De los Diez Mandamientos indicados por Moisés como procedentes de Dios Mismo, el poderoso precepto: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3), con justicia puede considerarse básico por afirmar, como lo hace, la supremacía esencial de Dios, hecho que constituye el fundamento tanto del judaísmo como del cristianismo. La historia del pueblo hebreo, según se conocía, había mostrado en muchas ocasiones la necesidad de confiar en el Dios verdadero como su creador, protector y guía y los resultados prácticos que se obtenían de ello.
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