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Liberándonos de los defectos de carácter

Del número de octubre de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En un hermoso día de primavera detuve mi automóvil en un parque junto al océano. Tenía las ventanillas abiertas y una abeja de gran tamaño entró volando y luego trató de salir por la parte curva del parabrisa. Cada vez que yo intentaba ayudarla a encontrar la ventanilla abierta, zumbaba desatinadamente por el automóvil volviendo al parabrisa. Parecía muy segura de llegar a las hermosas flores del parque volando a través del parabrisa. Podía decirse que las apariencias habían “aprisionado” a la abeja dentro del auto.

A menudo vemos a una persona aparentemente aprisionada en el mal genio, lo cual limita su progreso. Tal vez nosotros mismos tenemos algunos defectos que impiden que seamos felices, que tengamos éxito o que se nos quiera. Con frecuencia clasificamos estos defectos como tendencias temperamentales, como rasgos desagradables de carácter o como características nacionales heredadas.

Algunos de estos defectos son la impaciencia, los celos, la obstinación, el mal genio, el egotismo, el egoísmo, la manía de criticar, los caprichos, y ellos pueden hacer que nuestra vida y la de los que nos rodean sean muy desdichadas. Aun cuando los reconozcamos por lo que son y deseemos liberarnos de ellos, pueden parecer como si nos fueran inherentes, a tal grado que nos sentimos “aprisionados” en ellos.

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