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Desde que empecé a estudiar y aplicar las...

Del número de noviembre de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde que empecé a estudiar y aplicar las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, he tenido varias pruebas de la eficacia de la oración como se enseña en la Ciencia Cristiana.

Problemas físicos y económicos han sido resueltos mediante la oración científica, y simultáneamente he progresado en mi comprensión espiritual.

Quiero expresar mi profunda gratitud por una curación que tuve recientemente. Una mañana en mi oficina comencé a tener síntomas de gripe. La condición empeoró durante el día y a la hora de la cena se agravó tanto que no pude comer. Tenía mucha fiebre y congestión, acompañada de dolor en un hombro y en la espalda. Me sentía tan débil que decidí acostarme, pero antes me di un tratamiento en la Ciencia Cristiana aplicando mis conocimientos de esta Ciencia lo mejor que pude.

Mi tratamiento se basó en la perfección del hombre como la imagen y semejanza de Dios, el bien, y en varias declaraciones y reglas del libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, que son útiles para purificar nuestro pensamiento y nos ayudan a discernir nuestra verdadera y única identidad como la expresión del ser de Dios.

Durante la mayor parte de la noche la condición no mejoró y no pude dormir. Poco antes del amanecer esta declaración en Ciencia y Salud se me presentó clara e insistentemente (págs. 493—494): “¿Quién osa dudar de esta prueba consumada del poder y la voluntad de la Mente divina de mantener al hombre por siempre intacto en su estado perfecto, y de gobernar la actividad entera del hombre?” Es en este párrafo donde la Sra. Eddy se refiere a la ocasión en que Cristo Jesús resucitó a Lázaro de entre los muertos. La convicción de que el propósito de la Mente divina verdaderamente es “mantener al hombre por siempre intacto en su estado perfecto”, me trajo un sentido de paz y tranquilidad y pude dormir el resto de la noche.

Por la mañana todo dolor, congestión y fiebre habían desaparecido, y pocas horas después no había señales de debilidad ni dificultad alguna. Pude cumplir con mis obligaciones diarias sin cansarme, como si nada hubiese ocurrido.

Estoy sumamente agradecido por ser miembro de La Iglesia Madre, de una iglesia filial, por haber tomado instrucción en clase, y por tener la oportunidad de trabajar para esta gran Causa.


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