Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Una noche, al cruzar la calle, me atropelló...

Del número de julio de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una noche, al cruzar la calle, me atropelló un pequeño camión. Evidentemente el conductor no se dio cuenta de lo que había ocurrido y no se detuvo. Un amigo Científico Cristiano me ayudó a levantarme y volver a casa. Me parecía que todo el lado derecho de mi cuerpo estaba afectado por el golpe, aunque en ese momento me sentía entumecida.

Lo que vi en el espejo al llegar a mi departamento me alarmó mucho; y además, mi mano derecha estaba aplastada. Tanto me alarmó lo que vi que inmediatamente rogué a mi compañera de departamento que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me diese tratamiento.

Me acosté y oré a Dios, rogándole que me ayudara a abrir mi pensamiento a la verdad de la perfección del hombre como hijo de Dios. Oré, pidiendo quedar consciente y no desmayarme. Tan pronto como nos comunicamos con el practicista, el dolor en la cabeza cesó y mi temor desapareció. Después de aproximadamente una hora pude desvestirme para acostarme, y descansé cómodamente.

A la mañana siguiente vi que la piel que había quedado desgarrada en los dedos y en el costado afectado se había juntado nuevamente y también se había cerrado la herida en la rodilla. Informé al practicista sobre mi progreso y él sugirió que me aferrara al hecho de que, en realidad, Dios y el hombre jamás están separados. Leí y estudié la Biblia y el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Me vino claramente la idea de que Dios me apreciaba y me amaba, que realmente Él era mi Padre-Madre. Me sentí completamente tranquila y ¡supe que había sanado!

Esa noche, al desvestirme, me di cuenta de que las contusiones que había visto en mi cuerpo en la mañana, ya no se veían. Al día siguiente, me sentí un poco débil, pero no podía encontrar otra excusa por no presentarme en mi empleo, excepto de que todavía tenía los ojos muy amoratados. Una amiga me reprochó amablemente por este falso sentido de orgullo en cuanto a mi apariencia.

Pude caminar sin gran dificultad las dos cuadras camino a mi oficina. Dos días más tarde pude salir de vacaciones con amigos, ¡regocijándome por la rápida y completa recuperación que había ocurrido!

Esta curación siempre quedará como ejemplo en mi vida de cuán eficaz y disponible es el tratamiento en la Ciencia Cristiana. Estoy tan agradecida por lo dispuesto y preparado que estuvo el practicista para ayudarme y por el apoyo y cariño de todos los que presenciaron esta curación.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 1975

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.