Una mañana un niñito se despertó gritando de dolor. Sus padres, que estaban alojados en un motel por unos días, oraron de todo corazón, pero el niño continuaba llorando.
Llamaron a una amiga para que los ayudara por medio de la Ciencia Cristiana. Mientras esta amiga hablaba con la madre, pudo oír el llanto del niño y pidió que lo acercaran al teléfono para hablar con él. Inspirada por la Mente, se sintió impulsada a decirle: “Gabi, querido, quiero que repitas lo que voy a decirte”. Entre lágrimas, el pequeñito repitió en su media lengua: “Gracias, Dios mío, por haberme hecho perfecto”.
Al colgar el receptor, la amiga continuó reconociendo la perfección del hijo de Dios y la nada del mal llamándose a sí mismo dolor. Después de unos diez minutos la madre llamó a su amiga para decirle que Gabi estaba bien y jugando feliz.
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