Una noche, al cruzar la calle, me atropelló un pequeño camión. Evidentemente el conductor no se dio cuenta de lo que había ocurrido y no se detuvo. Un amigo Científico Cristiano me ayudó a levantarme y volver a casa. Me parecía que todo el lado derecho de mi cuerpo estaba afectado por el golpe, aunque en ese momento me sentía entumecida.
Lo que vi en el espejo al llegar a mi departamento me alarmó mucho; y además, mi mano derecha estaba aplastada. Tanto me alarmó lo que vi que inmediatamente rogué a mi compañera de departamento que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me diese tratamiento.
Me acosté y oré a Dios, rogándole que me ayudara a abrir mi pensamiento a la verdad de la perfección del hombre como hijo de Dios. Oré, pidiendo quedar consciente y no desmayarme. Tan pronto como nos comunicamos con el practicista, el dolor en la cabeza cesó y mi temor desapareció. Después de aproximadamente una hora pude desvestirme para acostarme, y descansé cómodamente.
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