Serenidad en momentos de desorden, calma que reemplaza la inquietud, confianza que vence el temor, paz en medio de una familia robusta y bulliciosa, son cualidades que todos, hombres y mujeres, pueden expresar porque estas cualidades provienen de Dios y pertenecen a todos Sus hijos.
Aprendemos mediante la Ciencia Cristiana que reflejamos las cualidades de Dios y que, en la proporción en que las expresamos en nuestra experiencia humana, nos capacitan para vencer el mal y enaltecer el bien. La serena confianza, la gentileza, la tranquila esperanza del bien, son componentes eficaces de la inspiración. Se desarrollan en la experiencia humana a medida que percibimos el hecho de que “vivimos, y nos movemos, y somos” Hechos 17:28; en Dios. Estas cualidades se manifiestan al reconocer nuestra propia identidad como ideas de Dios, la Mente inmortal.
Dios está con nosotros constantemente, amándonos incesantemente. El conocer esta verdad revela la relación de causa y efecto entre Dios, el bien, el único creador y Su idea, el hombre. La Sra. Eddy escribe: “Sólo hay una causa primordial. Por tanto, no puede haber efecto de ninguna otra causa, y no puede haber realidad en nada que no proceda de esta causa grande y única”.Ciencia y Salud, pág. 207;
Esta relación de causa perfecta y efecto perfecto prevalece en todas partes. El comprender esto, nos libera de la creencia en el mal y sus supuestos efectos. Expone al mal como falto de causa, como la nada, como una mentira o ilusión.
Nuestra comprensión y reconocimiento de esta gran verdad es posible gracias a nuestra habilidad otorgada por Dios, de razonar basándonos en la evidencia del sentido espiritual. Es muy parecido a lo que pasa cuando la luz brilla a través de la oscuridad. No requiere ningún esfuerzo, sencillamente desaparece la oscuridad. Cuando la luz del bien alborea en nuestro pensamiento, el vacío, o sea, la nada, es desplazado. Aunque para el sentido humano esto puede parecer una experiencia tumultuosa, los sentidos espirituales conocen sólo el desarrollo sereno, gozoso y natural del bien.
El amor que tiene el hombre por el bien es una de las verdades espirituales del universo. El sentido material no puede transmitir esta verdad. Si al buscar la curación o la solución a cualquier problema, nos damos cuenta de nuestra capacidad natural de amar el bien, enriquecida por Dios, entonces estamos percibiendo una realidad espiritual. Debemos disfrutar de este conocimiento, ponerlo en práctica, y regocijarnos en su tranquila seguridad.
Este discernimiento constituye una fuerza ilimitada para bien en nuestros asuntos humanos. Nos proporciona una base desde la cual podemos razonar y desarrollar nuestra habilidad de estar conscientes de los mensajes angelicales que la Mente infinita, Dios, nos está impartiendo constantemente. ¿Cuáles son algunos de estos mensajes? Son ideas espirituales que derivan de nuestra consciencia del Principio divino, el Amor, y que expresamos en cualidades tales como la bondad, la paciencia, la energía, el reconocimiento de nuestra innata dignidad, el orden, para nombrar sólo algunas de ellas.
Una comprensión activa de la bondad de Dios orienta los afectos, revela, como el capullo que se abre, las capacidades más elevadas del ser — una nueva perspectiva de nuestro ambiente y un nuevo concepto del ser. Y este desarrollo de nuestra consciencia del bien continuará fortaleciéndose y acrecentándose en la medida en que pongamos en práctica nuestro amor por el bien.
Podemos percibir la calma y la tranquilidad que nos proporciona la paciencia. Esto es reflejo de la omniactividad armoniosa de la Mente, que descansa en la acción. La Sra. Eddy nos dice: “La Mente demuestra omnipresencia y omnipotencia; pero la Mente gira sobre un eje espiritual, y su poder se despliega, y su presencia se siente en quietud eterna y Amor inmutable”.Retrospección e Introspección, págs. 88–89;
Podemos sentir el impulso de la energía espiritual que nos eleva a alturas espirituales, con calma y segura rapidez. Y podemos conocer la satisfacción del reconocimiento de nuestro valor innato. Su definición cristiana incluye la dignidad, el carácter, la sinceridad, la serenidad y el infinito valor que se reflejan en cada uno de nosotros.
Podemos evidenciar el orden del Principio. Establece nuestra actividad, eliminando la confusión y dando forma a un resultado constructivo. El profeta Isaías escribió: “El efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre”. Isa. 32:17;
Ni las elevaciones del éxtasis humano ni las profundidades de la depresión pueden persistir ante la quietud profundamente satisfactoria del sagrado camino de Dios, donde los valles son alzados y los montes bajados. Nada es más satisfactorio que la actividad espiritual correcta y serena.
Pero, ¿cómo hacemos frente al argumento del pensamiento mortal de que tal vez tengamos que renunciar a mucho de lo que es humanamente necesario, si hemos de seguir el sagrado camino de Dios? La respuesta de Cristo Jesús fue: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33;
Adoptar la serenidad espiritual como norma, es siempre la elección correcta para lograr progreso espiritual. El sentido material no puede hacer tal elección. Es incapaz hasta de saber acerca de lo que está privado. Cuando el sentido espiritual nos manifiesta la realidad apacible de Dios, comprendemos que nada real jamás se pierde, porque Dios es Todo.
La Sra. Eddy hace hincapié en el poder de este reconocimiento y en los efectos prácticos de espiritualizar el pensamiento. Dice lo siguiente: “La mejor clase espiritual de método cristiano para elevar el pensamiento humano e impartir la Verdad divina, es potencia estacionaria, quietud, y fuerza; y cuando este ideal espiritual es hecho nuestro, se vuelve el modelo para la acción humana”.Ret., pág. 93.
