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Mi madre encontró la Ciencia Cristiana antes...

Del número de octubre de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi madre encontró la Ciencia Cristiana antes de que yo naciera, y mis dos hermanas y yo crecimos aprendiendo a recurrir a Dios en busca de ayuda en lugar de recurrir a medios materiales cuando necesitábamos una solución para cualquier problema.

A través de los años hemos tenido muchas pruebas del poder sanador de la Ciencia Cristiana. Escarlatina, tos ferina, asma y varicela, son algunas de las curaciones que recuerdo. Pero fue después que nació mi hijo que verdaderamente comencé a estudiar esta Ciencia a fondo. Su nacimiento fue lo que los médicos llamaron “un milagro”. Se presentaron complicaciones y el médico dijo que el niño podía haber nacido muerto. Mi madre fue mi practicista de la Ciencia Cristiana y se encontraba en la maternidad conmigo acompañándome. Me dijo después que le había venido al pensamiento una sugestión de posible muerte y que la había rechazado con el claro entendimiento de que Dios es la única vida del hombre.

Mi hijo tuvo algunas buenas curaciones durante su infancia. Su maestra lo trajo a casa un día y nos dijo que tenía paperas y que no debía regresar al colegio hasta que el médico lo diera de alta. Por medio de la oración científica fue sanado durante la noche y disfrutó de dos semanas de vacaciones.

Cuando tenía seis o siete años, un día estaba montando su bicicleta cuesta abajo de un empinado camino que desembocaba en una ruta de ómnibus. Sus frenos no funcionaron y cruzó la carretera delante de un camión, chocó contra la cuenta y fue arrojado contra una pared. Una vecina que vio lo ocurrido vino a visitarnos al día siguiente. Estaba convencida de que mi hijo había escapado de un serio accidente. Mi madre había estado estudiando la Ciencia cuando aquello ocurrió. Había percibido claramente que mi hijo estaba a salvo en el reino de los cielos. La única consecuencia que tuvo el niño fue un ligero chichón en la cabeza que pronto desapareció.

En otra ocasión, cuando mi hijo era muy pequeño, tuvo una hemorragia mientras apaleaba nieve una mañana con mi padre. Los síntomas eran alarmantes y yo estaba muy atemorizada. Comprendí que teníamos que trabajar diligentemente. En el país donde vivíamos había que comunicarlo a las autoridades de salubridad en caso de que no sanara al día siguiente. Pasé la noche cerca de mi hijo cantando himnos para calmar mis pensamientos, mientras mi madre utilizaba las verdades de la Ciencia Cristiana para la situación. A la mañana siguiente hubo gran motivo para regocijarse. La hemorragia se había detenido.

Recientemente cuando estaba con mi hijo y mi nietecito en un campo de juegos infantiles, salté de un poste y caí con todo el peso de mi cuerpo sobre un pie, de tal manera que fue severamente lastimado deformándose. Como no podía apoyar el pie sin sentir gran dolor, mi hijo fue a buscar su auto para llevarme a casa. Cuando él se alejó quedé a cargo de mi nietecito, y varias veces cuando sentía que me iba a desmayar, afirmaba las verdades de “la declaración científica del ser” (Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. 468). Las últimas dos frases dicen: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual”. Cuando llegué a casa llamé a un practicista para que me ayudara.

La lesión del pie era considerable. Pasaron más de dos semanas antes de que pudiera apoyarlo y caminar cojeando, pero durante este tiempo el practicista me alentaba diariamente a estudiar verdades metafísicas específicas. Con la ayuda de las Concordancias de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy, busqué referencias sobre pie, pies, movimiento, acción, perfección. A medida que absorbía las verdades de la perfección espiritual del hombre, lenta, pero continuamente, la evidencia material de un pie severamente lastimado fue desapareciendo, hasta que un día me encontré saltando de roca en roca mientras caminaba con una amiga a lo largo de la playa. A medida que saltaba, me di cuenta de que la curación había sido completa.

Estoy muy agradecida por la Ciencia Cristiana. La Sra. Eddy, mediante su descubrimiento de esta Ciencia, que gobernaba las curaciones y enseñanzas de Cristo Jesús, nos ha dado una religión práctica para vivir y demostrar.


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