La Ciencia Cristiana ha bendecido mi vida de muchas maneras. La curación del pesar que sentí cuando falleció mi madre fue lo que realmente me estableció en la Ciencia. Esta curación se produjo al comprender que la vida es en verdad espiritual y no material.
Orando para alcanzar una comprensión más profunda de lo que es el compañerismo, me di cuenta de que podía dejar de hacer planes humanos, segura de que si dejaba que el Padre planeara mi vida y yo orara para fortalecer mi espiritualidad, mi vida sería más satisfactoria de lo que yo posiblemente podía planear. El resultado fue que inmediatamente me hallé apreciando las excelentes cualidades de un amigo que comenzó a interesarse por la Ciencia Cristiana tanto como yo. Poco después nos casamos.
Los problemas financieron fueron resueltos cuando abandonamos el concepto de un hombre mortal que depende de un empleo material para sus ingresos, y lo reemplazamos por un claro concepto del hombre como la idea espiritual de Dios, que depende sólo de Dios para la provisión del bien continuo y abundante.
Fue de gran ayuda en la crianza de tres hijos, la instrucción en clase primaria de Ciencia Cristiana, recibida poco después de mi matrimonio. Encontramos que siempre podíamos hacer uso de nuestra comprensión de la Ciencia Cristiana eficazmente, sin tener que recurrir jamás a remedios medicinales de ninguna especie para ellos o para nosotros.
Una curación en nuestra familia, la de un absceso en un oído, fue instántanea cuando percibimos claramente que Dios es el único poder. Otras curaciones efectuadas mediante la sola aplicación de la Ciencia, fueron de ciática, ictericia, jaqueca, dislocación de un hueso, una grave tos de seis meses de duración, furúnculos, lombrices y gripe. Relaciones discordantes y problemas del diario vivir, todos han cedido ante la comprensión de la ley de armonía de Dios.
Experimenté una protección maravillosa al tener un accidente automovilístico con un camión. Giramos con gran rapidez, mi automóvil saltó una zanja atravesando una cerca de alambre de púas. No hubo modo de gobernarlo y al principio me sentí completamente confundida y llena de temor. Recurrí a Dios y vehementemente declaré: “Dios, Tú eres mi Vida; mi vida es Tuya”. Con esta declaración de la verdad sentí que al calmarme el automóvil se enderezó, deteniéndose a dos metros de grandes rocas. Aquellos que presenciaron el accidente dijeron que no esperaban que alguien pudiera salir con vida de aquel vehículo. Sólo sufrí un leve rasguño, y pude asistir esa noche a una reunión de inspiración espiritual en nuestra iglesia filial. Nadie se dio cuenta de que algo serio me había ocurrido.
Mi mayor interés ahora es progresar en mi aplicación de la Ciencia Cristiana, para percibir más clara y constantemente la presencia y el todo poder de Dios y la perfección del hombre espiritual como Su imagen y semejanza. Es mi sincero deseo, recurrir más y más a Dios, la Mente divina, en busca de revelación y así poder ayudar mejor a mi prójimo y a la Causa de la Ciencia Cristiana.
Johannesburgo Transvaal, República Sudafricana
 
    
