Nací y crecí en un hogar de Científicos Cristianos. A los dieciocho años empecé a trabajar, pero como no pude satisfacer mis necesidades, acepté un trabajo que creía llenaría todas mis obligaciones. Fue un gran error, pues al cabo de unos meses, mi existencia estaba llena de discordancia y ansiedades. De modo que consideré renunciar a mi empleo.
Hablé de ello con mis padres y solicité inmediata ayuda de una señora que era mi maestra en la Escuela Dominical y ahora es practicista de la Ciencia Cristiana.
Después de varios días, como resultado de la ayuda dada por la practicista por medio de la oración, sentí que sólo la perfección divina se reflejaba en mi camino. Después, con una mejor comprensión de la guía de Dios en mi vida, alguien que sabía de mi situación me envió un recorte de diario y una carta de recomendación.
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