La Ciencia Cristiana revela que el verdadero ser del hombre, la identidad espiritual de usted y la mía es, en realidad, inmortal. No es mortal ni física, sino inmortal, imperecedera, espiritual.
Este conocimiento no sólo es alentador, es demostrable. Elimina la ignorancia y el temor del pensamiento. Hace que se manifieste en la mente y en el cuerpo el efecto sanador de la Verdad divina.
La identidad inmortal del hombre es espiritualmente individual, diferente en su manifestación. Es indivisible, no fragmentada. A medida que vamos comprendiendo esta identidad espiritual e inmortal, vamos expresando gradualmente nuestro dominio otorgado por Dios.
En Ciencia y Salud la Sra. Eddy nos dice: “La individualidad del hombre no es menos tangible porque sea espiritual, y porque su vida no esté a merced de la materia. El entendimiento de su individualidad espiritual hace al hombre más real, más formidable en la verdad, y le capacita para vencer el pecado, la enfermedad y la muerte”.Ciencia y Salud, pág. 317;
La Ciencia Cristiana explica que nuestra identidad real e inmortal como imagen y semejanza de Dios ha existido siempre. Por lo tanto, de acuerdo con la verdad absoluta, nunca hemos nacido en la material, no estamos viviendo en ella, ni podemos morir o salir de la materia. Pese a lo que el testimonio de los sentidos diga en contra, existimos como ideas de Dios, divinas e inmortales, que moran en el cielo, la consciencia de la Vida inmortal, aquí y ahora.
Este conocimiento es práctico. Por ejemplo, cuando comenzamos a comprender nuestra inmortalidad gobernada por Dios, nos volvemos menos temerosos. ¿Por qué? Porque percibimos más claramente que la apariencia física, la de usted y la mía, no es nuestra identidad verdadera. Esto nos da un mayor dominio sobre la creencia de identidad material, ya sea que ésta se muestre enferma o sana. Nuestro reconocimiento del ser perfecto e inmortal del hombre, ayuda a eliminar el temor y la ignorancia que causan la mala salud, y permite que el afectuoso Cristo, la Verdad, que está siempre presente, penetre en la consciencia. El Cristo revela la salud del hombre como una cualidad espiritual permanente, que está siempre presente.
Cuanto más comprendemos y nos convencemos del ser inmortal del hombre, tanto más fácil nos es poner esta verdad en práctica. A medida que percibimos que, en realidad, nuestros parientes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, y aun nuestros enemigos, son ideas inmortales y amadas de Dios, que viven por siempre en el Amor, tanto más fácil nos es ver su verdadera naturaleza constituida por cualidades divinas. Podemos ver que todo el bien que ellos expresan se origina en Dios y es imperecedero. Y podemos clasificar mentalmente como irreal todo rasgo falso y negativo que puedan manifestar, ya que éstos no forman parte de su ser inmaculado y eterno.
A medida que vemos con mas claridad la identidad inmortal del hombre, nos es natural reconocer a cada individuo como constantemente honesto, afectuoso, considerado, bondadoso, paciente. ¡Y a nosotros nos es natural expresar estas cualidades también! Cada día puede ser una oportunidad para comprobar más plenamente la naturaleza inmortal y perfecta del hombre.
Cristo Jesús señaló a sus discípulos que aún más importante que la curación misma es la necesidad de no perder nunca de vista la naturaleza inmortal y eterna del hombre. Sus obras demostraron que una comprensión de la inmortalidad sana, porque revela la siempre presente e ininterrumpida perfección del hombre.
Después que sus discípulos hubieron logrado éxito en su actividad sanadora, el Maestro les dijo: “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. Lucas 10:20. Es decir, regocijaos de que vuestra naturaleza verdadera e inmortal es un hecho espiritual establecido.
¿Es práctico regocijarnos de que somos inmortales? ¡Por cierto que sí! Hace algún tiempo me encontraba sufriendo de una dificultad física. Esta condición parecía resistir mis mejores esfuerzos para sanarme mediante mi oración. Una noche cuando estaba orando para ello, tuve el pensamiento de que no soy un mortal en un cuerpo material. Percibí claramente que vivo en el ser inmortal, aquí y ahora, aparte de la falsa creencia de vida en la materia. Me di cuenta de que vivo en la Mente que es Dios. En ese momento había percibido mi perfección presente y eterna como hijo bienamado de Dios. Y me regocijé en esta verdad.
Me dormí sintiéndome reposado y libre. A partir de ese momento mi liberación se manifestó rápidamente. Poco después no sólo recuperé la salud sino que obtuve un sentido más firme de bienestar.
¡Qué maravilloso es saber que cada día tenemos la oportunidad de comprobar que una comprensión de la inmortalidad del hombre es práctica! Cada día podemos utilizar nuestro sentido espiritual, dado por Dios, para discernir más del ser verdadero del hombre.
En lugar de vernos a nosotros mismos y a los demás como personalidades materiales jóvenes o viejas, enfermas o sanas, ricas o pobres, podemos mirar más allá de este cuadro, hacia la realidad de la perfecta identidad espiritual del hombre. Podemos ver el ser eterno del hombre, jamás tocado por las falsas apariencias físicas. Podemos contemplar, en oposición a la evidencia material, la identidad del hombre por siempre espiritualmente íntegra, separada y libre de toda materia. Podemos reconocer su continua afluencia espiritual, a pesar de las pretensiones de la mente mortal, ya sean éstas de escasez o de abundancia. Podemos buscar, encontrar y apreciar las cualidades de Dios que son, realmente, inherentes a cada individuo. Estas hermosas cualidades señalan la individualidad espiritual del hombre, que es inmortal, imperecedera y bendecida por Dios.
Así cada día traerá a la luz nuevas pruebas seguras de curación y progreso. Estas pruebas dan testimonio del hecho maravilloso de que un conocimiento de la inmortalidad del hombre siempre es práctico.