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El tratamiento en la Ciencia Cristiana

Del número de octubre de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No es la mente humana sino la Mente divina la que actúa en el tratamiento de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens.. Este tratamiento es oración que elimina en la consciencia humana toda obstrucción que le impide a la visión humana ver la presencia y la acción de la Mente divina. Pero esto lo hace únicamente con el poder de la Mente divina. Cuando el tratamiento es cristianamente científico, el paciente se da cuenta, en cierto grado, de que Dios, la Mente, es Todo y que lo gobierna todo armoniosamente.

Hay una clara diferencia entre el tratamiento en la Ciencia Cristiana y los métodos de curación mental mediante la acción de la mente humana. El comprender esta diferencia puede determinar el éxito o el fracaso en un caso determinado. El problema que surge al hacer esta diferencia es que los métodos sicológicos humanos promueven a menudo cierto tipo de pensamiento positivo que se parece mucho a la Ciencia Cristiana. Y aunque el resultado de esta forma de pensar es a veces notable, también es temporario.

Cuando se usan los métodos de la mente humana, probablemente se le pide al paciente que mantenga en el pensamiento el resultado que espera obtener con sus oraciones. Se le ordena visualizar un estado material saludable en lugar de un estado enfermizo, ver un mortal cariñoso u honesto en lugar de falto de amor o de honradez, pensar de sí mismo como progresista, sin deudas, con sus deseos cumplidos, en lugar de fracasado, lleno de deudas o frustrado. Esto parece asemejarse a la Ciencia Cristiana cuando el sanador intenta apoyar su acción mental con tales verdades de la Ciencia Cristiana como: la totalidad de Dios, el Espíritu, Su bien, Su poder, y Su amor, y la nada del opuesto del Espíritu, la materia.

Cuando al paciente se le recomienda, a la luz de estas verdades, que espere la curación, la diferencia se reduce a un asunto de motivos. Esperar el bien puede ser espiritualmente científico o humanamente sicológico, dependiendo de si esto nace del estar conscientes del todo del Espíritu y de su bondad, o del deseo humano de comodidad en la materia.

El tratamiento en la Ciencia Cristiana hace lo que Cristo Jesús hizo cuando sanó a los enfermos, alimentó a las multitudes, calmó el mar y resucitó a los muertos. Él comprendió su propia relación con su Padre, Dios. Reconoció el poder de Dios en todas las cosas. Reconoció que los síntomas de la enfermedad, las evidencias de carencia, la furia de una tormenta, la apariencia de la muerte, son mentiras que niegan el poder y la bondad de Dios. Y negó estas mentiras con la autoridad de quien entiende a Dios. Dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Juan 5:17;

Hubo momentos en que Jesús exigió algo a la mente humana. Algunas de sus curaciones fueron precedidas de palabras tales como “No temas, cree solamente”. Marcos 5:36; “¿Creéis que puedo hacer esto?” Mateo 9:28; o “Levántate, toma tu lecho, y anda”. Juan 5:8; Pero estas exigencias no inducían a la persona a pensar en la situación material en que se encontraba ni en la esperada mejoría, sino en el poder espiritual que Jesús representaba.

De la misma manera, el tratamiento en la Ciencia Cristiana, puede exigir al pensamiento del paciente que se sienta agradecido por la bondad de Dios, que exprese las cualidades divinas de las que ya esté consciente, que niegue el mal y afirme el bien como la realidad. Tales exigencias ayudan el proceso de curación si conducen al paciente a pensar menos en una identidad mortal y más en la Mente divina y su idea perfecta. Obstaculizan, si alientan la esperanza en resultados provenientes de la acción de la mente humana.

La Mente divina, o Principio, siempre se expresa a sí misma en el hombre perfecto. El hombre es la idea de la Mente. Refleja las cualidades de la Mente. Es perfecto, íntegro, saludable, armonioso, sabio, amable, puro, bueno, pero siempre es espiritual, nunca material. El tratamiento en la Ciencia Cristiana reconoce esta verdad. El practicista reconoce su propia relación con la Mente, cede el sentido humano del caso que se le presenta a la realidad que la Mente entiende; comprende que el poder de la Mente está sobre todo lo que pretende oponerse a su perfecta manifestación, niega con la autoridad de la comprensión que Dios otorga, las mentiras de la enfermedad, el pecado, la carencia, la tristeza, la frustración, la muerte.

Pero el practicista de la Ciencia que Jesús enseñó, no venera su tratamiento. Su trabajo básico al dar un tratamiento es glorificar la verdad acerca de Dios y del hombre, del Principio y su idea. Ya sea que arguya el caso paso a paso, o que elimine el error al comprender la verdad espontáneamente, su método al dar tratamiento en un caso determinado es correcto cuando, por medio del tratamiento, pierde de vista el método y está consciente únicamente de lo que Dios es y de lo que Él hace.

Quien desse aprender a dar un tratamiento en la Ciencia Cristiana encontrará el camino por medio del estudio de la Biblia y las obras de Mary Baker Eddy. Las actividades de la iglesia que ella fundó: los periódicos, los servicios religiosos, la afiliación a la iglesia, la instrucción en clase, y otras, le ayudarán en su camino. Cuando esté pronto para dar tratamientos, la oportunidad vendrá porque la habilidad y la oportunidad aparecen al mismo tiempo cuando se procura servir a Dios.

Uno de los elementos falsos de la equivocada creencia humana sobre el tratamiento en la Ciencia Cristiana, es el factor tiempo. A menos que se reconozca que el tiempo es una falsa creencia, quien trate de dar tratamiento puede creer que el efecto dependerá de la duración del tratamiento o del número de tratamientos que se den. Pero el tratamiento en la Ciencia Cristiana no puede medirse en términos de tiempo o duración. Lo que sana es la Mente eterna, y la duración del tratamiento depende del momento en que la mente humana cede al mismo. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, lo expresa de esta manera en el libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Daos cuenta de la presencia de la salud y la realidad del ser armonioso, hasta que el cuerpo corresponda con las condiciones normales de salud y armonía”.Ciencia y Salud, pág. 412; En el libro de texto se muestra que la salud y el ser armonioso son cualidades espirituales del Principio divino que el hombre refleja, y no estados humanos o materiales.

La teoría, sostenida por algunos sicólogos, de que la mente humana obtiene nuevos conceptos por medio de una experiencia particular, que forma un todo y es completa, parece lógica y de peso para quien cree que la acción de la mente humana sana. Pero no es una experiencia de la mente humana lo que sana en la Ciencia Cristiana; es el reconocimiento y el consciente sometimiento a las verdades constantes de la Mente divina.

La respuesta a un llamado de ayuda mediante la oración en la Ciencia Cristiana, ¿debería ser un tratamiento particular, una experiencia completa en la cual todo lo que debe ser hecho es hecho? El tratamiento es siempre terminante, ordenado y decisivo, pero en sus obras, la Sra. Eddy se refiere al tratamiento únicamente en un sentido genérico —tratamiento— en lugar de hacerlo en un sentido fragmentado como un tratamiento o tratamientos.

Magnificar el papel de la mente humana trae disensión humana sobre lo que constituye un tratamiento. Pasos metódicos al argumentar en un caso son esenciales, pero la bendición de Dios está en Su propia idea espiritual verdadera, el Cristo, que es siempre perfecto. Cualquiera que sea la forma en que se da, un tratamiento tiene buen éxito si hace que la consciencia humana abandone sus falsos conceptos materiales por la idea espiritual. El practicista de la Ciencia Cristiana busca, a la luz del Cristo, percibir el pensamiento del paciente y saber intuitivamente qué error debe negar y qué pasos debe seguir para negarlo. Al mismo tiempo percibe las verdades espirituales que debe utilizar, y las utiliza hasta que se produce la curación.

La obligación del practicista cuando toma un caso no es meramente dar un tratamiento, sino sanar. Si acepta el caso, lo hace comprendiendo que la Mente divina es la única Mente y que el poder que él ejerce sobre las pretensiones del mal es el poder de Dios, el bien. La ética, por lo tanto, requiere que haya un claro acuerdo con el paciente de que el practicista continuará activamente en el caso hasta que se produzca la curación o hasta que el practicista o el paciente suspendan este acuerdo mutuo. El paciente debe mantener un contacto debido con el practicista, y el practicista debe estar disponible convenientemente mientras ambos estén de acuerdo en continuar con el tratamiento.

Para comprender el tratamiento en la Ciencia Cristiana, se debe estudiar el libro de texto escrito por la Sra. Eddy. En el capítulo “La Práctica de la Ciencia Cristiana”, ella escribe: “Comenzad siempre vuestro tratamiento, apaciguando el temor de los pacientes. En silencio aseguradles de que están exentos de enfermedad y peligro. Observad el resultado de esta regla tan sencilla de la Ciencia Cristiana, y encontraréis que alivia los síntomas de toda enfermedad”.ibid., pág. 411;

Comprender cómo tales afirmaciones silenciosas pueden ser efectuadas sin que una mente humana intente eliminar silenciosamente los temores de otra, requiere un estudio profundo de todo el libro. Respondiendo a la pregunta: “¿Quiere usted explicar lo que es la enfermedad y enseñar cómo ha de curarse?”, la Sra. Eddy se refiere al capítulo “La Práctica de la Ciencia Cristiana”, y dice: “Una respuesta completa a la pregunta susodicha implica la enseñanza, la cual capacita al sanador para demostrar y probar por sí mismo el Principio y la regla de la Ciencia Cristiana o la curación metafísica”.ibid., pág. 493.

Dar tratamiento en la Ciencia Cristiana no es algo que se aprende independientemente de los conceptos reformadores que constituyen nuestro renacimiento espiritual: reemplazar el sentido material con el sentido espiritual, el sentido personal con un sentido divino de amor, el sentido finito con la visión espiritual infinita, el sentido mortal con la identidad inmortal. Y sólo a medida que se obtiene el sentido espiritual acerca de uno mismo y de su relación con Dios, es que uno puede discernir en un caso determinado cuál es la necesidad y qué verdades utilizar.

Un resumen de lo que es el tratamiento en la Ciencia Cristiana y de lo que no es se encuentra en la explicación que la Sra. Eddy en la página xi del Prefacio de Ciencia y Salud, y que dice: “Muchos imaginan que los fenómenos de la curación corporal en la Ciencia Cristiana presentan sólo una fase de la acción de la mente humana, — acción que de algún modo inexplicable efectúa la curación de las enfermedades”. Ella señala que son otros métodos y no la Ciencia Cristiana los que dependen de la mente humana para sanar. Luego continúa: “La curación corporal en la Ciencia Cristiana resulta ahora, como en tiempos de Jesús, de la operación del Principio divino, ante el cual el pecado y la enfermedad pierden su realidad en la consciencia humana y desaparecen tan natural y tan necesariamente como las tinieblas ceden a la luz y el pecado a la reforma”.

Cuando aprendamos a diferenciar claramente estos dos conceptos — lo que “muchos imaginan” y “la operación del Principio divino”— aprenderemos a experimentar ese estado de consciencia espiritual que atrae hacia nosotros a quienes están buscando genuinamente la curación en la Ciencia Cristiana. Y nuestro trabajo de curación será decisivo en la misma proporción.

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