En una ocasión pasé por un duro período de prueba. De repente sufrí dolores intensos que paralizaron la parte superior de mi cuerpo, a tal grado que apenas podía mover la cabeza y los hombros. Cuando llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara, le dije lamentándome: “Probablemente se deba a que conduzco mi automóvil con todas las ventanas abiertas. Siempre lo he hecho, pero tal vez he llegado a la edad en que debo cuidarme de las corrientes de aire y de cosas parecidas”.
“Ésa es la creencia humana”, me respondió el practicista, “pero usted no tiene por qué someterse a ella. ¿Por qué no defiende su libertad? El aire fresco es algo bueno y saludable, a usted le agrada mucho y ¿por qué va a permitir que la mente mortal la prive de él?”
Era una oportunidad, y decidí aceptarla. Vi claramente que el aire fresco no podía ser bueno y perjudicial a la vez. Aunque el malestar continuó, me resistí a ceder a la tentación de evitar las corrientes de aire. Medité sobre esta afirmación de la Sra. Eddy: “La ilusión de los sentidos materiales, no la ley divina, os ha atado, ha enredado vuestros miembros libres, paralizado vuestras aptitudes, debilitado vuestro cuerpo, y desfigurado la tabla de vuestra existencia”.Ciencia y Salud, pág. 227;
No tardé mucho en comprobar que el problema no tenía absolutamente nada que ver con las corrientes de aire, sino que era puramente mental. Anhelé intensamente desplegar mis alas y volar más alto en el dominio espiritual de la Ciencia Cristiana, pero me sentí impedida por una serie de circunstancias. Cuando me di cuenta completamente de que nada podía impedirme obedecer la ley divina del progreso, pude demostrar mi liberación de circunstancias que aparentemente me mantenían en cautiverio. Por supuesto que la condición física desapareció, y aunque esta curación ocurrió hace muchos años, fue tan definitiva que nunca se volvió a repetir.
No hay ningún período en nuestra vida en que tengamos que ceder a la creencia de que la materia, que no tiene mente, pueda dictar leyes que tengamos que obedecer para evitar malas consecuencias. La mente mortal, o sea la creencia de que hay vida en la materia, es un tirano. Si pudiera intimidarnos para que nos sometiéramos a ella, continuaría agregando más cadenas. Por ejemplo, si yo hubiera cedido a la creencia de que sanaría al no exponerme a las corrientes de aire, lo más probable es que al poco tiempo hubiera cedido a la creencia de que me sentiría mucho mejor no exponiéndome al sol. Y así me hubiera privado del placer tan saludable de disfrutar de la natación, de los baños de sol y de trabajar en el jardín. Pero, ¡yo defendí mi libertad! Se me presentó la sugestión de que ya no era ágil y que mis articulaciones no eran flexibles y que por eso los días de practicar equitación se habían terminado. Pero defendí mi libertad, y todavía monto un caballo retozón casi todos los días.
La libertad no es algo que se da por sentado, sino que tiene que defenderse. Esto significa que debe protegerse constantemente contra los rudos ataques de la mente mortal. Lo hacemos esforzándonos diariamente por estar conscientes, cada vez más, de nuestra unidad espiritual o unión con Dios, la Mente omnipotente, omnipresente y omnisciente que es el Amor divino.
Puesto que Dios es Espíritu, el linaje de la Mente tiene que ser espiritual, ideas espirituales, no cuerpos materiales encerrados en mentes y almas individuales. Esto se ilustra por el hecho de que en el ámbito humano una idea es la emanación de la mente que la concibe y tiene que incluir las cualidades de esa mente — y nada más. Si una idea estuviera alguna vez separada de su fuente por un instante, dejaría de existir.
Dios es infinito, por eso Sus ideas nunca pueden estar limitadas en forma alguna. Nunca pueden estar circunscritas sino que siempre deben estar extendiendo sus alas y elevándose cada vez más. Su flexibilidad y agilidad no pueden jamás transformarse en dureza y rigidez. Ellas expresan frescura juvenil y madurez a la vez, pero nunca infancia ni senilidad desvalidas.
Manteniendo estas verdades en la consciencia nos liberamos no sólo de las creencias en la enfermedad y la edad sino también de la esclavitud de los falsos apetitos, de las restricciones de la mediocridad, de las cadenas de la pobreza y del cruel temor de que algún día la muerte pueda aniquilarnos totalmente.
Cuando Cristo Jesús sanó a una mujer que andaba encorvada, le dijo: “Mujer, eres libre de tu enfermedad”. Los fariseos argumentaron que no se debía curar en el día de reposo, pero Jesús preguntó: “A esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?” Lucas 13:12, 16;
¿Quién — o qué — era el Satanás que había atado a esta mujer? En una oportunidad Jesús dio esta definición del diablo: “El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Juan 8:44;
Jesús sabía que la enfermedad es un estado mental de cautiverio impuesto por uno mismo. La mujer “que Satanás había atado” había sido esclavizada por la mente mortal, por la creencia en un poder material, “mentiroso, y padre de mentira”. Pero la mente mortal, como Satanás, es sólo un mito, es la creencia de que Dios no es la Mente única, la creencia de que Él no es el único Dios y Padre de todos nosotros.
En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “La destrucción de las pretensiones de la mente mortal por medio de la Ciencia, por la cual el hombre puede escapar del pecado y de la mortalidad, bendice a toda la familia humana. Como en el principio, sin embargo, esta liberación no se manifiesta científicamente en el conocimiento tanto del bien como del mal, puesto que este último es irreal”.Ciencia y Salud, pág. 103;
Nada puede privarnos de nuestra libertad a menos que se lo permitamos — y aun en este caso, sólo en creencia. Pero podemos recordarnos de la libertad espiritual inherente a nosotros en las palabras de Pablo a sus guardias romanos: “Soy libre de nacimiento”. Hechos 22:28 (según la versión King James de la Biblia);
Y un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana dice:
Dios nos hizo libres hoy,
pues la Vida es libertad.Himnario, No. 83.
¡Defienda su libertad!
Estad, pues, firmes
en la libertad con que Cristo
nos hizo libres.
Gálatas 5:1
