Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Reflexiones sobre la instrucción en clase

Del número de octubre de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La instrucción en clase de la Ciencia Cristiana es uno de los privilegios más preciados que nuestra Guía, la Sra. Eddy, nos ha otorgado. En el corazón mismo de las vastas actividades de su Iglesia detalladas en el Manual de La Iglesia Madre, la instrucción en clase primaria resplandece y brilla como una joya.

Este legado de instrucción que la Sra. Eddy estableció proporciona un enfoque para nuestro estudio, nos evita andar a la deriva y nos ayuda a convertirnos en Científicos Cristianos realmente activos. No sólo nos enseña qué es el poder sanador, sino también cómo podemos curar.

La Sra. Eddy define la verdadera instrucción de este modo: “El propósito total de la verdadera instrucción no sólo es darnos a conocer la verdad, sino enseñarnos a vivirla — hacernos regocijar en hacer el bien, no hacernos trabajar sólo cuando brilla el sol y a escapar cuando viene la tormenta, sino a trabajar en medio de las nubes del mal, en la injusticia, la envidia, el odio”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 252; Y con respecto al trabajo nos dice, “El himno de la Ciencia Cristiana es ‘Trabajad — trabajad — trabajad — velad v orad’ ”.Message to The Mother Church for 1900, pág. 2;

En cierto sentido la instrucción en clase primaria afirma nuestros pies sobre la roca. El utilizar sus enseñanzas aporta convicción a nuestra comprensión, nos ayuda a que nuestra manera de pensar se autodiscipline, que nuestra vida se moralice y que nuestro amor se universalice. Fortalece los cimientos para que el estudiante se inicie en el ministerio sanador de la Ciencia Cristiana, tanto para solucionar sus propios problemas, como para ayudar a los demás.

El estudiante novel debe cimentar su comprensión mediante su propio estudio diligente de la Biblia, de Ciencia y Salud, y demás escritos de la Sra. Eddy. Esto lo ayuda a echar sus raíces, por así decirlo, y lo libera del deseo de asimilar la Ciencia Cristiana de una manera fácil buscando opiniones humanas acerca de la Ciencia o basándose en la demostración de otros. Cuando el estudiante está listo para tomar clase, lo percibe por la creciente sed de espiritualidad que experimenta en su corazón. Cristo Jesús declaró: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Mateo 5:6;

La edad no es un factor que determine esta disposición para tomar clase, pero sí debe haber cierta madurez espiritual de pensamiento como también actividad mental y deseo de aprender. Para aquellos menores de veinte años, se ha provisto la Escuela Dominical, y generalmente es bueno aprovechar totalmente este privilegio antes de considerar el tomar clase.

El aspirante a instrucción en clase necesita protegerse contra el error de la desidia y de los impedimentos que presentan las falsas atracciones y falsas responsabilidades. Y el maestro debe tratar enérgicamente en su propio pensamiento, los argumentos engañosos del magnetismo animal que insinúan que tales errores existen y pueden impedir que aquellos que estén listos soliciten instrucción. El maestro debe comprender que la clase no consiste de un determinado número de personas que se dirigen a otra en busca de iluminación espiritual, sino que es la revelación ilimitada de la propia plenitud, belleza, orden y luz de la Mente divina.

La elección del maestro por parte del estudiante ha de ser el resultado de la oración y la demostración. En el The Christian Science Journal o en El Heraldo de la Ciencia Cristiana aparece mensualmente una lista de los maestros, y generalmente la edición de febrero del Journal trae una lista adicional de carácter mundial por orden alfabético.

Es tan importante que el estudiante seleccione al maestro apropiado para él, como que el maestro también seleccione al alumno apropiado. Tanto el estudiante como el maestro deben recurrir a la guía divina para su elección. El aspirante que solicita clase debe conocer algo del pensamiento del maestro. Algunos maestros son conferenciantes de la Ciencia Cristiana, otros escriben artículos para la literatura periódica, y a cualquier maestro le agrada conceder una entrevista a un posible alumno o comunicarse con él. El maestro busca en el alumno cualidades tales como receptividad, dedicación, integridad moral, del mismo modo que el estudiante procura encontrar en el maestro fortaleza espiritual, sinceridad y amor. La elección es como una calle de doble vía, pero el primer paso debe siempre darlo el alumno. El maestro nunca busca al alumno.

Una vez que el estudiante ha presentado su solicitud y ha sido aceptado, el período de espera para tomar clase se convierte en un lapso sagrado de estudio devoto de la Biblia y de las obras de la Sra. Eddy. Éstos son sus únicos libros de texto para instruirse en la Ciencia Cristiana (ver Man., Art. IV, Sec. 1). Cuánto más se prepare el estudiante en esta forma, tanto más receptivo estará para la instrucción que recibirá en clase.

Y entonces, por último, llegan los doce gloriosos días de instrucción, usualmente unas pocas horas diarias en la sala de clase, pero días colmados de iluminación radiante y estudio inspirado. El Manual prescribe que la enseñanza habrá de impartirse del capítulo titulado “Recapitulación”, en Ciencia y Salud. Este capítulo se desarrolló de las notas que la Sra. Eddy originalmente preparó para la enseñanza que ella misma impartía y, como su título lo indica, es un resumen de la Ciencia Cristiana. Bajo su luminosidad, la Biblia, el libro de texto, Ciencia y Salud, y las demás obras de nuestra Guía resplandecen con luz santa. Los días de clase presentan nuevos aspectos que el estudiante continúa investigando a través de los años, por medio de su propio estudio y la ayuda de las Concordancias.

El capítulo comienza con Dios, Su totalidad, la unidad del Principio y su idea y las exigencias de la Ciencia. Luego aparece “la declaración científica del ser.” De ahí en adelante prosiguen sucesivas preguntas en secuencia natural, que dilucidan lo que la substancia, la Vida, la inteligencia, la Mente, verdaderamente son. Además incluyen temas sobre la Verdad, el revelador y la revelación, el Cristo, Jesús y el hombre. El tema sobre el magnetismo animal, la mentira de que existe vida, verdad, inteligencia y substancia en la materia se trata minuciosamente, y la denuncia total del error se compendia en la poderosa declaración: “Todo el testimonio de los sentidos corporales y todo el conocimiento obtenido por medio de los sentidos corporales han de ceder a la Ciencia, a la verdad inmortal de todas las cosas”.Ciencia y Salud, pág. 493. Luego sigue la explicación sobre el tratamiento en la Ciencia Cristiana. El capítulo finaliza con la observación del continuo progreso del alumno y, finalmente, resume los puntos importantes o artículos de fe de la Ciencia Cristiana, estableciendo así por siempre el lugar de la Ciencia Cristiana en el mundo religioso.

Con visión y amor maternal, la Sra. Eddy dispuso la asociación de los alumnos de cada maestro. Aunque la clase está limitada a un número no mayor de treinta miembros, de manera que cada alumno pueda recibir instrucción cabal y atención individual, la asociación incluye a todos los alumnos, y una vez al año se congregan todos en una reunión de no más de un día de duración. Desde una asociación hasta la próxima, alumnos y maestro anhelan volverse a reunir en esta feliz ocasión. La asociación no es un acontecimiento social, sino un día tan sagrado como el día de Pentecostés. De este modo la asociación mantiene viva la llama de instrucción primaria en el corazón de cada alumno. Se reunen con un único propósito — el de recibir iluminación espiritual.

Todo lo que el valioso privilegio de instrucción en clase primaria signifique tanto para Ud. como para mí, depende de cómo utilicemos la enseñanza. Si atesoramos y amamos esta experiencia y la nutrimos diariamente con el estudio, la oración, y una vida espiritualizada, entonces esta instrucción en clase iluminará los años con belleza resplandeciente.

¿Ha lanzado usted alguna vez una piedra pequeña en un estanque de agua quieta y cristalina? Al principio se ve una pequeñísima ondulación, pero la piedrecilla se hunde en lo profundo, y las ondas se amplían cada vez más. Del mismo modo, la bendición que aporta la clase continúa expandiéndose y enriqueciendo nuestra vida a medida que la verdad aprendida penetra más y más profundamente en nuestros corazones.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 1975

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.