cristiana, lo que nos dio a ambos un entendimiento más claro de cómo aplicar la Ciencia, y una convicción más profunda que nunca de la presencia de Dios y de Su poder para sanar y bendecirnos. Estoy muy agradecida por la Ciencia Cristiana.