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Cómo estudio la Lección-Sermón

Se pidió a varios activos Científicos Cristianos que nos escribieran, diciéndonos cómo estudian la Lección-Sermón semanal Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. A continuación incluimos extractos de algunas de sus cartas.

Cómo estudio la Lección-Sermón

Del número de noviembre de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Encaro el estudio de la Lección-Sermón con una actitud de oración — una oración tanto de ruego como de afirmación. Oro humildemente para conocerme a mí misma de modo que el evangelio de mi Mostrador del camino y la inspiración de la vida de mi Guía, se expresen, se repitan y se evidencien mediante mi propia vida.

La lección me habla individualmente, se dirige al estado de consciencia en que me encuentro, o sea, allí en el nivel mismo de mi comprensión para demostrar la verdad de Dios perfecto y hombre perfecto.

La Lección-Sermón es una expresión de Dios hablándome directa e individualmente mediante los profetas del Antiguo Testamento con la magnitud y elevación del monoteísmo puro; mediante nuestro gran Modelo, Cristo Jesús, y su mensaje de salvación individual; y mediante la Sra. Eddy, la reveladora de la Verdad y autora del “librito” (Apocalipsis 10:2) que revela las Escrituras.

El mensaje sanador de la lección tiene para mí grandes dimensiones. Primero está mi grado de preparación. Abordo la lección deseosa de encontrar el mensaje sanador y el valor de la experiencia. En razón de que siento un deseo vehemente de adquirir inspiración, encaro la resistencia de la mente mortal que ahogaría el mensaje de la lección en la rutina y en la mera lectura de la letra dejando de lado la ley básica y la demostración.

Segundo viene la verdadera compenetración en la lectura. Todo lo que recibo de este estudio depende de mi consciente unión con Dios, la Mente Paterna. Si mi experiencia diaria refleja un progreso mental y expansibilidad, esto es lo que aporto a este sagrado período de estudio y lo que asimilo de él para mí y, en mi calidad de practicista, para mis pacientes.

Tiene tanta importancia entonces la dedicación que le consagro a la lección, como las verdades específicas que obtengo de ella. Sé que mi consagración puede medirse sólo por el grado de espiritualización de mi pensamiento. La contribución sanadora debe ser de la calidad esencial que nuestra Guía quería para el éxito de este sermón, y que ella estimó como una contribución considerable para la prosperidad de la Ciencia Cristiana.

Tercero es lo que ocurre — o debiera ocurrir — cada vez que leo y estudio. Habiendo encontrado abundante alimento espiritual, es imperativo que aplique de inmediato estas verdades a la experiencia humana. Mantengo presente que todo lo que esencialmente existe en la Verdad puede ser demostrado prácticamente. Hacer nuestra la sublime altitud que se logra con la oración y la alabanza, y, entonces, compartirla con los demás, es cumplir con el mandato del Maestro: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio” (Marcos 16: 15). El sermón es vital y vívido para mí sólo si comparto en mi trato con los demás las verdades que contiene.

La Sra. Eddy recomendó el estudio sistemático como algo valioso para el estudiante. Sin embargo, no he encontrado que ella establezca el método de estudio excepto, quizás, en los puntos detallados en el Orden actual de los Cultos Religiosos según el Manual de La Iglesia Madre. Por consiguiente, trato de mantenerme libre de métodos estereotipados de estudio. A mi modo de ver, el estudio adecuado es también el estudio espontáneo, libre de formulismos. El Artículo VIII, Sección 9, del Manual, prohibe fórmulas, y ello lo aplico a la Lección-Sermón como también a otros estudios. Este Estatuto me indica el poder que radica en la espontaneidad y la inspiración, además de la eficacia que proporciona el seleccionar con intuición la idea correcta más apropiada para la ocasión o el problema que uno está enfrentando. Dentro de la iniciativa verdadera está ciertamente el poder de elegir la manera de estudiar. Saber lo que sé, y comprender lo que he obtenido de mi propio estudio inspirado, es haberlo aprendido directamente de la Mente, mi propia inteligencia. Esto es valiosísimo porque al aportarme variación y evitar métodos rutinarios de estudio, me libra de cansarme de mí mismo y de mi trabajo.

No considero la lección como una serie de seis secciones que deben ser fragmentadas, analizadas y evaluadas a fin de entender su estructura y el desarrollo de los temas. Creo que al efectuar este tipo de análisis, se corre el riesgo de substituir con él la experiencia pura a la manera del Cristo, en la cual uno debiera escuchar la voz callada y suave de la Verdad. El estudio debe ser un desarrollo individual. Estimo que el meramente estudiar las secciones a base de un análisis literario e histórico, bien puede conducir a la letra fría de la Ciencia. Siento un profundo aprecio por la estructura de la lección, preparada tan eficiente y devotamente por el Comité de las Lecciones Bíblicas. Pero el elemento de la estructura no debe substituir el factor más importante en mi experiencia — mi propio desarrollo espiritual.

A veces leo la lección rápidamente dos veces consecutivas. Esto me resulta muy útil una vez que la he leído lentamente y he hecho apuntes. Una rápida lectura de la lección, si se hace con atención disciplinada, le da a uno el sentido de la actividad de la Mente y le trae al pensamiento las diferentes definiciones acerca de Dios, y descripciones de Su relación con Su creación, en un rápido panorama de verdades espirituales. Esto puede ayudar a erradicar la apatía o el mesmerismo letárgico que una lectura lenta no conseguiría. No obstante, la lectura más lenta, más analítica, tiene su importancia.

Mi actitud usual, cada semana, es la de leer teniendo siempre a mi lado una libreta de anotaciones y apuntar conceptos que obtengo de cada sección. Los conceptos tienen que ver con palabras que implican actividad y cómo éstas se relacionan con Dios, nuestro prójimo, nuestras actividades diarias, y así por el estilo. Un repaso rápido de estas notas me ayuda a hacer un resumen de la lección y me recuerda la estructura y el alcance que tienen las verdades para esa semana. Algunas semanas estas notas enlazan una sección con otra; otras veces cada sección es más o menos independiente de por sí. Una semana se me presentó tan persistentemente el interrogante “¿Cuál es el más grande poder del mundo hoy en día?”, que añadí preguntas tales como: ¿Qué?, ¿Dónde?, ¿Cómo lo usamos?, ¿Qué es lo que hace? y extracté mis notas de cada sección basándome en las diferentes preguntas.

El resultado de encarar el estudio de la lección ordenada y sistemáticamente, aunque no en forma estereotipada, vivifica el pensamiento y aumenta la habilidad para tratar científicamente las creencias del mundo que le lección expone. Sacar apuntes y analizar la lección constituye una disciplina de pensamiento, y la oración eficaz se complementa con el pensamiento disciplinado.


Tú, cuando ores, entra en tu aposento,
y cerrada la puerta,
ora a tu Padre que está en secreto ....
Y orando, no uséis vanas repeticiones,
como los gentiles,
que piensan que por su palabrería
serán oídos.
No os hagáis, pues, semejantes a ellos;
porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad,
antes que vosotros le pidáis.

Mateo 6:6—8

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