“¡Oh, no!” pensó Cecilia al despertar el viernes por la mañana. Ni las alegres flores en el nuevo empapelado de su dormitorio la hicieron sonreir. Se sentía muy mal.
“Me parece que esto es lo que todos esos chicos en la escuela han dicho que tuvieron”, pensó. Recientemente casi todos en la clase de Cecilia habían perdido muchos días de clase por enfermedad.
Entonces Monito, su gato, saltó sobre su cama y empezó a ronronear, al mismo tiempo que frotaba su cabecita en la mano de Cecilia. Monito se sorprendió mucho cuando Cecilia lo empujó de la cama en lugar de darle su acostumbrado abrazo de buenos días. Nada divertía a Cecilia esa mañana.
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