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Agradeciendo al Padre

Del número de noviembre de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una mañana un niñito se despertó gritando de dolor. Sus padres, que estaban alojados en un motel por unos días, oraron de todo corazón, pero el niño continuaba llorando.

Llamaron a una amiga para que los ayudara por medio de la Ciencia Cristiana. Mientras esta amiga hablaba con la madre, pudo oír el llanto del niño y pidió que lo acercaran al teléfono para hablar con él. Inspirada por la Mente, se sintió impulsada a decirle: “Gabi, querido, quiero que repitas lo que voy a decirte”. Entre lágrimas, el pequeñito repitió en su media lengua: “Gracias, Dios mío, por haberme hecho perfecto”.

Al colgar el receptor, la amiga continuó reconociendo la perfección del hijo de Dios y la nada del mal llamándose a sí mismo dolor. Después de unos diez minutos la madre llamó a su amiga para decirle que Gabi estaba bien y jugando feliz.

Durante muchos años, cada vez que se veía enfrentada a alguna discordancia, la amiga recordaba este incidente. Rechazando las sugestiones del error, se apoyaba en el Amor divino, diciendo: “Gracias, Dios mío, por haberme hecho perfecta”. La gratitud por lo que realmente existe, es un antídoto maravilloso contra las sugestiones erróneas de lo que no existe. Bien podemos dejar de lado la agitación que pretende dominar tanto al mundo actual, y agradecer al Padre de que aquí mismo está el universo perfecto y espiritual gobernado por su creador perfecto, la Mente divina.

En el libro del Génesis, en la Biblia, leemos: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:31; Nunca ha sido creado nada desemejante a Dios, el bien; por lo tanto, el mal no es real ni tiene poder. Podemos estar agradecidos de que el concepto falso, material, del hombre, está siendo gradualmente eliminado por la Ciencia Cristiana, la Ciencia de Cristo, o la Verdad.

Cuando las sugestiones de discordancia o de enfermedad pretendan maniatarnos con la creencia del “no puedo”, podemos reconocer agradecidos nuestra unidad con la Mente divina omnipotente, en la cual se originan toda acción y volición. En un momento en que el error me gritaba muy fuerte que yo no podía caminar, lentamente di un paso y luego otro, diciendo a cada paso que daba: “Gracias, Padre”. Muy pronto la ilusión de dolor e impotencia desapareció completamente.

Para invertir las sugestiones de carencia o limitación, podemos comenzar agradeciendo al Padre por haber hecho perfecto al hombre. Es imposible que el hombre perfecto de Dios pueda carecer jamás de las riquezas espirituales que constituyen su provisión y su seguridad. Jamás hay un momento en que el hombre esté menos que completamente satisfecho, y el agradecer esto significa reconocer la posesión de todo bien.

Podemos agradecer al Padre de que el hombre que Él ha creado, o sea, nuestra identidad verdadera, no puede ni por un momento dejar de reflejarlo a Él de manera perfecta. El trabajo del hombre, el hijo de Dios, es el de reflejar a Dios eternamente. Ésta es una actividad eterna; la unión, o unidad, del hombre con Dios así lo establece. No hay altibajos en los negocios del Padre, que son la expresión exacta de la Vida, la Verdad y el Amor. Si la sugestión de que nos hemos quedado sin trabajo se presenta, ése es el momento de agradecer al Padre por Su amor y cuidado, y de estar atentos a Su dirección para saber cómo podemos servirle a Él en ese mismo momento. Esto asegura la continuidad de empleo humano adecuado.

Cuando las desarmonías del mundo nos presionan, y aquellos que nos rodean expresan pesimismo, podemos recurrir a la Mente divina, agradeciendo de que cada idea correcta en el universo está todavía establecida en la infinitud del bien. En realidad, no hay mente negativa, porque Dios es la única Mente.

Puesto que la Mente divina es Todo, la llamada mente mortal puede presentar sus falsos cuadros sólo como un sueño, una ilusión, y sabemos que la solución para dejar de soñar, es despertar. Podemos comprender que las pretensiones del mal sólo han sido un falso sentido, y nunca han tocado al hombre y al universo verdaderos. En el mismo momento en que las sugestiones del mal parecen predominar en la mente mortal, sólo los pensamientos de Dios tienen poder.

Cuando las sugestiones de que muchos han perdido su dominio por la influencia ilusiva del alcohol y las drogas parezcan ser muy reales, agradezcamos al Padre de que el hombre nunca ha caído de su estado elevado como hijo de Dios. Aferrándonos al hecho del dominio del hombre, podemos rechazar la creencia de que el hombre pueda ser menos que íntegro o que pueda estar en algún momento gobernado por alguna influencia que no sea la del Amor divino.

¿Parece estar nuestro hogar o nuestro barrio desorganizado debido a cambios? Podemos agradecer de que vivimos y nos movemos en el reino de los cielos ahora mismo. La ley de la armonía gobierna el universo de Dios, y el Principio nos mantiene a nosotros y a nuestros vecinos por siempre en la atmósfera del Alma. De nuestros vecinos, los hijos de Dios y nuestros hermanos, podemos decir con comprensión: “Amados, ahora somos hijos de Dios”. 1 Juan 3:2; El Padre-Madre de todos ama tiernamente y cuida de Sus hijos en todo el universo.

“El único poder del mal es el de destruirse a sí mismo”, escribe la Sra. Eddy en Ciencia y Salud. “Jamás puede destruir ni un ápice del bien”.Ciencia y Salud, pág. 186. La enseñanza básica de la Ciencia Cristiana de que Dios es Todo y el mal es irreal, debería predominar en el pensamiento. El mesmerismo de los problemas, constantemente repetidos por los medios de difusión y en conversaciones con amigos y vecinos, quisiera inducirnos a creer que Dios no es omnipotente y que el mal es real y poderoso. Sólo la comprensión de que la Verdad es todopoderosa eliminará el error y nos liberará a nosotros y a toda la humanidad.

La verdad de que el hombre de Dios nunca puede ser menos que perfecto debería traer regocijo a nuestro pensamiento. El hombre íntegro de Dios siempre será íntegro, y a medida que las ilusiones acerca del hombre se desvanezcan en el pensamiento que ha despertado, veremos esta integridad demostrada en la experiencia humana. Agradezcamos al Padre por la sanidad espiritual que ve al hombre por siempre ejerciendo su verdadero dominio sobre el sentido material y sus confusiones, porque la Mente divina y sus ideas espirituales están por siempre libres de mal.

¡Cuán agradecidos podemos sentirnos de que podemos volvernos de las mesméricas sugestiones del error hacia la presencia y el poder verdaderos del universo y decir: “Gracias, Padre, porque todo está bien, porque Tú lo eres Todo”!

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